Cuando nacemos, el mundo que nos recibe está prearmado y decidido a que su acción sobre nuestra identidad comienza desde el minuto cero. Incluso tal vez antes.
Crecemos con un nombre, con una identidad, con una familia o grupo humano que nos rodea. Sobre nosotres ejercen su peso todos los anhelos y expectativas que nuestros padres tienen sobre nuestro futuro. También todas las exigencias que deberemos cumplir según la etapa que vivamos.
Sentimos que lo único en lo que podemos tomar decisiones es qué música nos gusta o cuál es nuestro hobby y que el resto de las cosas que nos hacen ser quiénes somos ya vienen decididas por otres, por un mundo que ya existe desde tiempos inmemoriales.
Sin embargo, a veces lo que sentimos en nuestro interior no siempre coincide con lo que ese mundo espera de nosotres, ni lo que nos exige o trata de imponer.
Sea que no damos con el perfil de belleza hegemónica o con el color de piel que se ve en las publicidades o que nuestra identidad de género no puede caer en etiquetas como las que se le ponen a los frascos de condimentos, nos sentiremos incómodes porque lo que nos rodea está ya estructurado y esas estructuras tienen andamios muy rígidos y difícilmente tambaleantes.
La lucha es continua para tirar abajo esas rigidecedes y a veces parece que une se encuentra sole con su lucha personal frente a súper armatostes de poder, desigualdad y prejuicio.
Descubrir a través de las redes historias de personas que se animan a pararse frente a un universo de modelos preestablecidos es algo que siempre me inspira. Hoy quiero compartir con ustedes la historia de Ana Scheimberg, une joven artista que desde chique se interesó por la fotografía, por las imágenes, la alegría de una reunión compartida con amigues, los abrazos y los cuerpos retratados en blanco y negro. A elle llegué a través de su corto «Pola» en el que nos abre una ventanita profundamente conmovedora al íntimo mundo de charlas tan sencillas pero hermosas que le unen con su abuela.
Proyecto Kahlo: Contános un poco quién sos, qué intereses tenés, cómo se construye tu identidad.
Ana Scheimberg: Soy Ana, tengo 21 años, estudio antropología en la UBA hace 3 años y saco fotos desde que tengo memoria. Nací en París en 1998 y desde ahí tengo recuerdos de ser una personita un poco “disruptiva”. Siempre me disfrazaba de superhéroes y hacía personajes característicamente masculinos. Uno de ellos, y mis favoritos, era Spiderman, a pesar de tenerle mucha fobia a las arañas. Mi familia nunca se hizo mucho problema acerca de mis gustos, siempre fui a la sección de “varones” a comprarme ropa y siempre era la persona que trabajaba en el local la que me señalaba mi “confusión”. Cuando llegue a vivir acá con apenas 6 años en 2004, no fue muy distinta la cosa. Desde siempre sentí que mi vida hubiera sido mejor si hubiese sido varón, porque claramente en mi imaginario no existía la posibilidad de habitar todos los espacios que habitaba con mi cuerpo, es decir, siendo mujer. Ni hablar de que ni pensé que dos mujeres podían atraerse mutuamente. Recién cuando pude salir del clóset como lesbiana empece a sentir la vida un poco más en eje y mucho más cuando me di cuenta que no hacía falta no tener tetas o concha para no ser mujer. Es decir, cuando finalmente pude elegir mi identidad como no binarie con pronombres neutros habiendo sido ya rechazade desde siempre tanto como mujer, como varón (sin el afán de ser este, sino por mis gustos que me ponían más de ese lado).
PK: ¿Cómo es tu experiencia de transición, dentro de lo que puedas o quieras contar?
AS: Como conté en la respuesta anterior, siempre habité lugares más “varoniles”. Siempre me gustó mucho el fútbol, los superhéroes, las mujeres. Siempre era el papá en los juegos, veía dibujitos animados menos “femeninos”, odiaba el rosa con furia y amaba el celeste. Nunca me gustó usar pollera, siempre fui de jogging y zapatillas cómodas, pocas veces en mi vida me maquillé, y las veces que lo hice no fue con mucho placer, eran situaciones confusas para mí. Siempre ocupaba el lugar más “protector” con mis vínculos, cual príncipe azul. Cuando me autoproclamé lesbiana, con mucho dolor ya que fue algo que me costó horrores, pensé que debía ocupar el lugar de “varón”, de “hombre de la relación”. Para mis amigas, era la amiga a la cual le pedían consejos estéticos, no por mi gusto, sino porque yo podía ejercer sobre ellas la mirada de un pibe que les tiene ganas pero sin el lado violento y misógino de mis compañeros. Finalmente cuando no soporté más nada de esto, y vi la identidad como un espectro en vez de algo binario, pude empezar a explorar terrenos nuevos, tierras deshabitadas, posibilidades impensadas para mí.
PK: ¿Cómo es tu experiencia profesional como cineaste, en qué momento te diste cuenta que te interesaba contar historias a través de la cámara? ¿Qué tipo de historias te gustaría contar a futuro?
