La diversidad sigue pareciendo blanca

La diversidad sigue pareciendo blanca
Ilustración de Leire Martin Curto

Estamos en marzo, ese mes, donde la resaca cinéfila está en lo más alto, después de que hayan acabado todos los festivales, entregas de premios y quinielas. La mejor época para ver mucho cine, semana tras semana, y hartarte.

También es el mes por excelencia de la mujer. Desde las instituciones se marcan con rojo el mes de marzo, para celebrar nuestra existencia, y programar todo lo feminista del universo. Y en rojo también, el mes de noviembre para celebrar las violencias que sufrimos. El resto del año somos sólo una cifra, el de las asesinadas. Entre esas realidades, la del glamour de Hollywood y la muerte, siempre nos quedará el cine, las películas, y sus personajes. Unos arquetipos de mujer tendentes a ser: blancas, heterosexuales, cis, de entre 20 y 40 años, generalmente guapas y normotípicas.

Dentro de ese mundo ficticio hay personajes maravillosos, que nos atraviesan, por lo que vemos y reconocemos, o por lo que no sabemos y nos hacen sentir. Benedicta Sánchez, de 85 años, Scarlet Johanson de 35 años, Viktoria Miroshnichenko de 25 años, y Mariana Di Girolamo interpretan a cuatro de mis personajas favoritas del 2019.

Lo que arde. Benedicta Sánchez. Galicia, España, 2019. Director: Oliver Laxe

Benedicta Sánchez es Benedicta. En España, hoy,  mucha gente sabe quién es ella. Se ha llevado un Goya, a mejor actriz revelación, por intepretar a una señora gallega de 85 años en Lo que arde. Una película sobre los incendios en Galicia. Una película en la que casi no se habla, donde esta señora es real. Tiene sus arrugas, su flema gallega, su huerto, su cocina, sus vacas. Muestra una Galicia que reconocemos, una Galicia que probablemente en unos años sea documental. Veo a mi abuela, una señora de 93 años de León, cuando miro a Benedicta, y eso pasa muy raras veces en el cine. ¿Alguién recuerda un personaje de una mujer mayor en el que vea a su abuela?


Tráiler de la película Lo que arde

Historia de un matrimonio. Scarlet Johanson. Estados Unidos, 2019. Director: Noah Bauchman

Mujer, blanca, cis, heterosexual, de clase media, cultureta, estadounidense; casada con un tipo majo, atractivo, blanco, y madre de una criatura. Esa señora treintañera, en la piel de Scarlet Johanson, decide divorciarse de su marido, interpretado por Adam Driver, porque su vida, sin darse cuenta, se ha construido alrededor de las necesidades, los sueños y el bienestar de él. Una pareja maja, se quieren, pero el heteropatriarcado no deja títere con cabeza. Y a ella algo no le funciona, y le dice a su señor “hasta aquí”. Y hasta aquí, parece un triunfo, pero claro, el proceso es complejo, y la verdad que con Historia de un matrimonio vinculas, porque reconoces las emociones, de amor y desamor, la estructura familiar, los roles de género, los estereotipos, los deseos, y la falta de ellos.


Laura Dern, la abogada defensora de la señora divorciada mete un repaso al heteropatriarcado en dos minutos. ¡Brillante!

Una gran mujer (Beanpole). Rusia. Viktoria Miroshnichenko. 1945, Leningrado, Rusia. Director: Kantemir Balagov

Así de primeras, me da dolor volver a pensar en esta película, y en sus protagonistas. Y en las mierdas que acarrean las guerras a las mujeres.  La gran mujer del título, es una mujer, rusa, blanca, madre y enfermera, que tiene estrés postraumático. Trabaja en un hospital cuidando heridos de Guerra. En esa gran mujer, sus cicatrices de Guerra, son sus crisis de ausencia, y en ese vacío, que cada cuál imagine por qué la nada. Su amiga, compañera en el frente y visitante temporal en su casa, representa todas las heridas, psicológicas, físicas y emocionales a las que se nos somete a las mujeres en tiempos de guerras. Un personaje que no te cae muy bien, pero al que acabas entendiendo.

Si has visto 4 meses, 3 semanas y 2 días, esa misma sensación de puñetazo en el estómago tendrás con Una gran mujer .


Tráiler de Una gran mujer

Ema. Chile. Mariana Di Girolamo. Valparaíso, Chile, 2019. Director: Pablo Larraín

Vamos a quemarlo todo, mientras bailamos regeaton, y follamos un montón.  Mariana Di Girolamo interpreta a una bailarina, casada con un señor, muy guapo, Gael García Bernal, coreógrafo, 15 años mayor que ella, con el que tiene un hijo de adopción al que devuelven. Su deseo de ser madre, y el conflicto que genera ser o no serlo desencadena una película que quema.

Sólo pienso que esta generación nos da mil vueltas, y que hay cosas a las que no llego. Esta mujer dinamita las estructuras familiares, los vínculos amorosos, la orientación y el deseo, la monogamia, la sexualidad, el placer. Una Cristina Morales en personaje, anárquica, segura, directa, moderna, de chandal y plataforma. Como ruptura del tipo de mujer, me quedo con ella, por lo poco convencional y poético del personaje. Y por las ganas de dinamitar.


Tráiler de Ema

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