Vivamos por todas

Irene hace una reflexión muy interesante sobre la herencia emocional que recibimos de nuestras ancestras

Ilustración de Beto

Hace poco debatí con una amiga sobre la influencia emocional que a través de nuestras antecesoras pudieramos haber heredado.

Como, aparte de recibir una carga genética, podríamos haber obtenido de manera energética unos ciertos patrones y conductas de regalo que no somos capaces de descifrar.

Como indudablemente la trayectoria emocional de nuestras madres nos repercutía en la nuestra. Y a la vez, las experiencias de nuestras abuelas, bisabuelas e incluso tías, primas o relativas de ellas pudieran influenciarnos también. Incluso si no las hemos llegado a conocer.

No se trata de buscar culpables o de justificar nuestros actos con traumas adquiridos pero sí de entender, comprender y poder transformar esas emociones en luz, dándoles la voz que les pertenece, enriqueciéndonos y fortaleciendo el vínculo que nos une a ellas al mismo tiempo.

Es importante saber como concurrió la infancia de nuestras madres, como era el amor que veía entre sus padres y que amor le dieron a ella como hija, qué diferencias había en casa por ser chica y no ser chico. Como fue la adolescencia de nuestra abuela, qué valor se daba a sí misma como mujer en aquel tiempo. Como conoció a nuestro abuelo, si fue su primera relación o acaso discordias políticas o diferencias sociales le separaron de su verdadero amor. Si nuestra bisabuela se caso por obligación, compromiso o por voluntad propia. Si nuestro bisabuelo era violento o no. Si alguna de nuestras mujeres fue abandonada por su padre, marido, denunciada por adulterio o sufrió alguna violación.

Cuantas mujeres de nuestro árbol se atrevieron a «quedarse» solteras, aún con todo el rechazo social que eso conllevaba. Si tenemos alguna misionera en la familia que quizá tuvo que coger esa vía de escape porque era la única posible para poder viajar o hacer algo diferente de casarse y tener hijos.  Cuantas pudieron estudiar y/o ejercer una vocación. Cuantas homosexuales se tuvieron que esconder de sus propios deseos y orientación. Cuantas de todas ellas se sintieron resignadas, acomplejadas, invisibles, incapacitadas, infravaloradas o despreciadas por la sociedad o sus propias familias.

Considero que es fundamental saberlo para poder trascenderlo y así, poder sanar sus heridas ya que aparte de ortorgarles respeto haciéndolo, creo que de no ser así, de  alguna manera u otra acabarían siendo visibles en nuestro propio proceso.

Por orden cronológico nos remontaremos a épocas donde las necesidades eran totalmente otras a las de ahora y las condiciones mucho más desvastadoras para todas ellas. Guerras, guerrillas, postguerras, dictaduras, colonizaciones, revoluciones o transiciones políticas, llenarían sus días de hambre, miedo, impedimentos, tabúes, restricciones e impotencia.

Estoy segura que echaron en falta muchas sensaciones con las que hoy en día contamos y no les damos el suficiene reconocimiento. Pasear con nuestra pareja de la mano, elegir qué ponernos, qué estudiar, donde trabajar, conducir o ir a votar entre tantas otras.

Quiero pensar que todas las mujeres somos conscientes de la represión y el dolor que pudieron llevar consigo todas aquellas que vivieron esos tiempos y de que manera tan real nos influye a diario en nuestras creencias, discursos interiores, convicciones y comportamientos en esta sociedad.

Me pregunto como podemos honrarles, como podemos conectar con todas ellas e imagino que alguna de las alternativas es precisamente de esta manera. Recordándolas, reconociéndolas y encontrando en nosotras el valor para seguir luchando. Luchar como hicieron ellas, desde nuestro corazón, olvidándonos del odio y del resentimiento por el pasado, luchar con compasión, amor y esperanza. Por su memoria y para nuestro futuro.

Restaurando sus anhelos con nuestras acciones, evaporando sus miedos con nuestros movimientos feministas, amar todo aquello que para ellas estuvo prohibido o no llegaron a conocer, formándonos, rompiendo el silencio, actuando en consecuencia y creando vínculos sanos entre nosotras, expandiéndonos juntas, quizá lleguemos a justipreciar su recuerdo.

