Las fases de las mujeres en Zambia

Una Frida (Irene) nos da datos concretos y duros sobre la realidad de las mujeres en Zambia, ¿pensaste en ellas alguna vez?

Ilustración de Marta A.

Aprovecharé las fechas para hablar de la mujer en todas sus fases en Zambia.

Empecemos por el final, el final para una mujer aquí ronda los 50. He tenido el placer de conocer tres ancianas, la más adulta tiene 73 y su apariencia es de unos 90.

La media de esperanza de vida aquí es de unos 63. Por lo tanto si quieren -aunque no quieran también- tener hijes y casarse lo hacen antes de los 25, de hecho de los 18 a los 20 es la edad idónea.

La mayoría deja los estudios sobre los 18, en el grado 12. Es decir no llegan a ir a la universidad. Miento, estas no son la mayoría, estas son las que se siguen formando un poquito después de secundaria y hacen la secundaria superior.

Por supuesto que hay quienes van a la universidad, éstas son las privilegiadas de pertenecer a una familia con dinero o con principios y ciertas posibilidades. Afortunadamente se pueden encontrar familias de clase media que se preocupan mucho por la educación, al igual que familias que querrían que sus hijos se formaran pero les va justo para comer más de una vez al día.

La mayoría dejan los estudios -si han llegado a ir en algún momento- con unos 12, después del grado siete. Es decir, realizan solo la primaria. De hecho el número de colegios de educación secundaria es solo de un 8 %, ya que cada tres cursos tienen que realizar un examen para cambiar de ciclo y menos de la mitad lo superan, ya sea por abandono voluntario, analfabetismo o baja por defunción.

A partir de esa edad ya pueden aprender las tareas de casa y preocuparse por encontrar a un hombre que les quiera para seguir la tradición que tanto miminiza a este país.

Hablemos de las niñas más vulnerables, las de las comunidades.

Las que con suerte tienen padres y no son huérfanas.

Las que tienen SIDA o sífilis y toman medicación a diario.

Las que, estén o no infectadas, saben lo que es el sexo con riesgo o el sexo saludable con tan sólo ocho años.

Las que cada tres meses tienen que hacerse la prueba del VIH en el caso de haber perdido a su madre por ello, que es muy común.

Las que nunca han ido al colegio.

Las que estan siendo o han sido violadas y lo ven como algo tan cotidiano que no son conscientes de que eso les vas a condicionar el resto de sus vidas.

Las que no han sido violadas pero serán sometidas a algún tipo de maltrato físico o psicológico (claro que aquí eso no tiene importancia).

Las que son obligadas a casarse por dinero para las familias.

Las que tendrán tres hijos con 20 y nada de satisfacción en sus venas. Por no hablar de la nula libertad que llenará sus días.

Hablemos de lo que nadie se atreve a hablar por miedo o vergüenza.

Hablemos de la sumisión inculcada, esa que les invita a callar o en alguno de los casos a hablar tan bajo que optas por no presionarle para que te responda.

Esas que les cuesta mirar a los ojos y que solo sonríen al escucharte intentando hablarle en su idioma.

Hablemos de ellas, ya que ellas no lo hacen.

Hablemos de sus madres, tías y abuelas porque todas ellas han sido esas niñas antes.

Nombremos ahora a las que sí que hablan, a las que se separan, a las que devuelven a sus maridos el dinero que ellos pagaron por ellas a sus padres.

A las que no soportan una paliza ni una borrachera más. (Prometo hablar de esto en otra ocasión, ya que es uno de los mayores problemas aquí, el alcoholismo y la silenciosa violencia de género).

Nombremos también a las que actúan, se ponen a cultivar y vender todo lo que les permita meter en esas cajas que se ponen en la cabeza, nombremos también al niñe que llevan cargando a la espalda, porque es así como trabajan.

Hablemos de las que me inspiran, de las que me llenan el alma y el estómago tanto con sus miradas como con sus deliciosas comidas hechas con amor y mucho, mucho coraje.

Hablemos de las que me avergüenzan, de las que han llegado a ser alguien por trabajar en una oficina y miran por encima del hombro a la que podría ser su madre vendiendo en la puerta de su trabajo.

Hablemos de todas las que se prostituyen en los campos con los trabajadores, tambien de las niñas que son obligadas a hacerlo.

Hablemos de las que me preguntan como son los hombres blancos en la cama, las que me recomiendan probar a un tonga, a un bemba o a cualquier zambiano.

También de las que se sorprenden cuando les digo que me encantan los hombres y no llevo idea de casarme, las que se ríen con mis comentarios, aunque el choque cultural les impida entenderlos.

Hablemos de las que me confiesan que no les gusta el sexo y que lo hacen por obligación para cumplir con su marido o que nunca han tenido un orgasmo.

También de las que me dicen que les encanta porque lo disfrutan tanto como ellos.

Hablemos de las que me dicen que me tape las rodillas para que no me viole nadie por la calle, pero que aceptan que soy europea y que pueda llevar falda sin sentir pudor.

Hablemos de las que me miran , me saludan y me sonríen.

Hablemos de las que me ignoran, critican y someten.

Hablemos de las que esconden su sexualidad para no ser mandadas directamente a la cárcel.

Hablemos de la diferencia entre color pero no de derechos.

Hablemos de que no importa ni quien sea ni de donde venga, si no de que estoy aquí con ellas trabajando mano a mano por y para sus derechos y su dignidad como persona.

Hablemos de que no necesitamos venir a un país como Zambia para ver tantas injusticias, quizás nuestra vecina este pasando por lo mismo.

Hablemos de lo feliz que estoy por ser mujer, de conocer y tener en mi vida cerca o lejos a mujeres maravillosas que me inspiran a seguir siendo quien soy.

Hablemos de las infectadas por envidia y sosiego que me he ido encontrando en mi camino y que afortunadamente me repelen tanto como yo a ellas.

Hablemos de que nunca me voy a sentir libre del todo hasta que todas las mujeres que conozca lo sean.

Hablemos que no buscamos respeto por ser hermanas, madres o hijas si no, por ser personas.

Hablemos de ti, de mí o de cualquiera.

Hablemos en plural, en pack, juntas y de la mano.

Hablemos de esperanza porque prefiero morir con ella dentro, que vivir sin conocerla.

Hablemos de orgullo cuando una mujer lidera y también cuando un hombre feminista lo hace.

Hablemos de igualdad de derechos, no sólo de mejora en ellos.

Hablemos, pero sin gritar. Sino, por mucha razón que tengamos, será fácil perderla.

Desde Zambia con mucho amor, orgullo, respeto y dignidad por ellas y nosotras, por sus ancestras y las nuestras y sobre todo por todas las que vendrán.

Hablemos y no solo eso, actuemos, actuemos con diligencia y en consecuencia, no por ser mujeres, sino, por ser humanas. Si no lo hacemos, seremos irremediablemente cómplices de todo lo que pasa y dejamos que pase.

CON AMOR, Irene Lushomo desde Tarragona

las mujeres de Zambia

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