He sido víctima.
De mi agresor.
De un sistema que apoya el patriarcado.
De una sociedad que mira para otro lado cuando algo le hace sentir incómoda.
He sido víctima.
De las personas que supuestamente tenían que protegerme.
De las leyes.
De los medios de comunicación.
He sido víctima.
De una educación que no me permitía identificar la violencia ejercida hacia mí.
De un entorno que lo normaliza e incluso lo romantiza.
Los que se pelean se desean.
Si se mete contigo es porque le gustas.
Y una mierda.
He sido víctima.
Y ahora soy superviviente.
Porque quien, a pesar de todas esas dificultades, sale de ahí.
Quien consigue apoyo, consuelo y, más importante aún, seguir viviendo, es, además de afortunada, una luchadora.
Soy superviviente.
Porque sigo adelante herida pero no rota.
Porque veo en mi sufrimiento un motivo de lucha por cambiar el mundo.
Soy superviviente.
Porque puedo reconstruirme despidiéndome de una culpa que no era mía.
Entendiendo que no me lo busqué, que no es algo individual, que él no se había vuelto loco.
Él. Un hijo sano del patriarcado.
Yo, una mujer que junto con sus hermanas, cambiará el mundo.
Para mejor.
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