Cuando pienso en supervivientes, mi mente piensa directamente siempre en mujeres. Ya no solo en las que viven en países en guerra, son víctimas del tráfico humano o subsisten en situaciones infrahumanas debido a la inexistencia de sus derechos. Pienso en cualquiera de nosotras, porque todas llevamos una herida latente dentro. Heredada por nuestras ancestras e inducidas por todas las que en este momento siguen sufriendo en cualquier parte del planeta.

Porque cuando una mujer no es libre, no lo somos ninguna. Sea donde sea y de la manera que sea. Es como un eco que resuena en nuestro interior haciéndonos sentir vulnerables y repercute de manera global, minimizándonos y esclavizándonos ante este mundo.

Respeto y honro con todo mi ser a todas las mujeres que han sufrido o sufren cualquier tipo de violación en sus derechos. Reflexiono interiorizando cómo creo llevar dentro parte de todas las mujeres que han matado, maltratado, torturado, humillado, traficado, vendido, comprado o utilizado como intercambio.

A todas las que en este momento estan sometidas a cualquier tipo de abuso. A todas las que carecen de libertad de movimiento o expresión. A todas las mujeres que forman parte de mi propia transición generacional. A todas las que intervinieron por mejorar nuestras condiciones y evolución como «segundo sexo». A todas las que hoy por hoy siguen luchando.

Prometo sentirlas a todas. Porque quiero creer que ellas habitan en todas nosotras y que solo tenemos que darles el lugar, el sentido, la mirada y la luz.

Prestigiemos a todas estas mujeres, conozcamos su realidad. Descubramos quiénes  fueron, quiénes son, qué les ha pasado, qué les esta pasando y qué no queremos que les pasé más. Empaticemos con ese dolor, con esa inaptitud, con esa pavorosa injusticia.

La mayoría contamos con las herramientas suficientes como para indagar en nuestros árboles genealógicos, descubrir más de ellas y de sus vidas. Tenemos infinitas fuentes de información para conmemorar a todas las mujeres que murieron dejando un legado importante en nuestra trayectoria. Documentales, libros y películas para conocer lo degradante que puede llegar a ser la especie humana deshumanizándonos entre nosotres como individues.

Tenemos casas de la mujer a nuestro alcance. Asociaciones donde acudir a por información, voluntariados, intervenciones y ya no solo eso, tenemos nuestra consciencia para pensar en ellas, dedicarles unas palabras, unas respiraciones, unos latidos, sentirlas y de manera etérica hacerles sentir que no estan solas. Su realidad podría ser la nuestra. Su historia, también es nuestra. Porque en esta lucha ninguna esta sola.

No pienso que las mujeres somos las únicas que hemos sufrido a lo largo de la historia pero sí que considero que somos las que más sometidas hemos estado y estamos. Todes somos victimas del patriarcado pero es evidente que a nosotras nos toca la peor parte o al menos la más indignante. Por lo tanto para mi somos las auténticas sobrevivientes. No pretendo desprestigiar a los hombres de mi familia ni generalizar ante todes les demás, solo procuro ser justa y transformar toda esa represión y sometimiento que de una manera u otra, todas llevamos dentro inconscientemente a consecuencia de un machismo belicoso, sutil o inercial donde por excelencia, todos nuestros hombres se han visto y/o se ven involucrados.

Todas somos supervivientes porque aunque no seamos víctimas directas de un genocidio o una masacre, en todas se esconde una mujer que no pudo hacer, no pudo decir y no pudo ser libre. En todas nosotras reside parte de todo este atropello moral a nuestro género.

La supervivencia es una palabra que incluye muchísimo silencio, tabú y opresión en su significado. Asegurémonos de hacer todo lo que este de nuestra parte para que al escuchar esta palabra, nadie en un futuro conecte en primer lugar con nosotras.

Esperemos que algún día no muy lejano, esta sociedad no nos identifique más como víctimas y nos definan como vencedoras. Como auténticos seres invictos de una batalla aparentemente interminable.

Dejemos de sobrevivir y VIVAMOS, VIVAMOS POR TODAS.

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