Abrazar el caos para encontrar la calma

Conocerse y quererse a une misme puede empezar por esto.

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Ilustrado por Paula C.

Incoherencia e incongruencia son nombres femeninos.

Se definen como “falta total de coherencia entre varias ideas, acciones o cosas” o como “conducta o expresión que contradice a otra, o no guarda con ella una relación lógica”,

uno de sus sinónimos es barbaridad.

Sus contrarios son la congruencia y la coherencia, ¿la ciencia?

El positivismo, la objetividad… anhelos androcéntricos que quizás anulan la creatividad.

¿Y si abrazáramos el caos? ¿y si desterráramos a un segundo plano las pretensiones de universalidad, orden y lógica? 

Caos se define como “desorden o confusión absolutos” o como “estado originario y confuso de la materia que se supone anterior a la ordenación del universo”, así pues regresar al caos que existía en el origen puede darnos una oportunidad de reconstruir el mundo. 

Montaríamos un nuevo orden, quizás incoherente, pero seguro que vivo, empático, redondeado -y nunca anguloso-, fluido, amante.

El caos también es impredecible, no responde a patrones rígidos. El caos existe para que la sorpresa se manifieste. El desorden y la rebelión son los escenarios del verdadero cambio. 

No pretendamos ser coherentes todo el tiempo. En este empeño se esconde un deseo impuesto de domar el caos que vive en nuestro interior. Porque estamos hechxs de átomos ancestrales y estos nacieron de un polvo crítico, desordenado, explosivo, vivo. 

Quizás la solución a nuestros malestares reside en una apuesta por abrazar lo incongruente, lo que a simple vista parece no tener sentido. 

Permitámonos la falta total de sentido, escuchemos más a ese caos originario que nos habita, fluyamos de forma más desinteresada por el río incesante de la vida. 

Se trataría, en última instancia de intentar:

Celebrar la incoherencia.

Habitar la tensión.

Abrazar lo intangible.

Permitirnos el no saber.

Relajarnos al asumir que está bien confundirse, errar, no tener todas las respuestas y fallar.

Respirar el día en que aceptamos nuestras aristas, todas

y rechazamos los dogmas, todos.

En toda acción hay resistencias, en toda reacción hay grietas

nada es un círculo cerrado

todo es una onda expansiva, inabarcable, abierta

como el universo que nos habita.

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