Cuando lo veas todo negro, ten un poquito de fe y confía en que el futuro te traerá cosas buenas.
Qué habría sido de la humanidad si nos rindiéramos después de la primera negativa, qué sería de nosotres si cada vez que pisamos la calle y algo sale mal dejásemos de creer que lo bueno también puede suceder; si creyéramos que los estados de tristeza son infinitos o que el sol no volverá a salir otra vez.
La fe no mueve montañas, pero sí que las ilumina para que podamos verlas mejor y saber cómo podemos escalarlas. Sé que es difícil ver entre las nubes cuando todo está oscuro, pero eso se debe a que el pesimismo es de muy fácil acceso, es sencillo y económico para nuestro cerebro programado para la supervivencia, y por eso es difícil ser optimista. Es mucho más difícil pensar que tenemos oportunidades nuevas sean cuales sean las circunstancias; pero lo cierto es que lo necesitamos porque siempre hay algo que se puede hacer. Mientras se pueda elegir respirar, se puede elegir; y ese es nuestro más preciado tesoro para ser felices.
¿Quién no tiene una amiga que siempre piensa que la vida es más fácil de lo que parece? Esa persona que parece llevar lentes rosas permanentemente y que no sabe cómo es en realidad la vida; esa que piensa que puede ser elegida para un excelente puesto de trabajo, que se atreve a pedir favores a personas a las que otres no nos atrevemos ni a saludar. Esa persona que cree que en este mundo existe un hueco para ella y tiene todo el derecho a disfrutarlo. Esa es la persona que, por mucho que nos sorprenda por su inocencia, admiramos.
Si estás leyendo estas líneas y piensas que ya todo está perdido, seguramente te falte dar una vuelta más a las cosas. No hablo de aferrarse a un clavo ardiendo, como relaciones dañinas o fantasías que sabemos no pueden cumplirse. Se trata de saber que existen más resultados posibles y todos mejores de lo que imaginamos; porque la realidad no es lo que ocurre sino lo que hacemos con lo que ocurre.
Por otra parte, a veces el mejor resultado no viene de lo que esperábamos sino de todo lo contrario. ¿Cuántas veces nos ha sorprendido la amabilidad de una persona desconocida en la calle? ¿Cuántas veces alguien se ha ofrecido a ayudarnos sin esperar absolutamente nada a cambio? Todo lo bueno que pasa en la vida no ocurrió en el pasado, sino que siempre está ocurriendo pero no sale en los noticiarios.
Tener fe es algo muy personal que cada persona vive a su manera y que no tiene nada que ver con ponerle velas a la virgen y esperar que se cumplan nuestros deseos. Lo que la fe de cada persona tiene en común con otras es la esperanza, el creer en la alegría futura, el saber que detrás de todo el sinsentido se esconden corazones latiendo en silencio con miles de razones para seguir adelante. Esa fe que ilumina las montañas no es más que el resultado de nuestro mejor potencial viendo por fin la luz. La fe no existe sin nosotres; nos necesita para darle sentido al mundo.
Si conservas la fe, conservas todo lo bueno que necesitas para seguir adelante.
Tienes todo el permiso que necesitas para ser feliz dentro de ti, corre y ve a por lo que quieres.
No dudes nunca de que el futuro será mejor, lo será, porque sólo depende de ti conseguirlo.
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