Los años 60 fueron la década de la aparición de Marvel Comics y la figura femenina ganó en preponderancia. ¿Pero ganó en igualdad?
Saltamos en el tiempo, concretamente a los años 60, década de la transformación, de los movimientos sociales, culturales, políticos y de género y también del surgimiento de Marvel Comics, gracias a Stan Lee y sus creaciones: héroes terrenales de carne y hueso. Personajes que huían del estoicismo del héroe de los 40 y los 50, para ofrecer un héroe más humano, con problemas del ciudadano corriente y con el que podían sentirse reflejados los lectores de los años 60. Los lectores, no las lectoras. Porque de nuevo, las partenaire femeninas de estos nuevos héroes de la era Kennedy, ya fueran meros intereses amorosos -Betty Ross para Bruce Banner/Hulk, Karen Page para Matt Murdock/Daredevil- o superheroínas hechas y derechas -Sue Storm/La chica invisible de los 4 Fantásticos, Janet Van Dyne/La Avispa en Los Vengadores o Jean Grey/La Chica Maravillosa –quedaban relegadas a mero adorno floral, sobre todo si lo comparamos con la representación de sus sus compañeros masculinos de equipo, o ante sus intereses amorosos, ya fueran Reed Richards, Hank Pym o Scott Summers.
En cambio, en las páginas de Spiderman, Stan Lee si que le dio verdadera importancia a los personajes femeninos, sobre todo con la llegada del dibujante John Romita -dibujante que en los años 50 se especializó en tebeos románticos dirigidos a audiencias femeninas- desarrollando a dos personajes fundamentales en la trayectoria, no solo del trepamuros, sino de la historia de las mujeres en el género: Gwen Stacy y Mary Jane Watson. Reinterpretación y émulo en un principio de las icónicas Betty y Veronica de los archipopulares (nunca mejor dicho) tebeos de Archie. Ambos personajes representaban la dicotomía entre la que oscilaba la representación de la mujer en la cultura popular. Betty era la mujer inocente, frágil, cándida y virgen. Veronica era todo lo contrario, una mujer sensual, segura de si misma, de su cuerpo y de su sexualidad. La primera era la visión positiva que contenía todos los valores que debía tener una buena mujer y en consecuencia una buena esposa. En cambio, Veronica era la bomba sexual, la mujer inalcanzable y por ello deseada al igual que temida. Stan Lee y John Romita decidieron que Peter Parker tuviera el mismo conflicto que Archie y en consonancia, que toda la población masculina juvenil norteamericana. Decidir entre el deseo y el deber, entre lo convencional y la seguridad o el objeto de deseo oscuro, misterioso y peligroso.
Por supuesto, Stan Lee y en consecuencia Peter Parker, elegía a Gwen Stacy, la perfecta vecina de enfrente, la mujer que podía presentar a su familia y amigos y formar una familia como mandaba la América de los primeros años 60. En cambio, Mary Jane quedaba como rival amoroso de Gwen y sombra peligrosa y sensual, que rondaba alrededor de la perfecta pareja del sueño americano. Pero a medida que fueron avanzando los años y el sueño americano dio paso a la pesadilla americana -Vietnam, la muerte de Kennedy- y una infinidad de movimientos sociales y culturales removieron los cimientos del establishment en su lucha por la igualdad de razas y de géneros, el mundo del cómic, y en particular Marvel, tuvieron que cambiar.
Stan Lee y su mentalidad aparentemente liberal en su momento, pero conservadora para ojos actuales, dio paso a nuevos y jóvenes guionistas como Gerry Conway, que comprendían el zeitgeist de los tiempos. Y el concepto idealizado de Gwen Stacy, tan irreal como el sueño de Kennedy, debía desaparecer para comenzar a introducir a una mujer que representara con mayor realismo a la mujer contemporánea. Así, Gwen Stacy y su ideal murieron a manos de El Duende Verde y Peter Parker descubrió la verdadera mujer que se ocultaba bajo la fachada estereotipada de la Mary Jane Watson representada hasta el momento.
La llegada de los años 70 trajo consigo la nueva Patrulla X, obra de dos jóvenes y talentosos autores: Chris Claremont y John Byrne. Guionista y dibujante -que compartían tareas argumentales- introdujeron un nuevo tipo de grupo de héroes, donde la diversidad, ya fuera de raza o género -la de orientación sexual todavía tardaría un poco en llegar- daría como resultado alguna de las caracterizaciones femeninas más fuertes y poderosas de la historia del cómic, con ejemplos como Ororo Monroe/Tormenta, Kitty Pryde o Pícara, por mencionar alguno de los grandes personajes femeninos creados por la pareja de autores. Claremont no diferenciaba entre integrantes masculinos o femeninos, al entregar arcos argumentales y desarrollos de personaje, otorgándoles la misma magnitud e intensidad a los mismos, ya estuvieran dedicados en un momento concreto a Lobezno o a Tormenta. Incluso las mujeres-X tomaron el control absoluto de la colección en la que quizá es su momento más álgido: La Muerte de Fénix.
Cénit tanto del serial como de la evolución de la mujer en el cómic de superhéroes -hay un mundo entre la sumisa y pacata Jean Grey original y su transformación en Fénix, epicentro argumental desde el momento de su aparición e integrante más poderosa del supergrupo- sirvió también como demostración del machismo impregnado en nuestra sociedad, incluso en artistas de un perfil tan liberal como el de Chris Claremont. La mutación de Fénix en Fénix Oscura y su posterior muerte por redención, trae de nuevo de vuelta el miedo hacia la mujer poderosa como mujer fatal y perversa, que debe volver al redil o morir para redimirse.
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