Desde Argentina, Cecilia nos cuenta sobre la Educación Sexual Integral, una ley nacional que todavía hoy se busca implementar con muchos obstáculos y limitaciones. ¿Por qué es importante que esta ley se haga real?
¿Cuántas veces en tu vida te encontraste pensando ‘¿Para qué sirve estar o pasar tanto tiempo en la escuela?‘ o ‘¿Para qué es necesario que sigan existiendo las instituciones educativas si hoy la información circula por todos lados?‘ o muchas ideas similares? Vivimos en una época en la que la educación tradicional y tal como la hemos conocido a lo largo de nuestra vida se encuentra en su mayor punto de cuestionamiento. Las redes sociales, internet, los medios de comunicación masiva han hecho que la información, el contenido que antes se impartía predominantemente en los colegios hoy se encuentre descentralizado en un sinfín de espacios y lugares. Esto ha democratizado la palabra y el conocimiento pero también los ha hecho multiplicarse de manera infinita en un número de voces tan irregulares como difíciles de contener.
Aunque estamos todes de acuerdo en que las instituciones educativas deben prestarse a un trabajo de revisión profunda y de mejora de gran alcance, también tenemos que reconocer que son ellas tal vez algunos de los únicos espacios y ámbitos donde niñes, jóvenes y adolescentes aún hoy pueden sentirse contenides, pueden aprender junto con otres, pueden ser parte de una cotidianeidad colectiva, algo así como una puesta en común de la realidad. Mientras otras instituciones sociales y culturales enfrentan una clara desestructuración ante la sociedad moderna, la escuela pareciera ser la única que puede seguir dando algunas respuestas y soluciones a problemáticas de largo alcance.
En este sentido, uno de los elementos que mayor nivel de compromiso nos implica a quienes trabajamos en el mundo educativo es cómo construir una educación inclusiva, dónde todes les niñes y adolescentes se puedan sentir representades. Cómo construir una educación que les enseñe a cuidar de sí mismes en una sociedad violenta, discriminatoria, abandónica y muchas veces perturbadora. Cómo elaborar junto con elles lazos afectivos sanos y responsables en los que el consentimiento mutuo sea la regla y no la excepción. Donde los cuerpos sean respetados tengan la forma o el género que sea. Aquí es donde la educación sexual integral tiene un valor central, un lugar que, podríamos decir casi con certeza absoluta, no tienen ninguno de los otros centros productores de contenidos, información o sentido.
En la Argentina la educación sexual integral (usualmente denominada ESI) es ley desde el año 2006. Esto no ha querido decir, sin embargo, que su implementación haya sido inmediata o mucho menos universal. La ley 26.150 que establece a la ESI como política de Estado se ha encontrado con numerosos obstáculos a enfrentar, comenzando por la indiferencia o ignorancia sobre el tema de quienes debían aplicarla, pasando por instituciones educativas de tipo religioso que se han enfrentado a su implementación hasta grupos de padres que han hecho apariciones violentas en colegios deseando impedir que ‘se enseñe a sus hijos a tener sexo’ (esto según sus palabras, claro está).
El avance del feminismo, de la lucha por visibilizar la desigualdad de las mujeres y disidencias, la aparición en escena del concepto de femicidio, la incontable cantidad de casos anuales de mujeres, travestis, trans, lesbianas y gays que desaparecen, sufren violencia, son discriminades o incluso aparecen muertes son sólo algunos de los elementos que han acelerado la necesidad de que la ESI sea parte central de la educación actual argentina. Esto y el hecho de que muches docentes han trabajado, insistido y luchado para que la misma sea reconocida como un espacio obligatorio, transversal y de tratamiento urgente en casa institución educativa.
¿En qué consiste la ESI?
La ESI es entendida desde su sanción en forma de ley en el año 2006 como un derecho para todes les niñes, adolescentes y jóvenes del país. Esto, que parece un detalle, la transforma en algo a ser respetado y cumplimentado ya que al considerársela un derecho el no incluirla en los planes de estudio sería directamente violar un derecho que corresponde cumplir. Pero además la ESI entendida de esta forma es puesta en el centro de atención como una parte más del trayecto educativo que todes les estudiantes del país deben realizar para obtener la certificación o título que corresponda. Así, aquellas instituciones que no la respeten estarán faltando a la verdad y al derecho de sus estudiantes a ser educades bajo los preceptos que establece la ley. Algo así como no enseñarles biología, historia o geografía a pesar de que esos contenidos sean parte del plan de estudios. Nunca ocurriría algo así.