AS: No me considero cineaste, mucha gente se refiere a mí con esa palabra, pero no la hice propia todavía. Mi experiencia en tanto filmando no podría describirla, es como cuando agarro la cámara y saco una foto. Es algo tan natural y ya un tanto inherente a mi persona que no lo pienso mucho. Por ende a la hora de mostrar lo que produzco, es un tanto raro porque no lo veo como “obra”. Igualmente disfruto mucho compartir todo con mis amigues. Por ahora ha sido una linda experiencia la de mostrar lo que hago. Las devoluciones son muy gratificantes y me gusta que el mundo conozca un poco más a Pola, por ejemplo, mi abuela. A veces es un poco duro porque la gente sigue refiriéndose a mi en femenino, pero más allá de eso fue todo muy gratificante. También me gusta la idea de que identidades minoritarias puedan tener lugar en la escena artística y sean visibilizadas.
PK: ¿Cómo nació Pola, el corto sobre tu abuela? ¿Qué deseaste contar y por qué un documental?
AS: Pola nació el día que le conté que me quería sacar el sexo del DNI. La filmé para tener el registro de su respuesta. Hace varios años ya que voy a su casa todos los viernes y me pareció una buena idea registrar lo que me podía llegar a decir. Desde ese entonces nunca dejé de filmarla y ella nunca tuvo problema tampoco. Nunca pensé a Pola como un documental, más siento que fue al revés, el documental buscando a Pola, jajaja. Empecé a mostrar los videos que hacía todos los viernes en un taller de fotografía, de Guillermo Ueno, y fue él quien me decía que había que hacer algo con tanto material.
PK: Hay en ese corto mucho sobre la identidad… las fotos, las canciones, las tradiciones familiares. ¿Hay un vínculo entre la historia de Pola y el aceptar la vejez y la tuya como alguien que está transicionando?
AS: Creo que más que un vínculo entre esas dos cosas que se van dando paralelamente que son mi transición y la vejez de Pola es más la relación que hay entre nosotrxs y eso modificando claramente nuestras experiencias que nuestras experiencias modificando nuestro comportamiento o nuestra forma de ser. A Pola más que la vejez le cuesta mucho la soledad. Yo creo que la vejez ella dentro de todo la podía aceptar y entender pero lo que siempre más le costó fue la soledad y esa transición a empezar a quedarse más sola. En el transcurso de los años en los que la acompañé, yo la vengo grabando hace un año pero la acompaño hace mucho más, a ella se le murió su última hermana, se le murió su mejor amiga. Mi abuelo ya había fallecido hace bastante. Es más que nada esa transición. Yo grabó un montón de cosas más, su vejez pero también sus complicaciones físicas (tuvo un accidente de auto que le impide salir de la casa y eso está muy presente). A la hora de hacer los videos tengo que hacer recortes porque hay tantas historias entrecruzadas que necesariamente tengo que tomar decisiones pero creo que lo que más se fue vinculando y haciendo visible fue su historia con la mía. Ella contándome muchos relatos de su vida, de sus viajes, de sus experiencias y yo viendo ciertas similitudes o diferencias entre nuestras formas de ser, de vivir, de pensar. Ella modificó mucho su forma de pensar en numerosas cosas respecto a ciertas cosas en base a mí mientras yo también cedí mucho y me pude poner en un lugar más comprensivo para vincularme con ella. Cuando le hablé de lo binarie le hablé con certeza y estando segure de lo que sentía y ella trató de entenderlo.
PK: ¿Cómo te sentís que está parada la sociedad frente a quienes, como vos, rompen con la estructura del binarismo?
AS: La verdad es que la sociedad no está preparada para recibir identidades como la mía. Yo misme incluso me encuentro a veces conflictuade con nuevas identidades. Todavía vivimos en una sociedad donde la Iglesia sigue estando atada al Estado, es una elección y decisión que eso pase. Falta mucho en la adquisición de derechos y hay muchas que existen que tienen muchas falencias, como la ley de identidad de género. Falencias con respecto al sistema donde la ley hace que une quede muy desamparade. Por ejemplo, yo quise sacarme el sexo del DNI y me di cuenta que era más un acto de militancia que me iba a traer más problemas que otra cosa. Hay una burocracia que no permite el no binarismo. A la vez los sectores que une diría más progres muchas veces me siguen llamando con la a del femenino. La gente no está acostumbrada a un lenguaje diferente del que se les enseñó, el binarismo de la «a» y la «o». Por suerte estoy en un entorno que me protege y donde yo me siento protegide, que me acompaña. Mi familia respeta mucho mi decisión y no me discuten. En la facultad también, la mayoría de les docentes tratan de hablarme con «e» aunque les cuesta, no es fácil. Pero les compañeres trans somos un grupo en general muy desprotegido en la sociedad, como cuando se recorta la distribución de hormonas que son necesarias (testosterona, estrógeno, entre otros). Entre les desconocides pasa mucho. Yo tengo una apariencia andrógina, el pelo corto pero tengo tetas que se notan y me ha pasado mucho de gente, niñes, mirándome, preguntándole a les otres si yo soy «chico» o «chica». Yo creo que la vida no te prepara para semejantes cambios, simplemente pasan y hay una respuesta que te permite ver qué tan permeable es la sociedad ante las incomodidades y disconformidades de otras personas. Por eso me parece tan valioso que la gente se tome el tiempo de ver un corto como el de Pola donde claramente eso se ve de un modo tan exlcuyente sino que atraviesa la historia. Lo principal no es en el corto que yo sea no binarie o el uso de la «e», sino mi vínculo con mi abuela y cómo cambia, la amabilidad de ella, el cariño mío hacia ella, nuestras vidas, lo que nos pasa. Es muy emocionante. Espero que se pueda ir entrando a esos espacios donde todavía no se aceptan los cambios para luchar desde adentro, no desde afuera.
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