Una Frida (Silvia) nos comparte sus palabras llenas de angustia sobre la situaciones de les discapacitades ante el encierro forzoso. ¿Es que no es posible entender cómo sufre una persona aún en su propia casa?
Cuando el confinamiento obligatorio fue decretado en España, la situación de muchísimas personas cambió drásticamente; sin embargo, la mía y la de muches discapacitades, apenas. Por supuesto, tenía -y tengo- la preocupación por los numerosos fallecimientos y el empeoramiento de la situación de la población más vulnerable (muches de elles, discapacitades). Pero, por mi parte, yo ya había estado preparándome para este confinamiento aún sin haberlo previsto.
El semi confinamiento previo vino impuesto, en mi caso, no por el peligro que tendría si saliera de mi casa (como el caso de las personas inmunodeprimidas) o por la imposibilidad material de ello (como quienes tienen problemas de movilidad y sus hogares no están adaptados), sino porque mi cuerpo no llegaba a los niveles de energía requeridos para estar tiempo fuera de ella.
¿La respuesta que obtuve del mundo capaz (no discapacitado) en ese momento? “Tienes suerte, ¡puedes estar en tu casa todo el día!”. Dudo que lo vean tan fácil ahora. No fue fácil acostumbrarme, aún contando con el privilegio de tener mi propia casa y habitación, a esta falta de energía que me obligaba a pasar encerrade mucho más tiempo que antes.
Pero no solo está el confinamiento, también ahora el virus ha cambiado nuestras perspectivas futuras -empezando por el hecho de que todavía (en el momento en el que escribo esto) no se sabe cuándo o cómo finalizará este confinamiento- . Algo que también vino incluido con la enfermedad. Quizás lo más duro. Todo lo que tenía planeado, a corto y largo plazo, quedaba a disposición de un cuerpo que aún no sabía como iba a responder.
En este caso la respuesta de fuera fue “puedes seguir haciendo lo mismo, solo tienes que esforzarte un poco más”. Pues no, me temo que no. Creo que ahora nadie diría “podemos seguir haciendo lo mismo que antes, ¡solo que esforzándonos un poco más!”. No funciona así, por mucho que nos guste ir proclamando la manida -y falsa- frase “poder es querer”.
También, la inseguridad económica. Algo de lo que tristemente les discapacitades sabemos mucho, unes más que otres. Porque sí, cuando te quedas en tu casa lo haces, en la mayoría de los casos, sin salario alguno. La dependencia económica a nuestras familias es la regla general; aún cuando estos pueden convertirse en entornos abusivos que hacen la mejora del estado de salud imposible. Pero la alternativa es vivir en la calle –en España, casi una de cada cuatro personas sin hogar sufre alguna discapacidad.
Ahora los capaces podrían decir “entonces, “¿es una ventaja haber pasado por todo eso para así afrontar mejor el presente?” Ya se sabe, eso de romantizar las dificultades ajenas. Pues no. No estoy agradecida a mi enfermedad en nada. En todo caso, estoy agradecida a mí misma por como he podido hacerle frente, y le haré -porque sí, una vez que todo esto acabe, muches seguiremos confinades.
. Pero no solo se olvida que la comunidad disca ya estaba -y estará- aquí, sino también las demandas que han realizado durante años. De repente, poder teletrabajar es posible. Las reuniones a distancia, por supuesto. Entrega de documentos oficiales por medios telemáticos, sin problema. Envíos online de trabajos estudiantiles, hecho. Parece que han desaparecido de golpe las dificultades que las empresas y administraciones decían tener a la hora de adaptarse a les discapacitades en situación de confinamiento. Podrían haber hecho esto mucho antes, pero ¿ponérselo fácil a la comunidad discapacitada? Eso, nunca.
Así que mi pregunta es, cuando acabe esta crisis ¿se darán cuenta les capaces de que la accesibilidad no es solo poner rampas y contratar a intérpretes de lengua de signos?. También, ¿serán capaces de ver cuán necesarias son otras funciones que antes de la pandemia eran consideradas “demasiado engorrosas”?, ¿y verán las dificultades de una vida en confinamiento parcial o total? De momento, dada las pocas referencias que he visto a quienes ya estábamos aquí mucho antes, no auguro respuestas muy positivas. Pero aquí seguiremos.
Silvia Limiñana, 29 años. Alacant
Instagram: @liminyana22 , Twitter: @liminyana22
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