Victoria hace un repaso de algunas cuestiones relacionadas con las fotos que compartimos en redes, nuestra desnudez y nuestra libertad.
- Algunos estudios afirman que al menos la mitad de les adultes vives sobre la Tierra han enviado alguna vez una nude o foto de su cuerpo desnudo (fragmentado o entero).
- Desde que la desnudez está asociada a la intimidad, a lo privado y casi siempre a lo sexual, el envío de nudes – antes de la fotografía podían ser ilustraciones o incluso descripciones epistolares – es tan frecuente como entretenido, casual como planificado y personal como comentado en forma masiva.
- Lo que elegimos hacer con nuestro cuerpo es nuestra responsabilidad, dominio y placer (pero aún así es difícil saber cuánto de lo que hacemos nace de la libertad y cuánto de lo impuesto por otres, histórica, cotidiana e inconscientemente). ¡Qué difícil ser soberanes hasta de nuestro propio envase e instrumento!
- Apenas hace una década o un poco más que la producción y envío de nudes es para muches constante, natural, con múltiples receptores, en conversaciones cotidianas y lejos de conocer su alcance real (gracias, smartphones).
- Otra cuestión que las redes sociales supieron etiquetar: la frase send nudes es ahora parada casi obligada en muchas de las relaciones iniciadas en aplicaciones de citas. (¿Enviarlas mucho, poquito o nada?)
- Cuando hablamos de nudes, de fotos íntimas o públicas de celebridades y de la nueva intimidad líquida casi todes seguimos pensando en cuerpos BEH (blancos, esbeltos y heterosexuales).
- Aunque las redes sociales nos gritan que expongamos nuestra intimidad segundo a segundo la mayoría de estos espacios de gen patriarcal no contemplan cuerpos disidentes y hasta se empoderan censurando los no hegemónicos.
- Los pezones (femeninos) siguen prohibidos en casi todos lados (excepto tal vez por Twitter).
- Los cuerpos influyentes y dominantes son irreales, iguales entre sí y del mismo modo víctimas del sistema que los moldea, oculta (si considera que exponen demasiado) o juzga (si dispone que disfrutan de su sexualidad de maneras no predeterminadas).
- ¿Somos verdaderamente libres las mujeres al mostrarnos desnudas? ¿Y si queremos hacer dinero con eso? ¿Somos víctimas o empoderadas?
- Beyonce subió fotos desnuda y fue alabada porque se veía todo menos eso. Janet Jackson – y no es la única – fue señalada, censurada y condenada por un accidente en un show que reveló más de lo avalado.
- Un kit para sobrevivir a la desnudez hegemónica imperante (que además de blanca, esbelta y heterosexual es seccionada por nuestras “amigas” las redes):
- Investigar #FreeTheNipple, campaña y largometraje iniciada por la activista Lina Esco que descriminaliza el desnudo del torso femenino.
- Asistir a talleres como Hacer La Vista Gorda, que discute y naturaliza la exposición de cuerpos disidentes. También leer el libro Cuerpos Sin Patrones.
- Apoyar el trabajo de grupos como Anybody Argentina, organización que lucha contra el odio corporal visibilizando todo tipo de cuerpes, en forma multiplicada no sólo como gesta individual.
- Explorar redes y espacios digitales que sí permitan mostrar desnudez sin restricciones de género. Por ejemplo, la nueva red social Cheekky. (O doblar las reglas de las redes convencionales)
- Desconfiar de lo establecido y lo repetido. La revolución se hace rompiendo sistemas ajenos pero primero propios. Preguntarnos: ¿por qué estamos enviando/publicando esa foto? ¿Es auto-expresión, empoderamiento o domesticación?
Send nudes será libre o no será.
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