La memoria del cuerpo: la Venus de Willendorf

¿Escuchaste hablar alguna vez de la Venus de Willendorf? La observación y la reproducción del cuerpo femenino como símbolo de fertilidad fue parte de las culturas más antiguas.

La memoria del cuerpo: Venus de Willendorf
Collage de Sdraswi

Encontrada en 1908 y retirada del sueño casi eterno al que había sido obsequiada, la Venus de Willendorf es una de las más increíbles piezas de arte humano. Representante de una época donde la escritura no existía pero en la que los mensajes que han permanecido guardados en la memoria de la Humanidad son muchos y muy maravillosos.

Imagino la sorpresa y la emoción del equipo de trabajadores arqueológicos que se encontraban realizando excavaciones aquel año en el sitio paleolítico de Willendorf, en Austria. Como todes sabrán, el quehacer de quienes nos dedicamos a entender los tiempos pasados y a desempolvar capas y más capas de polvo, de tiempo, de olvido pero también de memoria se basa muchas veces en frustraciones y preguntas sin respuestas. El trabajo de campo de quienes estudian la arqueología es extremadamente minucioso y detallado, cada centímetro de un yacimiento puede contener verdades que si no son bien tratadas pueden viajar para siempre al mundo del silencio. Cuando el yacimiento ubicado en la región de Willendorf comenzó a ser estudiado en 1908 es muy probable que ningune de quienes allí desempeñaban tareas supiera la enorme contribución que haría a la historia de la Humanidad.

Las primeras décadas del siglo XX fueron muy prolíficas en cuanto a recuperación de una enorme cantidad de riquezas arqueológicas e históricas. El hallazgo de esta pequeña estatuilla de sólo 11 cm pertenece a esa floreciente época. Les estudioses y especialistas determinaron en aquel momento que podría tener cerca de 10,000 años de antiguedad, pero el paso de las décadas y el desarrollo de mejores técnicas de datación permitieron establecer más adelante que se trataba de un objeto que podía llevarnos a entre 20,000 y 30,000 años atrás. Así, esta casi diminuta pero potente figura se convierte en una de las obras de arte más antiguas que haya creado el ser humano.

El nombre de «Venus» ha sido dado obviamente de modo muy posterior cuando arqueólogues y estudioses asociaron a diferentes estatuillas de la Prehistoria con la diosa romana Venus, representante del amor, la belleza y la fertilidad. Entendieron que muchas de estas representaciones servían como amuleto o como alguna forma de asociación con entidades divinas que asegurarían tanto la fertilidad femenina como la fertilidad de la tierra y de los cultivos. Se cree entonces que la Venus de Willendorf es una de las más claras representantes del pensamiento mágico, aquel que asociaba los deseos y las esperanzas de la Humanidad con los dioses (o figuras similares) y su capacidad para torcer el destino.

¿Por qué se asocia a la Venus de Willendorf con la fertilidad? Bueno, aunque no hay nada definitivo ni ninguna certeza que no pueda eventualmente ser cuestionada, el consenso común entre especialistas nos señala que la forma en la que el cuerpo de esta figurita ha sido demarcado es una clara señal de asociación con la fertilidad. A simple vista, la figura destaca por sus rasgos femeninos aumentados y sobresalientes: sus senos desbordantes, caderas amplias y un vientre redondeado. Si tenemos en cuenta que es la figura femenina la que históricamente ha sido vinculada con la fertilidad por su capacidad de gestar, es comprensible que los diferentes pueblos hayan creado representaciones como esta para simbolizar la vida, la esperanza en la supervivencia. Quienes han analizado de manera pormenorizada a la Venus de Willendorf señalan además que mientras el rostro de la estatuilla no posee casi rasgos, no ocurre lo mismo con el resto del cuerpo, cuyas formas redondeadas y sobresalientes de manera intencional chocan con el estilo de esculturas consideradas clásicas en las que tal vez el cuerpo femenino es retratado con otros parámetros. Podríamos hablar entonces de una época en la que todavía no existía el concepto de cánon estético clásico (aquel que surgirá con la antigua Grecia) sino que los cuerpos eran representados en términos de funcionalidad, para lograr un objetivo y para destacar aquellos rasgos que más sirvieran al mismo.

Siendo que el tema de este mes en Proyecto Kahlo es el autoconocimiento, me pareció especialmente interesante analizar cómo desde épocas paleolíticas el reconocimiento detallado del cuerpo femenino ha marcado a las diferentes culturas del mundo, asociándolo a supuestos beneficios como es en este caso o supuestos daños como puede ser en el caso de figuras femeninas vinculadas con la muerte, la locura. Es maravilloso pensar a la Venus de Willendorf no sólo en términos técnicos, es decir cómo ha sido esculpida, el detalle que ha dejado sobre la piedra la mano de quien la haya tallado, las dimensiones o el tipo de piedra que ha sido elegida para realizar el trabajo (todos detalles que no son menores a la hora de determinar su antigüedad y su pertenencia a tal o cual período), sino también y especialmente en el sentido en el cual hemos sido las mujeres siempre objeto de interés y se han colocado sobre nuestras figuras simbologías de todos los tipos. No me interesa aquí juzgar el vínculo que el cuerpo femenino ha tenido históricamente con la fertilidad ya que ese es tal vez un debate actual, algo que no existía en los pueblos de la Prehistoria que deseaban y buscaban por todos los medios subsistir.

La Venus de Willendorf, que se cree ha sido trasladada a ese lugar desde otro, es una muestra más de la importancia del conocimiento del cuerpo y de sus rasgos más naturales, más bellos, más esenciales para poder pensar en la misma Humanidad. La memoria y su supervivencia es seguramente uno de los logros más interesantes que esta pequeña estatuita nos deja, la memoria de pueblos que han estado, que han existido, que sólo viven ahora en el recuerdo o aún más, en la imaginación ya que de ellos no nos ha quedado mucho. Esa responsabilidad es la que reposa sobre nuestra preciosa Venus de Willendorf como en cualquier otra obra de arte, la de sostener la esperanza de la memoria y de la trascendencia humana.

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