Reix nos propone una interesante y necesaria reflexión sobre cómo nuestros vínculos se han transformado con la llegada de lo digital. ¿Es una utopía hecha realidad o por el contrario una pesadilla?
Todo está en constante cambio y hay que asumirlo de la mejor manera posible. Nos espetan que es nuestro deber como sociedad responsabilizarnos de esto para prosperar y actualizarnos, siendo participantes actives de los mismos para permitir movernos hacia adelante, subir de nivel, pasar a la próxima pantalla, prever las transformaciones antes incluso de que se manifiesten y subirnos al carro de la revolución digital, inventando soluciones creativas para problemas intangibles pero candentes.
Esto no es un eslogan de una multinacional, esto es la vida y así la estamos creando. Así, nos olvidamos de la baja perdurabilidad de lo realmente importante: las relaciones interpersonales; es decir, la socialización funcional. Estamos creando una nueva realidad en la que priman las relaciones caducas e inestables, donde la conquista de los apegos efímeros es algo inminente. ¡Bienvenides a la era de la constante fragilidad de los vínculos!
Hace unas décadas se podía observar en el cine o en la literatura que el Siglo XXI estaba definido como una utopía enmarcada en avances futuristas de imperios donde robots y máquinas, lejos de lo mecánico, introducían grandes avances para la sociedad y hasta dominaban el mundo. Profecía autocumplida: disponemos de grandes avances sanitarios o científicos, pero el aspecto digital comienza a dominarnos; domina nuestros pequeños círculos, nuestros vínculos, nuestra capacidad de relación y nuestras formas de comunicarnos.
Las personas que no somos nativas digitales, hemos podido aprender diferentes formas de interactuar con otras a lo largo de la experiencia a través del contacto directo con las mismas. Pero en cuanto a las nuevas generaciones se refiere, estos encuentros presenciales se están diluyendo, dando paso a nuevas formas de socialización derivadas de la digitalización y acentuadas por una pandemia mundial. «Se estima que los adolescentes pueden pasar hasta 9 horas diarias en línea, de las cuales al menos el 30% es destinado para interacciones en redes sociales.» (González, I., 2020).
Es entonces, cuando analizamos las relaciones interpersonales y encontramos que las nuevas formas de interactuar empobrecen la calidad de los encuentros, merman las herramientas comunicativas, dejando de lado el autoconocimiento para vivir hacia afuera y obviando el entrenamiento de habilidades personales y sociales. Las capacidades sociocomunicativas son inherentes al ser humano, pero las habilidades que vamos desarrollando a partir de ellas tales como la asertividad, la empatía o la escucha activa entre otras, se están transformando y con ello, la calidad de las relaciones sexo-afectivas.
Entonces, ¿qué está sucediendo con las relaciones que establecemos con otras personas? Actualmente, existe una digitalización de las relaciones, que se han transformado en vínculos de dos dimensiones a través de pantallas de dispositivos electrónicos: ligamos por Tinder, quedamos por Zoom, tenemos cibersexo sin contacto con fluidos ajenos, conocemos a las personas por fotografías sin saber a qué huelen y antes de escuchar la voz de alguien, tenemos varios nudes suyos en nuestra galería de imágenes. Y, para qué engañarnos, Loquendo es esa voz de hombre desagradable, artificial y mecánica; pero, la voz de Alexa nos pone hasta cachondxs. ¡Cómo no! Ya que vamos a mercantilizar la voz de una mujer, sexualicémosla como es costumbre. ¿Cosificación? Bah, eso lo digo porque soy una de esas transfeministas insatisfechas. Además, Loquendo tiene la función de informarnos; pero Alexa asociada a lo femenino, se encarga de servirnos en todas las peticiones que le hagamos.
