Una joven prometedora. Esa verdad incómoda.

Cristina no quiere que la película «Una joven prometedora» caiga en el olvido por la importancia que tiene todo lo que nos muestra. Además, nos anima a compartir nuestras historias para aprender y empoderarnos juntas.

una joven prometedora
Ilustración de Almudena Arribas

Esta película, que llegó a los Oscar y ganó, entre otros, el Oscar al mejor guión y a la mejor película, nos habla de una realidad que escuece a los ojos. Sorprende que no se esté hablando más de ello. Con todos los premios que se ha llevado, otra película estaría en todas las tertulias y programas televisivos, en boca de todos. Sin embargo, parece que después del boom en su estreno, ha caído en el olvido. Todas las mujeres que la ven dicen lo mismo: no me sorprende lo que veo, aunque sí hasta qué punto lo hemos normalizado, y deberían verla todos los hombres.

Una joven prometedora escuece, porque muestra desde otro punto de vista el ligoteo nocturno. No es sólo que no se atienda nuestro deseo ni se espere nuestro consentimiento, es que se nos quiere rozando la inconsciencia, pero lo suficientemente despiertas como para dejarnos hacer. Somos objeto de deseo mal entendido, cuerpos para su uso y disfrute, bienes de servicio. Esta cruda realidad es muy fácilmente constatable si una mira alrededor del mundo en el que vive, y seguramente a su propia experiencia. Sin embargo, es difícilmente aceptable por el lugar en el que nos deja como sociedad. Sin duda, hombres y mujeres, nos hemos naturalizado y estamos aceptando unos niveles de violencia escandalosos en nuestras relaciones.

Las mujeres somos el género de la violencia sexual. Las relaciones afectivas y sexuales que forman parte del imaginario social, son violencia estructural. Y hay quien ante esto, cree que lo fundamental es decir que not all men. No, claro que no todos los hombres se comportan así, faltaría más, pero sí son unos cuantos, y sobre todo, sea el número que sea, lo importante es la estructura violenta de la cosa. Lo que eso genera y como influye en las relaciones esporádicas y en el sexo, y en las relaciones afectivas entre hombres y mujeres en general.

Una vez un tío me escupió en la cara en una discoteca. Fue porque empezó a sobarme, sin conocerme de nada, sin mediar palabra, y yo le quité bruscamente y le dije que se fuera. Es sólo un ejemplo, pero quiero explicar por qué pareció que el ofendido era él, ante lo que claramente era una agresión contra mí, contra mi cuerpo. Lo que hace la protagonista es simular no enterarse de nada hasta que rompe la dinámica y se muestra consciente y serena. Ahí el hombre siempre se asusta, y sobre todo, se descoloca y se queda sin pauta para seguir.

Si las mujeres reaccionamos a esta violencia se considera raro. Algo está muy mal en este mundo si defenderse de una agresión se considera un comportamiento errático. Siguiendo con la historia del escupitajo, lo que pasó después es que yo le pegué. Una torta limpia en toda la cara. El hecho de que yo reaccionara así, fue tomado como una auténtica locura en la discoteca en la que estábamos. Un hombre de seguridad se acercó entonces para ver qué pasaba, porque ahí fue cuando se consideró que pasaba algo fuera de lo normal, no cuando yo sufrí la agresión del chico. Cuando le conté lo ocurrido y le pedí que le echara a él de la discoteca, me miró con cara de incomprensión. – Chica, estás en una discoteca, qué me estás contando de que un tío te ha medio tocado, menuda novedad. No entiendo qué es lo que te molesta-.

Este episodio, que es real como la vida misma, sólo es un pequeño ejemplo de lo que tenemos que aguantar las mujeres cuando salimos de fiesta. Si nos da por irnos con el primero que pasa, corremos riesgo de sufrir una violencia que puede empezar con una violación, y que puede incluso acabar con nuestra vida, mientras en ese imaginario social rancio y casposo sigue pesando el – hija, es que si vas así por la vida normal que te pasen esas cosas. Hay que cuidarse más-.

Se culpabiliza a la víctima, se minusvalora la agresión, se perdona al agresor. Si la víctima se defiende, es tachada de loca. Lo errático es defendernos, es manifestar si consentimos o no, o si no queremos saber nada del tema. Igual no podemos evitar que nos pasen estas cosas, pero sí podemos ser conscientes y conocer los recursos de los que disponemos. Porque nuestra conducta siempre es reprobable. Por hacerlo o por no hacerlo, por consentir o por rechazar.

Lo bueno de ser tachadas y criticadas por todo, es que podemos elegir lo que mejor nos funcione para vivir en este mundo violento. No hay una fórmula mágica, a veces servirá huir o callar, a veces responder y defenderse, a veces pasar del tema o a veces consentir. Pero todo eso pasa por algo fundamental: el autoconocimiento y el autocuidado.

Creo que era Audre Lorde la que decía que el autocuidado no es auto indulgencia, sino que es un acto revolucionario para las mujeres. Pues bien, vamos a cuidarnos y a conocernos, amigas. Compartamos estas historias, hablemos de ello, de nuestras reacciones y posibilidades. Esto, sin duda, ampliará el campo de nuestra integridad y seguridad, y daremos pasos hacia nuestra libertad. Así no acabaremos como irónicamente acaba la joven prometedora de la película. No nos quedemos sólo en promesa.

Una joven prometedora
Ilustración de Almu arribas

Trailer de Una joven prometedora /Promising Young Woman subtitulado en español

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