La crianza feminista

Una madre feminista se planta ante un acontecimiento deportivo infantil con segregación por sexo.

Ilustración de Inés Marco

Hace unas semanas, mi hijo comenzó su segundo curso de Educación Infantil. Tiene 4 años. Y con el curso, llegaron las primeras convocatorias de carreras solidarias, una forma estupenda de pasar un domingo al aire libre y haciendo deporte en familia.

Nosotros no somos lo que se dice una familia deportista, debo confesar. He hecho natación y yoga/pilates durante años, pero porque mi espalda no me permitía dejarlo. Mi pareja dedica su poco tiempo libre a la tecnología y la programación, y nuestro hijo prefiere horas de juego en casa con sus playmobil, su cocinita o sus cuentos antes que correr delante de un balón. Pero estas convocatorias despertaban en mí ese sueño de ser esa familia sanota y deportista, con buen color y buen aguante en las actividades cardio. Ja!

La primera carrera no se hizo esperar: “14ª Carrera de la Infancia”, organizada por AlCampo. La convocatoria apareció en septiembre en el grupo de whatsapp del colegio y la abrí enseguida para informarme del cómo, el dónde y el porqué. Todo me encajaba, excepto una cosa: las carreras estaban segregadas por sexo. Y no solo las carreras de mayores de 18 años, no. También las carreras de les más peques (desde los 4 años en adelante). Mi asombro fue instantáneo. Incluso pensé, en un primer momento, que no estaba entendiendo bien la tabla de grupos, tiempos de salida, distancias, etc. Pero no. Lo estaba entendiendo perfectamente.

Lo tuve muy claro desde el principio. En mi escala de valores, mis principios como madre feminista estaban muy por encima de la asistencia a una actividad deportiva y solidaria. No iba a poner a mi hijo en la tesitura de ver a sus compañeras de clase (una de ellas es, de hecho, una máquina de correr) en un grupo separado. Ni a mí misma en la tesitura de tener que explicarle el porqué.

Si en la escuela pública se hace semejante esfuerzo por difuminar ese muro que durante siglos se ha erigido entre hombres y mujeres, ofreciendo actividades en igualdad, educación física en igualdad, juegos de patio en igualdad… ¿de dónde viene esta anacrónica separación en una jornada deportiva en la que niñas y niños podrían disfrutar juntes como un equipo, igual que lo hacen en el cole?

La respuesta es evidente: la separación proviene de una emulación del deporte adulto profesional. La gran mayoría de disciplinas deportivas a nivel adulto cuentan con esta separación. No voy a entrar en si esta categorización es justa o no, en si tiene una base biológica o tiene una base cultural, en si el cuerpo de la mujer y del hombre son capaces de las mismas hazañas físicas o no. Pero esto no es una excusa. No estamos ante una competición clasificatoria, ni profesional. Estamos ante un evento solidario, lúdico y educativo. Sí, educativo, porque todo educa y porque todes tenemos responsabilidad educativa: las ciudades, las personas que las habitamos, las que diseñan las políticas públicas, las que publican contenidos en los medios de comunicación, las que comercializan productos. Y un evento deportivo familiar EDUCA. Les peques normalizan la separación, la diferenciación, la contraposición ellas-nosotros / ellos-nosotras.

No creo que nadie en la clase de infantil de mi hijo haya pasado por la pubertad aún (aunque cada vez se dé más temprana gracias a nuestra exposición a disruptores hormonales, pero bueno, esa es otra historia, jeje). Por lo tanto, no creo que se den diferencias en los niveles de testosterona de unes y otres como para hacer “injusta” o “desigual” una carrera lúdica de 200m.

Dejémonos de chorradas y prestemos atención a lo que hacemos como personas adultas, porque, queridas: todo importa. La perspectiva de género debe ser transversal e interseccional, y eso incluye también la responsabilidad que ostentan, en este caso, les organizadores de esta carrera. Por mi parte, ya envié a la organización mi petición de igualdad para la convocatoria del año que viene. Mucho buen rollito y mucha paciencia pedagógica, que soy madre de un pequeño y de eso tengo un rato. Pero con las personas adultas la paciencia cada vez me da para menos. El mensaje que envié fue claro y amable, pero firme. Esto es inaudito a estas alturas de la película, y elles deben saberlo.

Así que, si eres madre y te encuentras en una situación similar, no te calles. Hay muchas familias a las que esta segregación le sigue pareciendo lo más normal del mundo (de hecho, gran parte de la clase de mi hijo fue y nadie comentó nada al respecto de la separación) y van a seguir consumiendo este tipo de productos. Si nosotras, las que sí vemos con mirada crítica, nos callamos, nada cambiará.

Siento decirte que, si quieres un cambio real, vas a tener que convertirte en la madre porculera que pone “peros” a ciertos planteamientos en el cole, la familia extensa, tu ciudad. El desarrollo de las niñas y niños, de las personas adultas del futuro, dependen de ello. Merece la pena, ¿no crees?

Cuéntame en comentarios en qué situaciones has tenido que coger aire y valor para decir que NO a algo relacionado con tus hijes o su crianza / educación. Inspirémonos entre todas.

Mines (37), la porculera madre ecofeminista de tu AMPA.

@minessotariver


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