Irene nos habla sobre cómo la vulnerabilidad ha sido históricamente mal vista pero cómo en realidad es parte de nuestra esencia. Reconocer que somos vulnerables es muy importante para conocernos mejor y poder acercarnos más a lo que realmente somos.
La vulnerabilidad nos parece lo contrario de la fortaleza. Se suele asociar fácilmente con debilidad, flojeza, impotencia. Cuando nos sentimos vulnerables nos sentimos con un nivel de exposición emocional muy alto y esto lo asociamos a una sensibilidad que nos hace sentirnos muy pequeñas.
Ahora si nos vamos al otro aparente polo nos encontramos con la fortaleza. La asociamos a rudeza emocional o frialdad, impasividad, empuje. Cuando nos sentimos fuertes nos parece que podemos con todo, que nos vamos a comer el mundo.
Y, por otro lado, seguro que la mayoría habéis escuchado frases del tipo «en tu vulnerabilidad está tu fortaleza», «ser vulnerable es ser fuerte»… Es más, quienes me conocéis sabréis que soy una ferviente defensora del contacto con tu vulnerabilidad.
La verdad es que todo en conjunto puede resultar un poco confuso; ¿Ser vulnerable es ser fuerte? ¡Si cuando estoy vulnerable me siento todo lo contrario! ¿Qué tipo de fortaleza voy a encontrar cuando me siento con tanta exposición emocional? ¿Por qué va a resultar ser deseable conectar con aquello que me hace sentir dolor y pequeñe?
Para comprender el poder de la vulnerabilidad y el sentido de la fortaleza intrínseca que tiene, es importante mirarla por partes, girando poco a poco el caleidoscopio de esta gema tan valiosa.
Polaridades cruzadas
Sin ánimo de ser demasiado teórica y entrando solamente de puntillas a una cuestión que nos podría dar para escribir con una extensión de tres biblias aproximadamente, es importante comprender la cuestión de las polaridades para saber qué nos pasa con la vulnerabilidad y la fortaleza.
Las polaridades al respecto que nos interesa son ese conjunto de opuestos (o aquello que consideramos opuesto) en las características personales. Por ejemplo sensible-insensible sería una polaridad. Y la cuestión de esto es que a veces nos quedamos tan fijadas a un lado de la polaridad que no nos permitimos conectar con la otra, ya sea por miedo, porque nos han enseñado que es inadecuado o porque ni siquiera consideramos que eso pueda ser una parte nuestra. La polaridad oculta, con la que no conectamos, también podemos entenderla como parte de «nuestra sombra» junguiana, aquello que tenemos pero que no podemos/queremos/sabemos ver. Porque sí, si tenemos una parte de la polaridad también tenemos la otra.
Nadie es enteramente amable. Nadie es enteramente cándide y con bondad. Quien tiene una cosa también tiene su opuesto. De hecho ¿puede existir una característica sin que exista su opuesto? En un mundo en el que todes fuéramos buenes no se hablaría ni siquiera de la bondad porque no tendríamos con qué compararla para poder verla y apreciarla como tal. Se necesita la maldad para poder ver la bondad.
En cuestiones internas es importante saber que tenemos un poco de todo: podemos ser listas en unas cosas y tontas en otras. Podemos ser consideradas en muchos aspectos y desconsideradas en tantos otros. Sí, lo sé, no gusta, pero es así. Pero centrándonos de nuevo en la vulnerabilidad, de la misma forma que con las otras polaridades, si eres vulnerable también eres fuerte. Sólo falta encontrar tu fortaleza, pero esto solamente ocurrirá si conectas de verdad con la vulnerabilidad, de lo contrario, solamente nos moveremos por el rango de grises que hay en medio de las dos polaridades. Si amplías el rango hacia una, amplías el rango hacia la otra.
De todas formas, si hilo más fino, no creo que la vulnerabilidad sea el opuesto de la fortaleza. Su opuesto sería la invulnerabilidad. Y el opuesto de la fortaleza la debilidad. Aquí creo que se cruza una polaridad y que confundimos fuerte con invulnerable y débil con vulnerable. Creo firmemente que se puede ser vulnerable y fuerte, no ya porque crea que se trata de polaridades distintas, si no porque, siguiendo la línea argumental del anterior párrafo, si consideras la fortaleza el opuesto de la vulnerabilidad también puedes estar conectade con las dos (si amplías tu rango, recuerda, o lo que es lo mismo: si te consientes ser vulnerable).
Ser fuerte no es ser impasible
¿Por qué valoramos tanto la fortaleza en el sentido de la invulnerabilidad? ¿Por qué pretendemos que no nos afecten las cosas? Creo que este es uno de los errores fundamentales: considerar que si eres fuerte entonces no te afecta absolutamente nada. Claro, visto así, ¡cómo no despreciar la vulnerabilidad! Si lo que nos hace es sentir todo aquello desagradable… Como si esto fuera deseable. Y es que cuando transitamos el dolor no es en vano: el dolor no sirve «para doler» si no que nos señala las heridas que debemos cuidar. Sin él estaríamos perdidas, no sabríamos protegernos.
Cuidado con confundir la frialdad con la fortaleza. El ser un muro, el no sentir nada, no es ser fuerte. No es para nada lo mismo. Si hacemos un paralelismo con la fortaleza física: una persona fuerte es aquella que levanta 100kg o la que no levanta nada? Pues esa misma respuesta aplícala a la fortaleza mental y tendrás la respuesta.
Aquello que siente y padece es lo que ansiarás cuidar
Esto es así. Conectar con la vulnerabilidad, con lo que se siente estando en ella, es lo que te llevará a querer cuidarte, protegerte, mimarte y defenderte frente a lo que te hace daño. Si no sientes el sufrimiento ni el dolor, ¿qué es lo que vas a proteger? Si te crees invulnerable, ¿de dónde vas a sacar ya no solamente las fuerzas sino las ganas de cuidarte? Si pensamos o sentimos que algo es invulnerable no se nos va a ocurrir protegerlo, porque por lo visto no lo necesita ya que no le afecta nada, ¿verdad?
Y con esto volvemos a las polaridades: desde la conexión con la vulnerabilidad accederás a tu fortaleza, a todas las herramientas para cuidarte, defenderte, protegerte, sanar. En ausencia de ella no podrás potenciar las ganas de cuidarte, por lo que no lo harás. Y, de esta forma, te expondrás de nuevo al dolor, sin filtro: si yo puedo con todo no me protejo de nada.
Pero no, no puedes con todo. Hay cosas que te duelen, cuestiones que te dañan, personas que te quitan la energía. Reconocerlo, reconocerte como vulnerable, es lo que abrirá el camino hacia el autocuidado: hacia lo que realmente mereces.
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