Una Frida nos habla de su interesante práctica: el separatismo literario. ¿Quieres saber de qué trata?
Si visitamos cualquier biblioteca pública o privada, nos bastará una ojeada rápida para darnos cuenta de que el porcentaje de libros escritos por mujeres es ofensivamente menor que aquellos escritos por hombres. La respuesta fácil a esto suele ser que evidentemente existen menos escritoras debido el desarrollo patriarcal de la historia. Y es que a veces, es mejor para nuestra conciencia aceptar la superficie de los problemas a profundizar en la raíz de los mismos.
Si os hablo de Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán o Emily Dickinson, es altamente probable que, sin haber leído ninguna de sus obras, al menos os suenen sus nombres. Los creadores (no me cabe duda de que en su mayoría son hombres) de los libros de texto tanto para primaria como para secundaria, han considerado a estas tres mujeres de las pocas privilegiadas para aparecer en ellos. Quiero decir que, frente a páginas y páginas llenas de referentes masculinos, descubrimos solamente a dos o tres escritoras aisladas, normalmente, además, en un apartado como “la mujer en la literatura”. Lo de siempre: la otredad.
¿Qué sucede entonces si nombro a Gabriela Mistral, Luisa Carnés, Sylvia Plath, Elena Garro, María Emilia Cornejo, Anaïs Nin, Rosario Ferré o Hilda Doolittle? Desgraciadamente, la probabilidad de conocerlas a todas es muy baja. Mujeres brillantes, que subvirtieron las normas, con mucho más mérito que sus homónimos masculinos, ya que rompieron con las convenciones de sus respectivas épocas. Muchas se vieron obligadas a no usar su nombre real, otras fueron ninguneadas y vilipendiadas, llegando incluso al suicidio o a la más absoluta depresión. Y quizás lo más importante y doloroso, condenadas a la invisibilidad y al olvido.
Cuando digo que practico el separatismo literario, y seguidamente explico que no consumo obras escritas por hombres recibo miradas de indignación y palabras no muy amables, se me ha llegado a tachar incluso de “persona excluyente”. Pues bien, llegados a este punto, está claro que el problema no es la inexistencia de mujeres escritoras, si no que nuestra educación sigue estando bajo el espectro de una falsa objetividad, siendo esta en realidad la subjetividad masculina. Nuestra historia no se puede basar solamente en las vivencias y percepciones de un 50% de su población, pues los resultados de esto, como cabe esperar, son sesgados.
No me niego en rotundo a leer a escritores hombres. He hecho algunas excepciones, como Romancero Gitano de Lorca o La insoportable levedad del ser de Milan Kundera. Sin embargo, creo que para vencer a la desigualdad hay que empezar por una misma. Lo personal es político. El feminismo no puede basarse en camisetas con mensajes empoderantes o chapas de Frida Kahlo en nuestras mochilas.
Leyendo a estas autoras; destapando sus miserias, sus dificultades y sus ideas, indagando cada día para descubrir a nuevas genias ocultas, creo que a mi humilde manera les hago justicia. Abro mi mente a las otras, a las silenciadas. Yo les doy voz, las subrayo, las priorizo, las sitúo donde les corresponde, al fin y al cabo, si yo puedo hacerlo hoy es gracias a mujeres como ellas.
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Anyta Belle (29), Córdoba (España)
Instagram: @mssflowradfem
1 Comentario
Me encanta, 100% de acuerdo, necesitamos leernos entre nosotras y llevar los libros escritos por mujeres a todos los rincones.