Hace unas semanas atrás, la televisión Argentina fue espacio para que una activista de las cuerpas gordas y modelo extra large fuera víctima desde el sillón de un estudio de televisión de una incomprensible catarata de agresiones, cuestionamientos y burlas socavadas a su lucha y a su imagen.
Brenda Mato -así el nombre de la activista en cuestión- supo responder con altura y dignidad a los planteos que un grupo de mujeres hegemónicas y para nada especialistas de la salud le hacían sobre su peso, su alimentación, su estilo de vida. Se habló de colesterol, de sistema circulatorio, de obesidad, de una vida que probablemente sería más corta que la de cualquier otra persona.
Estas mujeres, muchas de ellas vinculadas a negocios y canjes con productos que venden un solo ideal de belleza, caras de marcas de ropa que no respetan la ley de talles y pseudo reinas del fitness hicieron evidente lo que todavía hoy en día una parte importante de la sociedad argentina piensa y cree sobre las cuerpas y las identidades gordas.
Al mismo tiempo que esto ocurre, las publicidades actuales muestran una clara tendencia a incluir sloganes y frases de moda, los que quedan bien hoy en día: que la mujer es valiente, que no hay nada imposible, que por el sólo hecho de ser mujeres somos fuertes, que no se nos está permitido fracasar porque todo lo que soñemos es posible. Claro, salvo que nuestro sueño sea vivir en un mundo donde a les gordes se nos respete y se nos acepte tal cual somos sin cuestionamientos.
Las grandes empresas nos hablan de ropa sin género o nos muestran mujeres felices que bailan semidesnudas en sus baños pero a la hora de visitar sus locales encontramos que las prendas siguen siendo igual de pequeñas e inaccesibles para quienes poseemos cuerpas más grandes que lo aceptado (no diré más grandes que el promedio porque me permito dudar que la delgadez extrema que proponen estas marcas sea el promedio).
Así es difícil sentirse incluide y respetade.
Las redes sociales, como todo, tienen muchos elementos positivos y tantos otros negativos. Sirven de pantalla para que las marcas tengan un lugar más en el cual enviarnos mensajes agresivos, humillantes y críticos sobre nuestras identidades, nuestros cuerpos, nuestras decisiones. Pero también son las redes sociales tal vez el único espacio en el cual quienes caemos por fuera de la norma de los patrones hegemónicos podemos presentar batalla, podemos respirar un poco de tanta exigencia e imposición.
Acostumbradas las empresas y los titireteros del patriarcado más cruel a que en los medios tradicionales sólo se escuche una voz, pretenden actuar del mismo modo con las redes. Y encuentran una tarea mucho más difícil, porque es allí donde nacieron muchas voces, muchas historias de todo tipo que cuentan sus experiencias de lucha y nos conmueven porque crecimos pensando que estábamos soles.
En las redes sociales ha crecido de manera impresionante en los últimos años la cantidad de cuentas tanto personales como comunitarias que invitan a repensar esos ideales de belleza hegemónica. Su trabajo es central para revertir esa omnipresencia de un sólo discurso, el que es políticamente correcto y dice tolerar pero que en realidad reproduce la gordofobia.
Pero ahí no queda todo. En la vida ‘no virtual’ la conciencia también va creciendo. En Argentina todos los años se celebra para el mes de octubre el Encuentro Nacional de Mujeres (que a partir de este año ha comenzado a llamarse Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias). Cada año cientos de miles de luchadoras se congregan en una ciudad a debatir cuestiones relacionadas con el feminismo. En los últimos años, uno de los talleres que más ha crecido y ganado espacio es el referido a la lucha contra la gordofobia. No es simplemente una linda pantalla de autoaceptacion, tolerancia y vida positiva. Es juntarse con otres a reflexionar, hablar, intercambiar ideas sobre las problemáticas que más afectan a les gordes y cómo prepararnos mejor para ese mundo que nos espera afuera.
El impacto que los mensajes de crítica sobre las cuerpas gordas tienen sobre las mujeres niñas, adolescentes y jóvenes es mucho más fuerte de lo que podemos registrar. Crecemos aprendiendo a odiarnos y a sentir que somos culpables de algún mal extraño que nos hizo deformes, que no tuvimos la suerte de ser tocadas con la varita de la delgadez, de las piernas sin celulitis o de los brazos torneados.
La gordofobia mata. Eso es asi.
Son muchos los casos de desórdenes alimenticios, de muertes o lesiones causadas por intervenciones quirúrgicas mal resueltas. ¿De dónde nace tanto interés por denostar a la gordura, a la obesidad? ¿Por qué aplicamos sobre esos cuerpos un caudal extra de prejuicios que no aplicamos sobre otros cuerpos? ¿Por qué cuesta tanto ser gorde y no recibir acusaciones, consejos o incluso elogios no pedidos cuando parecemos haber bajado nuestro peso?
Ya sea desde la ignorancia, desde la malicia o desde la simple incomprensión, estás actitudes sostienen una forma de pensar que podría haber sido vista como normal hace veinte o treinta años atrás pero que hoy ya no es sostenible si pretendemos hacer que la sociedad sea más justa e inclusiva para todes. La gordofobia no puede tolerarse más. No es una cuestión de si otres nos aceptan o no, nos toleran o no.
1 Comentario
A mí me ha tocado ver como la gordofobia o las inseguridades del cuerpo afectan también a los hombres. Y que también es un tema MUY tabú, por ejemplo, «como hombre no puedes tener vergüenza de tu cuerpo», «deber ser atlético», «debes ser alto». Este es un tema que afecta a todos, los hombres también vienen en variedad de tamaños y formas, y sientes inseguridades al respecto.
Mi novio fue «gordo» cuando chico y la verdad que lo acomplejó muchísimo hasta el día de hoy. Hoy lleva una vida sana y hace deporte, lo cual es súper bueno. Pero aún tiene ese estigma de que ser «gordo» es que no estás sano, que no te alimentas bien (por todo lo que le tocó vivir a él cuando joven). Cómo se evalúa esa delgada línea? Cuándo deberíamos preocuparnos porque el peso afecte la salud mental y física de alguien que queremos? Cómo ayudar a entender que no siempre «gordura» es sinónimo de enfermedad y cuando «lo es».
No comparto para nada ese pensamiento, pero a la vez me entra en duda cómo afrontar esa línea tan delgada y polémica.
Saludos.