Seguramente todo el mundo conozca la famosa escultura de los tres monos que se tapan, respectivamente, los ojos, los oídos y la boca. No ver, no oír, no decir. Siempre se ha entendido que estos simios representaban no ver, oír o decir el mal. Pero en esta historia, el mal ha sido observado, ha sido escuchado, ha sido pronunciado. El mal ha viajado de teléfono en teléfono, de conversación en conversación, de mirada en mirada. Y nadie hizo nada. Nadie levantó la voz, nadie paró la bola de nieve que terminó aplastando a Verónica.
Me refiero al caso de la trabajadora de Iveco que se suicidó hace unos días tras sufrir que un vídeo sexual en el que ella aparecía se difundiera sin cesar entre los trabajadores de la empresa. No puedo ni llegar a imaginar por lo que tuvo que pasar para tomar la decisión de acabar con su vida. Las miradas, el acoso, los comentarios, la atmósfera irrespirable en la que se debía mover en su puesto de trabajo. La impotencia, la rabia, la tristeza… Una tristeza que se la debió comer por dentro hasta que no encontró ninguna salida.
Puedo imaginar los comentarios porque, por desgracia, muchas de nosotras los hemos escuchado en infinidad de ocasiones: guarra, puta, ligera de cascos… También hemos escuchado muchos otros comentarios refiriéndose a los hombres en situaciones similares: campeón, pichabrava, casanova… Este es sólo un engranaje más de la maquinaria terrorífica del machismo. Se nos penaliza por disfrutar nuestra sexualidad y se menoscaba nuestra dignidad e intimidad sin ningún miramiento.
Y, como en muchos otros casos, no han hecho falta más que unos cuantos minutos desde que se conoció la noticia para que mucha gente se haya lanzado a culpabilizar a la víctima: Lo mejor para que no pasen estas cosas es no enviar vídeos de este tipo. Es que decidió no denunciar. ¿Cómo puede hacer una cosa así una madre de dos hijos? Ayer mismo tuve una conversación en la que aparecían estas tres frases. Y no pude evitar encenderme por dentro, sentir mucha indignación y pena.
Vayamos por partes…
– Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a difundir un vídeo mío sin mi consentimiento. Es un delito penal y sinceramente espero que el peso de la ley caiga sobre todos aquellos que lo hayan hecho.
– Verónica tendría sus razones para no denunciar. Eso no le quita su condición de víctima ni resta importancia a todo lo que ha sucedido. Lo que sí es grave es que la empresa, según lo que sabemos hasta ahora, le recomendara que cambiase de puesto laboral o coger una baja temporal en lugar de buscar a los culpables de la difusión del vídeo y depurar responsabilidades de inmediato.
– Parece que la condición de madre de Verónica hace que hubiera tenido que aguantar lo que fuera sólo por sus hijes. Con la maternidad, da la impresión de que dejamos de ser mujeres y sólo somos madres que deben sacrificarlo todo por sus hijes. Creo que esto se debería ver desde otro prisma: imagina la desesperación total a la que puede llegar una persona como para que se quite la vida a pesar de todo lo que deja atrás.
La gota que ha colmado el vaso son las declaraciones de un famoso torero que dice que los hombres son incapaces de tener un vídeo así y no enseñarlo y que por eso las mujeres no deberíamos grabar vídeos de esta índole. De nuevo la culpa recae en nosotras, otra vez se nos culpabiliza, se nos dice que debemos ser castas, recatadas, en definitiva, se nos cortan las alas.
No puedo comprender cómo un medio de comunicación puede darle voz a alguien que hace esas declaraciones. Lo que se debería escuchar es la condena sin ambages hacia quien envió ese vídeo, hacia el acoso laboral y machista que se llevó a cabo, hacia la pasividad de la empresa, hacia los comentarios que culpabilizan a Verónica.
Ojalá vivir en una sociedad en la que ningún hombre reenviase un vídeo así, una sociedad en la que las mujeres puedan ser libres sin ser juzgadas, en la que no existan más Verónicas. Una sociedad en la que, ese mal que cada día se ve, se oye y se pronuncia, ante todo se denuncie, se condene y se castigue.
1 Comentario
Es sociedad la estamos creando nosotras, la estamos criando nosotras. Está llegando y se va a quedar. El patriarcado va a arder y lo vamos a ver. Por Verónica.