Soy vegetariana, discupen las molestias

Ilustración de Laura Farlete

Normalmente no digo que soy vegetariana. No es que lo esconda, es que
simplemente son cosas de mí que no comento. Igual que no digo mi signo del zodiaco o cuál es mi capítulo favorito de Stranger Things.
Sin embargo, a veces siento que debería llevar una pegatina en la frente que pusiera: “Hola, soy vegetariana. Disculpen las molestias”. ¿Por qué? Pues porque me he dado cuenta de que algunas personas tienen una actitud extraña hacia esta opción alimenticia.


Os puedo asegurar que yo no doy sermones a nadie sobre lo que debe o no
comer. Entiendo que cada unx es libre de hacer lo que considere mejor para su cuerpo, y sin embargo, cuando rechazo un plato diciendo que no como carne ni pescado, me llueven comentarios sobre las carencias nutricionales que seguro que tengo, sobre la utilidad probada de la pirámide alimenticia y sobre conocidxs que optaron por no comer animales y ahora están enfermxs.

Estaba acostumbrada a que reaccionaran así, (a la defensiva) si comentaba que era feminista, pero que también me suceda cuando hablo de comida, me da qué pensar. Soy vegetariana desde hace más de cinco años y, al principio, achacaba esos comentarios al desconocimiento, pero ahora que cada vez más personas eligen esta opción, e incluso que muchxs personajes famosxs se declaran vegetarianos y veganos, poniéndolo casi de moda, ya no estoy tan segura. De hecho, empiezo a temer, que cuanto más progres y modernxs nos consideramos, más atrapadxs estamos en nuestra realidad individual. Que cuanta más información tenemos, más recelo sentimos a usarla para ampliar horizontes y salir de nuestra zona de confort; que no es que estemos asustadxs ante el cambio sino que nos paralizamos.

Quizá por eso, cuando alguien se presenta diciendo que hace algo diferente, que pone en entredicho cómo se han hecho las cosas hasta el momento y propone un cambio, las reacciones son adversas. Y esto me lleva a preguntarme ¿cómo pretendemos mejorar una sociedad entera si ya los cambios individuales nos aterran? ¿Por qué sentimos ese desasosiego? ¿Quién sale ganando con nuestra parálisis?

Tal vez sea hora de empezar a analizar de dónde nos vienen esos recelos, de qué fuentes, de qué aprendizajes y comenzar a deconstruirlos para poder liberarnos de la mayor de las prisiones, que es la mental.
Y que como todxs sabemos, está hecha de barrotes de sólido miedo.

Teresa Lozano Martínez, 37 años, Madrid.
Instagram: @desamorycolera

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