Marta nos hablar de cómo ir al baño puede ser un refugio entre hermanas y una muestra más de sororidad.
Muchas veces se ha hablado de cómo las mujeres tendemos a ir en grupo al baño. Y es que dentro de los servicios de bares, restaurantes y discotecas hemos vivido encuentros realmente especiales.
Lo mismo era el momento de comentar lo que sentíamos por aquella persona y ver que opinaban las demás de si el viento soplaba o no a tu favor o igual la que no fumaba oficialmente aprovechaba a darle unas caladas al cigarrillo -fumar es malo, no lo hagáis- o te abrías en canal porque estabas pasando un mal momento.
Los baños se han convertido muchas veces en sitios íntimos, privados, refugios seguros y muy compartidos.
Todas hemos apoyado a aquella chica que estaba llorando en el baño porque le habían roto el corazón y todas, en un momento dado, hemos recibido ayuda de otra de nosotras que no nos conocía de nada. Así de maravillo y altruista.
Lo mismo era dar o que te diesen una compresa, papel o un tampón, que el consejo más tonto o más importante de tu vida.
En los baños hemos llorado, reído, cantado una canción a pleno pulmón, sufrido ante la cola y la urgencia de miccionar, hemos hablado de cosas triviales y de otras que sentíamos de vida o muerte. Hemos sujetado el pelo a quien se encontraba mal y quería vomitar al igual que hemos sonreído a su reflejo en el espejo cuando ella no encontraba la fuerza para hacerlo.
Hemos sostenido copas y atrancado puertas. Compartido maquillaje y salpicado con el agua. Hemos bailado, confesado e interactuado entre nosotras ignorando aquello que se nos vendía en cuestión de rivalidad femenina y dejándonos ser nosotras.
Es un espacio que no nos es ajeno, en el que hemos compartido y sentido la sororidad. Un espacio de unión.
Son lugares que valen más por lo que callan que por lo que cuentan. Y cuentan muchas cosas. Pintadas en las puertas de enamoramientos breves e idílicos junto con mensajes de advertencia “cuidado con X que no es buena persona”. Mensajes en grupo en el que todas plasmaban sus nombres con un clásico “han estado aquí” y la fecha.
Avisos, recuerdos, sueños. Todo plasmado con rotulador, bolígrafo, típex y llaves.
Esos mensajes van más allá del vandalismo, son comunicación. Entre nosotras. Para nosotras.
Pero también tenemos un problemilla: el tener que mear haciendo malabarismos para no tocar la taza. ¿Por qué? porque esta puede tener de todo, desde pisadas hasta gotas de vete a saber cuantas e incluso un regalito de alguien que olvidó tirar de la cadena antes de salir.
La realidad es que cuando abre un negocio -bar, pub, restaurante, discoteca, cine- el baño está limpio. De hecho es muy probable -mucho- que lo haya limpiado una de nosotras, una mujer. Por eso un acto más de sororidad sería que todas lo utilizásemos como lo hacemos en casa, es decir, sentadas, tranquilas, limpiándo si por algo hemos manchado, tirando de la cadena y bajando la tapa.
Porque de esa forma todas podremos mear sentadas. Todas podremos ir tranquilas y, si te apoyas, difícil es que manchemos o salpiquemos.
Por eso os animo a esta revolución, a la revolución de las letrinas, a recordar que antes y después de ti vendrá una de tus hermanas y a hacerlo lo mejor posible.
¿Qué os parece? ¿Os unís a la revolución?
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Este artículo se lo quiero dedicar a todas esas mujeres que han compartido baño conmigo y en especial a Mines que, a pesar de no hablar tanto como nos gustaría, de estar en la distancia y de no compartir habitualmente baños, cuando lo hicimos las dos hace poco, habíamos pensado en esto mismo y nos habíamos plantado en la idea de “yo me siento, por mi, por la que vendrá, por sororidad”.
2 Comentarios
Ayyy, ojalá este artículo dé mil veces al mundo y todas podamos descansar nuestras posaderas y hacer sentadillas solo cuando nos lo pida la monitora del gimnasio! 😂
Qué ilusión encontrar a hermanas que, una vez más, te recuerdan que no estás sola.
Y qué emoción tu dedicatoria. 💜💜💜
💜 seguro que lo conseguimos! 💜