Belleza Fatal – Parte I

Cecilia nos habla del libro «Belleza Fatal» de Mona Chollet cuya lectura nos lleva a reflexionar sobre diversos aspectos relacionados con la belleza, el negocio y el consumo.

Belleza fatal
Ilustración de Sdraswi

Cuando empezamos a acercarnos al feminismo, una de las primeras sensaciones que tenemos es que se nos abre un mundo de novedades ante nuestros ojos. Lo que dábamos por sentado no es tan seguro y aquello que ni siquiera pensábamos pasa a ser parte de una nueva manera de entender la realidad.

En este sentido, las pautas de belleza, corporales y de apariencia que por tanto tiempo se tomaron como naturales para las mujeres y los géneros feminizados comienzan a ser, por lo menos, repensadas.

Sin pretender aquí imponer una visión única, es importante abrir el debate a estos aspectos tan comunes y centrales en la vida de cualquier mujer, ya sea por el efecto positivo o negativo que tienen sobre nosotras. Y esto no es porque las cuestiones relacionadas con la belleza sean intrínsecamente femeninas ni mucho menos, ni tampoco porque sean el único ámbito en el que podamos tener algo para decir, pero sí porque es innegable que a lo largo del siglo XX hemos sido creadas como sujeto de interés para todas aquellas empresas, compañías y sectores de poder que han visto en la mujer solamente una oportunidad para generar ganancias. Hemos sido indefectiblemente transformadas en sujeto en tanto consumidoras y reproductoras de un orden, mientras que los hombres fueron por mucho tiempo los sujetos que se hacían cargo de decisiones políticas, económicas, culturales.

De más está decir que tengo muy claro el dilema que se plantea cuando hablamos de estos temas: ¿es una elección preocuparse por la belleza personal, el cuidado del cuerpo, la imagen que damos a les demás o es algo que nos es dado como rol por el sistema patriarcal en el que vivimos? ¿podemos decir realmente que por elegir teñirnos las canas, hacer ejercicio para vernos mejor, depilarnos, pintarnos las uñas o comprar revistas de moda somos funcionales a ese sistema patriarcal? ¿no es posible también tomar alguna -o todas- esas decisiones por gusto personal o porque incluso representen para nosotras formas de libertad? No hay una respuesta clara porque cada una de nosotras puede pensar este dilema de manera diferente.

Para un sistema violento, una belleza fatal

En su libro «Belleza Fatal», Mona Chollet realiza un recorrido muy abarcador sobre varios ejes de esta problemática: el concepto de belleza, el mundo de la moda y las tendencias, las imposiciones sobre el cuerpo, la vejez femenina, la capacidad (o no) de construir subjetivamente nuestra propia imagen, el negocio detrás de los productos de belleza, los trastornos alimenticios causados por una cultura que pone la lupa en exceso sobre el cuerpo femenino, etc.

Al leer las páginas de este libro pasamos por todas las sensaciones: enojo, bronca, frustración, nos sentimos identificades con lo que señala, cuestionamos algunos de los planteos de la autora, sentimos algo de esperanza. Lo que no se puede hacer es salir de esa lectura indiferente. La mirada que debemos sostener es, ciertamente, una mirada crítica y analítica sobre la sociedad. Veamos qué podemos aportar al respecto.

La idea de belleza como un producto cultural y epocal

Más allá de cuál sea tu manera personal de entender esta problemática, el análisis que realiza Mona escapa a la mirada subjetiva y analiza de manera sociológica la cultura en la que estamos inmerses y que determina en gran modo nuestro comportamiento. Desde que nacemos se nos transmite un compendio de valores, actitudes, esperanzas, sueños e inseguridades que determinarán el modo en el que responderemos a la gran máquina de la publicidad, de los mercados de productos de belleza, etc.

Lo que me resulta particularmente interesante es la posibilidad que nos da el texto de poder pensar la realidad de manera amplia. No se trata aquí de dejar de maquillarnos, sino de ser conscientes y analizar de qué modo lo que hacemos y también nuestras decisiones están necesariamente mediadas por la cultura de la que formamos parte. Esa cultura no es otra que la cultura occidental, capitalista, patriarcal construida a partir de la mirada masculina. Sin importar casi el lugar del mundo en el que te halles al leer esto, lo más probable es que seas parte de esa misma cultura globalizada, que establece patrones de lo ideal de manera universal y que toma como ejemplo de la perfección a un único tipo de ser humano.

En este sentido, remarca la autora lo llamativo de vivir en una cultura en la que pareciera montarse como objetivo primordial el querer disociar el cuerpo del alma, como si el primero no fuera parte de nuestra misma existencia. Si logramos actuar sobre ese cuerpo del modo correcto, simulando que el mismo no es nosotras y que en realidad se trata de algo ajeno, un objeto, entonces podremos alcanzar la satisfacción. «En suma, (la época) no hace otra cosa que perseguir (…) una fantasía absurda pero tan antigua como nuestra civilización: existir sin cuerpo», nos dice. Como si nada de lo que operáramos sobre nuestro cuerpo significara un cambio, una transformación, un posible padecimiento a futuro.

