Cecilia nos acerca a la figura de nuestra querida Frida Kahlo
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón.
Múltiples nombres para una mujer que supo exceder. Nunca fue suficiente con un solo cuerpo, mucho menos con todo lo que su alma contenía. Hoy, regresada a la naturaleza, su recuerdo perdura en nosotras porque nos enseña sobre el dolor, el padecimiento y la gloria.
Frida no fue una estrella, ni tampoco una celebridad, mucho menos un simple producto de marketing. Su vida y obra la llevó a todos los rincones del mundo y sus experiencias, contadas en su inconmensurable diario personal, nos dejan un legado lleno de emoción.
Frida nos enseñó del mejor modo posible (a través de su profunda sensatez) que las pasiones estructuran nuestras vidas. Que están ahí, siempre. Pero que duelen y lastiman, nos hieren y esas heridas no son tan fáciles nunca de cerrar. Apasionada de los colores, del amor, de Latinoamérica, del comunismo y de la revolucion, de la pintura, del texto escrito, de Diego y de sentirse, al fin y al cabo, querida.
Nada de lo que Frida fue pudo nunca jamás ser superficial ni vacuo. Todo en ella recorrió las profundidades de un mar que la terminó consumiendo y reclamando para sí cuando su pequeño cuerpecito no pudo aguantar más. Pero tranquilas, ahí es donde ella pertenecía.
Abundancia de sentidos, abundancia de significados. Frida vive porque ella misma se convirtió en arte.
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