A una ruptura sentimental le acompaña un duelo y a veces no sabemos bien como elaborarlo o intentamos poner el foco en otras cosas para asimilarlo mejor.
“Si no me quiere ahora, no me ha querido nunca.”
¿Alguna vez habéis escuchado esa frase o una parecida? Una ruptura es un duelo, es una perdida, una despedida. Es decir adiós a muchos sueños, ideas. Es intentar recolocarnos en esa nueva vida que tenemos por delante.
Ya sabemos que no es lo mismo dejar que ser dejado. No se vive igual aunque todo tiene sus “peros”. Todo esto escrito con un lenguaje amplio, hablando de relaciones sanas, generalizado y utilizando una brocha tan gorda que lo mismo sientes que te identificas con ello como que no, porque hay que tener en cuenta que, a pesar de que muchas veces vivamos situaciones en apariencia similares, luego cada persona es un mundo. Y, en el caso de una pareja, dos. Y que hay millones de situaciones diferentes, tantas como relaciones existen.
Dejar
Tomar la decisión de dejar una relación sana puede ser un proceso difícil, con emociones complicadas de transitar. Es tener la responsabilidad de las consecuencias y normalmente, lo que hace que lleve más tiempo, es la batalla razón-emoción que se crea, junto con el miedo a equivocarse y/o arrepentirse. Esa lucha interna lleva a un duelo que habitualmente suele terminar poco después de haber tomado la decisión.
Que te dejen
Cuando no eres tú quien toma la decisión de que se acabe la relación, ésta siempre va a llegar de manera un poco imprevista. A lo mejor es algo que luego con el tiempo analizas y ves que las señales estaban todas ahí o, incluso, te das cuenta de que tal y como estaba la situación tú también podrías haber tomado esa decisión. Sea como sea, en esas ocasiones el duelo comienza desde el momento en el que recibimos la noticia, habitualmente.
Hablo de cuando llega el duelo porque muchas veces nos podemos sorprender de lo bien que está alguien tras dejar una relación sana y feliz, en apariencia al menos. Sucede porque estamos viéndolo marcando como referencia el día que dejaron de ser pareja y se nos olvida mirar el camino recorrido detrás. Además de que normalmente nos faltan muchos detalles.
Sea antes o después, ambos van a despedirse de aquello que compartieron.
¿Quién eres?
A veces, cuando nos sorprende el fondo o la forma, nos encontramos con esa extraña sensación de irrealidad. Ese pensamiento de “no te reconozco”: “¿Quién eres tú y qué han hecho con mi pareja?” Porque la sorpresa funciona así. No me lo espero, igual porque no podía verlo o lo mismo era porque no me permitía hacerlo.
A lo mejor es porque he descubierto algo que no cuadra con lo que conocía de ti y eso me hace mirarte como a un ser extraño que en nada se parece a mi pareja (esto pasa mucho ante traiciones o cuando la persona que ha tomado la decisión ha dejado pasar tantísimo tiempo que para cuando lo hace está totalmente desvinculada), porque no me permito creer que la relación termine.
La parte por el todo
Sea como sea, es esa sensación de extrañeza, esa falta de reconocimiento del vínculo que teníamos, la que lleva a que lo que está sucediendo en este momento sea lo que ocupe la visión que tengo de toda la relación en su conjunto.
Da igual si es una relación de un mes, un año o diez, me quedo con la idea de que “si ahora no me quiere nunca lo ha hecho”.
Da igual si hemos disfrutado y nos hemos querido mucho y bien, si ahora te has enamorado de otra persona, eso significa que “nunca me quisiste de verdad”.
Negación al poder
Es la negación como timón, volante y rumbo. Es la incapacidad de valorar qué estaba pasando en mi relación y porque puede mi pareja ya no sentirse feliz en ella. El miedo a pensar que igual yo tampoco lo soy. Es no querer reconocer que sin finales no habría inicios y que la eternidad es un concepto que tenemos instaurado en las relaciones emocionales porque el “hasta que la muerte nos separe” de Mr Amor Romántico nos persigue como cuando pisas un chicle en el suelo.
Es un mecanismo, en muchas ocasiones con una visión infantil, ingenua e idílica, que en el fondo funciona así: si no me quieres ahora —> nunca me quisiste —> por lo que todo lo que tuvimos no existe y por ende, lo que no existe no puede hacernos sufrir.
¡Chimpún!
Y no. No funciona.
Hola, miedo
Ese pensamiento no sólo no consigue su objetivo -aliviar el dolor- sino que muchas veces lo aumenta porque esto me lleva a no poder quedarme con nada de lo que tuvimos, a un discurso interior de “no te enteras de nada”, de no saber identificar lo que tienes delante y, en muchas ocasiones, termina convirtiéndose en miedo. Miedo a volver a sufrir, a pasarlo mal, a enamorarse, al abandono, a conocer a alguien, a… ya sabemos que el miedo puede ser muy creativo.
“Si no me quiere ahora, nunca me ha querido” también nos puede llevar a poner una figura a la que atacar. Cuando lo verbalizo de esa manera, estoy poniendo el foco en esa persona. No en la relación, no en mí y ni muchísimo menos me planteo qué cositas -como el tiempo o la vida misma- puedan tener algún efecto en ello. En ese momento y tras esa afirmación mi pareja pasa a ser alguien que miente, que oculta y que me ha engañado ¿Y qué gano con ello? Un objetivo para mi dolor. La persona culpable.
¡Ay! cómo nos gusta a veces buscar culpables y que poco útil es la mayoría de las veces.
Por eso, ante una ruptura, si nos vemos haciendo de la parte el todo, paremos a pensarlo y analizarlo porque un duelo que no elaboremos bien puede hacer daño durante mucho tiempo. Puede enquistarse y acompañarnos.
Vayamos a nuevas palabras, nuevas lecturas que puedan reflejar mejor la realidad que estamos viviendo:
“Ahora no somos felices como pareja, pero qué bonito habernos querido tanto”
Y recuerda: estarás bien.
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