Una llamada a reflexionar por qué nos gusta lo que nos gusta y de dónde nos viene, para ser capaces de reconocer nuestros propios prejuicios.
Hace un par de noches, en una conversación entre amigas, surgió el tema de los estereotipos y entre ellos el de belleza. Una de ellas defendía el hecho de usar maquillaje, depilarse o someterse a cirugía estética, si eso era lo que te hacía feliz. Defendía que no hay por qué hacer todo eso por un hombre, una puede hacerlo para gustarse a sí misma. Y por ese motivo lo definía como un acto feminista.
-«Ser feminista no significa ser fea o descuidada«.- Argumentaba. Y yo estoy de acuerdo. Al igual que sostengo que cada mujer se adhiera a su concepto de belleza, si eso la hace sentirse bien consigo misma, y no lo hace por obligación a nadie. Las dos asentimos respecto a esa afirmación. Pero mi reflexión ahonda un poco más profundo en la raíz de las cosas. Mi pregunta no es si está bien o mal usar maquillaje, depilarse, someterse a cirugía para tener mayores senos y nalgas, menor cintura, labios más gruesos, menos arrugas, etc. mi pregunta es ¿por qué nuestro estereotipo generalizado de belleza se conforma de estas características?
-«Este estereotipo de belleza está impuesto por el patriarcado«.- Le decía yo. «A pesar de que no sientes que nadie te lo imponga, está grabado en tu mente como parte de la educación que has recibido desde que naciste«.- Ella me miró pensativa, pero aún sin convencer.
«Imagina que en vez de en Europa hubieras nacido en una tribu de Etiopía, donde el canon de belleza femenino requiere insertar un plato en el labio inferior y orejas de las mujeres desde su niñez. Y mientras mayor sea la dilatación de labio y orejas, más bella y aceptada socialmente será la mujer. En ese caso defenderías esa estética porque esa sería tu idea de belleza«.- Esto la hizo pensar por un momento. «Te gusta tu concepto de belleza, pero no por ello significa que esté libre de influencias sociales/patriarcales, todo lo contrario«.-
Entonces me acordé de Ortega y Gasset, y de su filosofía perspectivista. Una de sus frases más ilustres afloró sin remedio en mi mente: Yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a ella no me salvo yo. «Déjame explicarte cómo interpreto su filosofía respecto a este tema».- le dije.
Imagínate que cuando estamos recién nacides, apenas existe barrera entre nuestros ojos y el mundo que nos rodea. Nuestro campo visual está limpio y abarca todo lo que queramos, vemos «la realidad» desde nuestra perspectiva pura e inocente.
Conforme vamos creciendo, en nuestra infancia, tanto nuestra familia como en la escuela, nos educan en lo que está bien o mal, en lo que es bonito o feo, en lo que da miedo o risa, en lo que es justo o injusto… De la mano de estas enseñanzas vienen algunos prejuicios, miedos, concepciones de la realidad y de nosotros mismes. Imagina que cada uno de ellos supone una línea opaca que se traza entre nuestros ojos y el «mundo exterior». Nuestro campo de visión se va llenando de líneas y ya «la realidad» no penetra completa y libre en nuestra mente; se cuartea al atravesar las líneas, y hay trocitos que directamente se quedan fuera de nuestros ojos.
A medida que vamos avanzando en nuestra vida, solemos añadir más y más líneas que nos impiden recibir la realidad libre y completa. El filtro se vuelve más compacto, y cada vez pasa menos por los huecos que quedan entre los juicios, miedos, sentimientos negativos, y etnocentrismo que configuran nuestra visión de la realidad. Esta visión, deformada y sesgada, es la placa base sobre la que socializamos, juzgamos, tomamos decisiones… es decir, sobre la que vivimos.
YO = yo + mi circunstancia
YO vivo todo el tiempo de mi vida interactuando con una realidad que no es «la realidad» sino una visión muy filtrada de la misma.
Por supuesto, cada filtro es individual. Algunas de las lineas que lo conforman corresponden a mi personalidad y a las vivencias que he experimentado, y que por supuesto no puedo cambiar. Y ésto es el yo.
Muchas de las líneas del filtro le pertenecen a la educación que he recibido de la sociedad en la que he crecido. Esto es mi circunstancia.
¿Estás de acuerdo con la ecuación? Mi conclusión es que el yo es la única constante, nuestras características intrínsecas y experiencias personales. Pero YO puedo cambiar si quiero. Porque aunque no puedo cambiar «la realidad» en sí, sí puedo eliminar muchas de las líneas de ese filtro que me impide recibir lo que el mundo tiene que ofrecerme de una manera abierta, libre, pura, natural y sencilla.
Une puede comenzar a limpiar su campo de visión siendo consciente de los prejuicios asentados por años en la mente. También de los miedos y de la ignorancia que nos lleva a juzgar lo desconocido. Y de la discriminación y el odio, que derivan de esas líneas tan gruesas como son el ego y etnocentrismo, las ideas preconcebidas y los estereotipos. Y una vez que el filtro -mi circunstancia– sea mucho más ligero, te aseguro que el YO de la ecuación será diferente; e interactuará con el mundo de una forma más justa, imparcial e íntegra que al principio.
NOTA: Éste artículo NO es una llamada al abandono del maquillaje, la cirugía estética, los tacones, etc. ni la feminidad como cada une la conceptualice en este momento. Sigo y seguiré defendiendo que cada persona haga y deshaga lo que quiera para gustarse a sí misme y sentirse bien. Es una llamada a reflexionar por qué nos gusta lo que nos gusta y de dónde nos viene. Y de cómo ser capaces de reconocer nuestros propios prejuicios y estereotipos en pos de un mundo más abierto de vista y de mente.
Los Comentarios están cerrados.