Una Frida (Julia) nos comparte un precioso poema sobre el cuerpo, ese espacio que habitamos casi sin darnos cuenta, pero que nos mueve, nos conmueve tanto.
Desde el preciso instante en el que salí al mundo el aire ingresa a mi cuerpo.
Ese aire que me da la vida y me genera paz cuando actúa en presencia de mi conciencia.
Latidos que invaden mi ser, desde el corazón, desde el útero.
Se aceleran como un cajón flamenco cuando me perturba el no control.
La ansiedad pintada de adrenalina me bloquea ante los cambios.
Esos que son inesperados, que no entran en el deseo pensado.
Me pregunto si ese deseo es el mío o se trata de una narrativa colectiva.
Sudor que se libera desde cada poro, desde ese dejar de ser.
La presencia me encuentra y me libera.
A su vez mueve mis alas atravesando la montaña rusa emocional.
Sintiéndome.
Sintiendo el mundo.
Contacto vital.
Lúcido.
Bienvenido.
Esperado.
Desnudo.
Vivido.
La piel que me invade, me cobija, me recubre.
Me enseña mi lı́mite.
La conciencia paraliza la acció n, el movimiento, el descubrimiento.
La búsqueda se para, me observo, me cuestiono.
Vivir en la razón y abandonar el cuerpo.
Lo detesto.
Lucho por volver a él, jugando, dialogando, dejándole espacio para ser.
Mi espacio.
Plenitud.
Soltando impulsos.
Imparable.
Libre.
Aquı́.
Yo.
*El título es en honor a la artista Lygia Clark.
Júlia Garcia Hernández, (37) Barcelona
instagram: @julgarciah
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