Una madrugada llena de fuego e historia

Desde Argentina, Vico y Ceci nos relatan sus sensaciones en un día histórico. El aborto es, por fin, legal en ese país y es resultado de una lucha feminista que trascendió las generaciones y se reafirmó con paciencia y valentía.

Ilustración de Javitxuela

El cuerpo vibra. Algo nuevo se está gestando en su interior. Una fuerza que llega desde dentro, desde lo más profundo y que nos hace mover. El camino es difícil, lleno de obstáculos e incertidumbres. ¿Cómo seré cuando llegue el momento? ¿Me cambiará mucho la vida? ¿Seguiré siendo la misma? ¿Qué dirán les demás de mis decisiones? Algo crece, y es una mezcla de entusiasmo, alegría, miedos, recuerdos, sueños perdidos y sueños logrados. 

Eso es el feminismo: sentir que algo nuevo nace. Es tu libertad, es tu energía personal, es esa energía sumada a la de muchas más. Es tu autonomía corporal, tu sensación de ser parte de algo inmenso, de sentirte por fin comprendida y sostenida. Encontrar respuestas, aunque nunca dejar de sumar interrogantes. Junto a las que estuvieron antes, a las que están hoy y las que vendrán, el feminismo se va armando de a poquito. Muy lentamente. Pero todo lo que se construye se sostiene, ya no vuelve atrás.

El aborto legal en Argentina el fruto de una lucha feminista que empezó en nuestro país hace mucho tiempo. Cuando los primeros pasos se estaban dando, el país era otro y las voces que clamaban por este derecho eran muchas menos. Hoy el panorama es distinto. El feminismo nos brota por los poros de una cuerpa que ya no quiere estar más encadenada ni por la religión, ni por la falsa moral, ni por la justicia, ni por la policía. Tampoco por la violencia médica ni mediática. 

Una jornada que resume una larga trayectoria de lucha 

La cita fue el día 29 de diciembre de 2020. El lugar, el Senado Nacional. Allí comenzarían a tomar forma nuestros sueños y se convertiría en realidad el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo en Argentina. Sobre el filo de un año para el olvido, un hecho quedará guardado siempre en nuestra memoria, en nuestros corazones. En la piel. 

Las calles se vestirían de verde manzana, el color oficial de la Campaña que hace décadas viene luchando por hacer que la injusticia del aborto clandestino se termine. Verde en los pañuelos, en la vestimenta, en los instrumentos de la murga, en las banderas y en los peinados. Las danzas grupales marcarían el ritmo de la expectativa, los abrazos el resultado de años de hartazgo y frustración. El sudor de la piel nos llevaría al recuerdo triste de aquel 2018 que nos vio vencidas en una madrugada fría y lluviosa. Pero nos pusimos de pie nuevamente para retomar las banderas que seguían ahí, firmes, flameando libertad y autonomía corporal hacia la eternidad. 

Hace rato ya se sabe que la votación podía llegar a ser peleada pero, a diferencia de lo que pasó en 2018, esta vez hay detrás un Poder Ejecutivo que no sólo incluyó al aborto legal entre sus promesas de campaña, sino que demostró en los hechos que ese interés era real. Casi sobre el último minuto de una era de incertidumbre, dolor y pandemia, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernandez de Kirchner envió el proyecto de ley al Congreso y antes de que termine el año se empezó a tratar en ambas Cámaras legislativas.

Está claro que el gobierno tomó años y años de sagrada lucha y empuje feminista, el trabajo enorme de colectivos y organizacio es que se agruparon a principios de los 2000 en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Pero no quedan dudas que cuando no hay detrás un gobierno que habilite la discusión y se tome como responsabilidad propia el asegurar esa ley, es más probable que los poderes reales de los sectores antiderechos pueden triunfar más fácilmente.

Las brujas seguimos abortando. 

Casi medio millón de mujeres abortan en forma clandestina por año en Argentina
(450 mil, según Amnistía Internacional).
Entre el año 2018 – cuando el Senado trató y rechazó el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo – y hoy que arde la nueva vigilia en las 10 cuadras que me separan del Congreso hubo alrededor de un millón de abortantes más.

De esas “vidas” la prohibición disfrazada de salvavidas no salvó NINGUNA, porque en estos dos años SEGUIMOS abortando. Pero además, condenó a morir a ¿50, 100, 500, 2000? (los registros no son claros porque los abortos son clandestinos) que no tuvieron el deseo de maternar ni tampoco tuvieron suerte. 

[La única red de contención que atajó a ese millón de mujeres fueron otras tantas organizadas en la ausencia del Estado como Socorristas en Red

Dora Barrancos, investigadora del CONICET y asesora presidencial, lo confirmó hace unos días: “La penalización del aborto es una injuria”. No es un debate, no hay un dilema, no son dos posturas válidas enfrentadas o formas respetables de pensar el mundo.
La única verdad es la realidad: un grupo poderoso de argentines todavía quiere gobernar el deseo de las personas gestantes. Las dos vidas son una anécdota.»

Nunca justificaron a qué llamaban “vida” porque ni el ADN, ni las células ni un feto humano detienen o espantan a la ciencia de los hombres. Pero aterra la voluntad de la mujer.
(¿Cuántos otros deseos más albergaremos? Los vamos a parir a todos.)

Virginie Despentes (la de Teoría King Kong) dijo “tenemos que abrir centros de abortos en cada calle. Que los heteros se esterilicen masivamente”. Si fuera así caminando las 10 cuadras que me separan del Congreso podría abortar una decena de veces: ninguna sería obra del disfrute pero todas fruto de la esperanza de que mi cuerpe gestante (en realidad, el patriarcado) no me condene.  

Entre el 2018 y hoy hubo al menos dos senadoras (Silvina García Larraburu y Lucila Crexell) que cambiaron su voto a favor. “No es fácil desconstruirse, tambalean las estructuras”, dijo la primera. Esto nos habla de una transformación social de las conciencias. Lo construyó el feminismo con el que nos entendemos como víctimas, pares y hermanas.

Crónicas desde el lugar donde los sueños se vuelven realidad

Se prende fuego Buenos Aires a esta hora y la única forma de apagarlo es con esta marea verde que nos inunda. 

Por segunda vez en estas 24 horas voy a la plaza de Congreso, ahora ya es 30 de diciembre. Media hora antes de la votación me uno con mi falsa vigilia: miles de personas aguantaron toda la noche ahí. Hay cerveza, café y una sed que sólo se puede saciar en este instante.  

Hace al menos cuatro horas que ya se estima con seguridad que la ley saldrá. El recuento circuló en grupos de Whatsapp, se alertaron las abstenciones, los cambios de timón y se dibujaron posibilidades.
Me sumé a otro grupo: “Stickers Sin Onvres”. Durante todo el día circuló la abundancia verde. 

A las 4:05 empieza la votación y el consecuente recuento. Son aproximadamente 6 minutos 44 segundos durante los que se puede palpar esta cosecha que lleva 36 años.
Después de tantas que estuvieron, otras que se fueron y las que estamos hoy por fin lo confirman la pantalla, las lágrimas y los abrazos. 

Es ley. 

Son las 5:03. Volví sola de la plaza. Son 10 cuadras y es la primera vez que a esta hora las hago acompañada. (La única cuadra que camino sola me cruzo con un gato que espera a su bruja). 

Las tendencias en Twitter se ordenan orgánicas como una conversación:

Hoy es historia.

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