Así, los miedos y las dudas propios de empezar a comprometernos con alguien los mostramos ahora haciendo ghosting, que es bastante más cómodo que abrirme en canal emocionalmente para decirte que no estoy preparade para tener algo más serio contigo porque ni yo sé qué es lo que me está pasando. Cometemos infidelidades no físicas con relaciones paralelas de cibernovies que nunca hemos visto en tres dimensiones; pero parece algo menos grave, incluso puede que me autoengañe pensando que no es realmente una infidelidad si no ha habido roce entre cuerpos. Ya no tenemos miedo al compromiso porque, ¿qué es eso del compromiso? No es solo tener pareja, también es el compromiso de cuidar a la otra persona incluso cuando ya no queremos nada con ella para poder verbalizar y explicarle que esto se acabó. Pero eso me quita tiempo o quizás estoy desentrenade en gestionar mis emociones y por eso, sólo me hace falta tener buena conexión a Internet para bloquear a la persona con la que no queremos lidiar ni malgastar tiempo en explicar que ya está, que ya pasó. Ya no tenemos que pensar cómo afrontar conversaciones difíciles y trabajar nuestras herramientas comunicativas, nos basta con un enviar un pantallazo de la conversación que estamos teniendo en ese preciso momento a algún amigue para que nos aconseje sobre qué es lo que podemos decir mientras dejamos en visto a la otra persona.
No es importante sortear los tiempos de intervención en un diálogo acalorado o favorecer la escucha activa y saber interpretar el lenguaje corporal de la otra persona para comunicar a través de la empatía, porque podemos disponer del tiempo que queramos conformando la respuesta que pensamos que es correcta ya que, en vez de titubeos o expresiones faciales de todo tipo, en su pantalla sólo aparece la palabra “escribiendo”. No es tan necesario saber comunicar de manera asertiva nuestros sentimientos para que sean tenidos en cuenta, ya que podemos acompañar nuestro mensaje de emojis con caras a modo de aclaración para que sepas que estoy enfadade o sorprendide; o si no lo has entendido, podemos poner entre paréntesis que lo que acabamos de decir “te lo digo de broma”. Podría decirte que me gustas, pero te mandaré una carita sonriente ruborizada. ¿Para qué voy a decir que te quiero si puedo enviarte un corazón rojo grande? O, ¿para qué expresar mis sentimientos si un Gif absurdo recoge en dos segundos todo lo que podría verbalizar durante diez minutos de lo que supone emocionalmente para mí la anécdota tan graciosa que te estoy contando?
Todo esto sucede a través del teléfono como una anexión de nuestro cuerpo, que sirve para descargar aplicaciones inimaginables para todo tipo de usos, pero no se te ocurra realizar llamadas con él, eso se hacía antiguamente con los teléfonos de cable. Está claro que, si me llamas, te silenciaré hasta que te aburras y cuelgues; e inmediatamente por chat te escribiré que qué es lo que quieres.
Pero no hay que ponerse catastrófiques, al menos hemos dado un salto cualitativo en cuanto a saber y poder escribir. Saber escribir, porque el auto corrector nos ha ayudado en el camino de la corrección ortográfica y parece que las personas escribimos mejor que antes, siempre y cuando no nos juegue una mala pasada con sus predicciones. Y, poder escribir porque las nuevas Apps nos permiten volcar la cantidad de palabras que queramos sin limitación y así, evitar los códigos de los arcaicos SMS. Da igual que no sepamos la diferencia entre por qué, porque y porqué; al menos, por regla general, ya no escribimos “xq”. Se supone que el uso de la tecnología nos acerca a unas personas con otras, puedo ver a mi abuela a través de videollamada todos los días a la hora de comer, aunque ella se encuentre a ocho mil kilómetros de distancia, pero entonces, ¿por qué nos aleja tanto del compartir y del sentir? Antes, podría parecer cobardía el hecho de no ser capaz de poner encima de la mesa mis emociones para comunicártelas, pero cada vez más, esto se está convirtiendo en ley.
Es todo tan contradictorio que es entonces cuando me pregunto si Virginia Woolf no tendría razón cuando decía que “es posible que el mundo en sí no tenga sentido”.
Referencias bibliográficas
González, I. (2020). ¿Cuánto tiempo de tu vida pasas en las redes sociales? [Proyección 2021]. Recuperado de https://ilifebelt.com/cuanto-tiempo-vida-pasas-las-redes-sociales/2017/04/
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