La ESI tiene como principal objetivo trabajar sobre el respeto a la identidad de cada niñe y adolescente. Aparece entonces algo novedoso que es abrir las puertas para que cada individue pueda construir libre y plenamente su propia identidad de acuerdo a su sentir, a su historia personal, a sus deseos y a su elección. Frente a décadas de educación tradicional que nos enseñaba cómo debíamos comportarnos según fuéramos niñas o niños (sin la posibilidad de que exista un ‘niñes’), esto es un gran paso adelante. Así, la educación sexual integral, tal como lo dice su nombre busca cambiar el paradigma y dejar claro que la identidad de una persona no se limita sólo a la parte biológica o física sino que incluye aspectos emocionales, sociales, culturales, históricos, económicos, etc.
Es en este momento, llegado a este punto, cuando se abre una nueva idea: el trabajo con la ESI deja de ser responsabilidad de algunes docentes, usualmente aquelles responsables de las áreas de biología o ciencias naturales. La ESI es comprendida como una responsabilidad de todos les actores sociales que juegan dentro de una institución educativa y por eso su implementación es transversal y colectiva.
La educación sexual integral en Argentina nos invita como adultes a abrir espacios de trabajo conjunto con quiénes son estudiantes ya que no se trata de impartir conocimientos de modo tradicional sino de abrazar dentro del aula, de los pasillos, del patio, de cualquier oficina de la institución las dudas o preguntas que puedan surgir, las historias personales, etcm, y crear a partir de ellas espacios seguros dónde les menores de edad sientan que son respetades, escuchadas, etc.
Cómo todo plan educativo, la ley de educación sexual integral establece un marco normativo dónde ciertos contenidos deben ser trabajados e impulsa una estructura relativamente fija para cada instancia o nivel educativo. Temas como el autoconocimiento del cuerpo, el consentimiento, el saber decir no, el poder reconocer lo que deseamos que ocurra y lo que no, qué tipos de vínculos son sanos y qué vínculos no, la violencia en sus diferentes formas, la desigualdad entre hombres y mujeres, los noviazgos violentos, los femicidios, la libertad de decidir sobre nuestra identidad y realidad son sólo algunos de los que está ley invita a trabajar en cada espacio educativo. Cuestiones como dogmas religiosos o creencias familiares pueden ser tenidos en cuenta para crear debates pero de ningún modo se convierten en verdades universales, y ahí tal vez una explicación del por qué de tan férrea oposición a esta ley desde sectores religiosos y de padres.
Los años van pasando y aunque la ley cuenta ya con más de diez años de existencia, son sólo unos pocos de implementación real y cotidiana en todas las instituciones de manera obligatoria. Sin embargo, los cambios se van observando: niñes y adolescentes más conscientes de sí mismes, que saben lo que se puede hacer y lo que no, más conscientes sobre lo que deben permitir y lo que no (muches por ejemplo suelen observar y reclamar ante comentarios desafortunados de docentes que hacen juicios sobre sus vidas personales). Por poner un ejemplo, las estadísticas nos señalan que desde que está ley se ha comenzado a implementar son muchas más las denuncias por abusos intrafamiliares, una de las formas de abuso más terribles que hay porque se da en el silencio y en la oscuridad del propio hogar, usualmente perpetrada por adultos que tienen un vínculo de poder y muchas veces de confianza con les menores, por lo cual su reconocimiento es mucho más complejo. Este logro que nos hace evidente algo que siempre quedó oculto bajo la hipocresía y la tradición de muchas familias es sin dudas algo donde la ESI ha tenido mucho que ver.
Como ocurre con toda ley, la implementación la ESI llevará tiempo y serán muchos los obstáculos que se seguirán poniendo hasta que sean las próximas generaciones quienes la tengan tan naturalizada que su ausencia será en si misma un escándalo. Como adultes y responsables de menores de edad en centros educativos es nuestra responsabilidad directa hacernos cargo de asegurar este derecho y contribuir a crear una sociedad más justa, igualitaria e inclusiva.
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