El sistema cultural y simbólico en el que vivimos hoy en día, que se consolidó a partir de la creación de sociedades de consumo, supone que la medida del éxito para las mujeres está dada principalmente por el logro de ciertas características físicas, que en caso de no poseerlas se deben asegurar por los medios que sean necesarios. Todas las conocemos: el valor establecido como ideal en el mundo capitalista es el de una mujer blanca, delgada, joven, sin marcas en la piel, ni celulitis, ni cicatrices. Todo lo que caiga por fuera de esa regla primordial que se imprime en nuestro inconsciente será entendido como una falla en diversos niveles. Se establece así una especie de lista de clasificación en la que tú misma puedes darte cuenta el lugar que te corresponde. ¡Suerte para no sacar el último lugar!

Este tipo de prácticas forman parte de otro aspecto de la femineidad contemporánea: la convicción de una falla, de un vicio fundamental del propio cuerpo que el tiempo no hará más que volver evidente y cuya aparición hay que retrasar tanto como sea posible.

Mona Chollet – ‘Zapatero a tus zapatos’ en Belleza Fatal.

La publicidad como principal aliada del patriarcado

¿Nunca sentiste algo raro cuando veías a una persona gorda, con el cuerpo marcado, con celulitis, vieja, negra, indígena o con alguna parte del cuerpo diferente haciendo cosas que normalmente asociamos a la gente que sale en las publicidades? Eso es porque lo que consumimos diariamente como realidad existente marca nuestro modo de entender el mundo. Por eso, en mi caso personal, aún siendo yo misma gorda siempre me resultó chocante encontrar a una persona con un talle similar al mío viviendo su vida normalmente. Por mucho tiempo no pude evitar ser prejuiciosa de la realidad de esa persona, si comía lo que correspondía para su cuerpo, si estaba vestida de acuerdo a los parámetros esperables, si tenía una conducta diferente a lo esperable. Hasta que me di cuenta que ese prejuicio se debía básicamente a que había pasado toda mi vida aceptando que algunas formas de vivir la vida sólo eran aptas para algunas personas: las que salen en las publicidades.

Recién hoy podemos empezar a ver algunas publicidades con discurso más inclusivo, con figuras corporales más heterogéneas. Esto no es un fenómeno de siempre y tal vez podemos decir que hasta hace unos años atrás era incluso raro. Muchas mujeres y personas de género feminizado vivimos la mayor parte de nuestra vida consumiendo publicidades que vendían productos con determinados cuerpos y figuras femeninas, con una limitada variedad de cabellos, rasgos faciales, color de tez o edad. Esto claramente marcó por mucho tiempo nuestra manera de entender la realidad.

El negocio de los productos de belleza y de cuidado del cuerpo es, como lo plantea Mona, uno de los que más ganancias crea en todo el mundo. Billones y billones de dólares generados con cada nuevo producto que sale al mercado y que tiene a una enorme audiencia cautiva en las grandes ciudades, pendiente cada día de las novedades y de las futuras propuestas (¿deberíamos decir propuestas o impuestas?). En la sección «No existir sino a través de la belleza», la autora nos dice: «(…) la invitación permanente al consumo reactiva las representaciones históricas que confinan a las mujeres al rol de criaturas, antes que nada, decorativas.» Para más adelante agregar: «Las preocupaciones en torno al cuerpo hacen perder un tiempo, una energía y un dinero considerables; nos mantiene en un estado de inseguridad física y de subordinación que nos impide ofrecer la plena medida de nuestras capacidades.»

¿Te has fijado cuántas publicidades en una sola tanda entre segmento y segmento de un programa son productos destinados a la mujer, medicamentos para enfermedades y diferentes formas de cuidado del cuerpo? Estamos permanentemente bombardeades por un consumo que nos dice que hay algo mal con nuestro organismo y que debemos cambiarlo.

Recapitulemos: nada de lo que aquí menciono significa que si deseas depilarte, teñirte, vestirte a la moda, ser fan de tal o cual modelo, seguir las tendencias de carteras estés haciéndole el juego al macho opresor. De lo que no podemos ser ya indiferentes es que somos todas un engranaje más, en mayor o menor medida, de una industria que se siente cómoda con nuestra atención e interés, que depende en gran modo de nuestros anhelos y sueños (¡y también de nuestra desesperación y angustia!) para seguir funcionando y generando ganancias infinitas que, a su vez, quedan en manos generalmente de hombres porque ¡qué va, cómo va a dirigir una mujer una compañía de productos de belleza para la mujer! (Esto es muy fácilmente chequeable en cualquier buscador, la mayoría de las grandes marcas y empresas de este tipo de productos, de moda, de perfumes están actualmente dirigidas y fueron creadas por hombres).

El próximo mes continuaremos pensando y reflexionando sobre otros muchos aspectos que Mona Chollet plantea en su texto. Personalmente, recomiendo su lectura (siempre con una mirada crítica a determinados planteos) para seguir entendiendo un poco más de que va esto del patriarcado, la toma de decisiones, la capacidad de las mujeres de ser parte central en la construcción de nuestra realidad. Por lo pronto, puedes dejar en comentarios ideas o pensamientos que te surjan a partir de lo leído, situaciones con las que te sientes identificada o que te gustaría compartir.

Cecilia ha escrito una segunda parte de este artículo, puedes leerlo pinchando aquí.
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