El trabajo, los cuidados, la carga mental y todo ello con un aspecto estupendo como si acabases de salir de un spa, ¿es eso ser una buena mujer?
No tengo un cuerpo normativo.
Decido qué hacer con el pelo de mi cuerpo.
Elijo no maquillarme o hacerlo.
Olvido el sujetador y hace más de 10 años que decidí nunca más subirme a unos tacones.
No trabajo en una empresa ni tengo horario de oficina.
Elijo no ser madre.
Y amo cuando y cómo quiero.
Todo ello reconociendo mis privilegios.
Aún así no resulta fácil porque siempre vives en lucha.
En lucha con esa imagen que se espera de ti.
Con el entorno que juzga.
Con comentarios hostiles.
Porque cuando no haces lo que ‘se supone’ que tienes que hacer hay personas que se sienten incómodas.
Incómoda es la carga mental.
Incómodo es tener que hacer malabarismos para cumplir todos esos supuestos requisitos que te convierten en una ‘buena mujer’. Sin importar lo que sientas respecto a ello.
Sorprendentemente no hacerlo te manda automáticamente al otro lado del espectro, el de ‘mala mujer’. Alguien de quien dudar y desconfiar.
Absurdo es sentir que tu vida ya fue escrita en el momento que naciste con determinados genitales.
Absurda la incapacidad de tu entorno para entender que tienes tus propios sueños y tomas tus propias decisiones.
Y aún así, el sistema está perfectamente creado para que, si te despistas un momento, te descubras a ti misma justificándote y dando explicaciones.
¡Auch! He caído.
En expresar los mil motivos que me llevan a cada acción.
En abrazar un millón de excusas de porqué está bien hacer lo que una hace.
Cuando no es necesario.
Porque en esta vida haz lo que quieras y puedas con lo que tengas.
Guiándote por una única razón: que te haga sentir bien.
Que sientas que esa eres tú.
Una buena mujer hecha a tu medida.
Elige quedarte con lo que te convenga que esa es una de las mayores victorias del feminismo. Que puedas ser tú.
Y lucha.
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