Ceci nos acerca a la poeta Alfonsina Storni con un homenaje bellísimo que se merecía dos bellas ilustraciones.
En las lejanas tierras de Suiza una flor diferente al resto nació.
Su nombre Alfonsina; su legado, la historia transformada.
Como toda mujer con inmanente sabiduría,
Alfonsina cuestionó su mundo y escapó a la poesía.
Letras y palabras, ideas en el papel, dolor en el alma.
Su madre no entendió aquello que Alfonsina buscaba expresar.
Su padre consumido por el alcohol, pronto les abandonó en un sueño eterno.
La poesía fue su refugio cuando el oscuro mundo a su alrededor se elevaba.
En Rosario, en Coronda, en Uruguay su arte conmovió a mujeres
Que por primera vez leían en palabras un sentimiento escondido.
Una sociedad que imponía destinos
Nunca pudo con Alfonsina y su amor por los versos.
Hundida en miedos y tristezas, sus depresiones fueron momentos de creación.
Es a través de esa mirada que compone sus más bellos poemas.
Con su ejemplo cientos de mujeres pudieron amar la poesía
Pudieron amar la rebeldía a un porvenir decidido por otros.
Su despedida de este mundo fue exactamente lo que ella era:
Un profundo sentir, tan hondo e inabarcable como el mar.
En estas palabras quiero recordar de manera simple y directa, sin vueltas, algo de lo valioso que el legado de Alfonsina nos dejó a quienes hemos pasado por este mundo. Poetisa premiada y reconocida mundialmente, su vida se vio signada, no sólo por el dolor y los pesares físicos, sino por la intensa sensación de vivir sin pertenecer, de existir en un mundo que no era el suyo.
Renegando de su figura de mujer, supo amar y aprendió con dolor que el padecimiento siempre es buen compañero del amor. Sin embargo, su única compañera, aquella que la despidió última, la poesía, supo estar a su lado sin traicionarla y abrigándola del mundo que la rodeaba.
Alfonsina Storni nació un 29 de mayo de 1892 en Suiza pero vivió toda su vida en diferentes partes de la Argentina. Su suicidio fue la culminación de una vida donde nadie le dijo qué hacer y en la cual aprendió que la llama de la convicción es lo más íntimo e infranqueable que una mujer puede tener: esa conexión con una misma y con el entorno salvaje. Alfonsina murió en 1938 a sus 46 años de edad en la ciudad de Mar del Plata.
Sus poemas pertenecen hoy a un enorme legado de poetisas mujeres que desafiaron el mundo masculino, que se internaron en el arte y, consumidas por la belleza de sus palabras, se convirtieron en trascendentes para la Humanidad.
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