ELLA se despierta a las nueve de la mañana sin falta de haber programado el
despertador.
ELLA se levanta rutinariamente, sin pensar. Si piensa, piensa en sus próximas rutinas.
ELLA se ducha a primera hora, como cada día, en ocasiones para salir. La mayoría de las
veces para quedarse.
ELLA prepara su desayuno habitual. A veces, los cereales son distintos. Los azulejos que
observa frente a ella son los mismos. Siempre.
ELLA revisa su correo. Comprueba las ofertas. Los ojos le pican y está igual que antes.
ELLA estudia.
ELLA abre al cartero. No hay nada para ELLA.
ELLA lee.
ELLA toma su tentempié de media mañana y habla brevemente con su madre. Su madre
cocina. Siempre cocina.
ELLA come junto a sus padres. El teléfono fijo suena. Es publicidad. Otra vez.
ELLA revisa su correo. Comprueba las ofertas. Los ojos le pican y está igual que antes.
ELLA lee.
ELLA piensa en bajar a dar una vuelta. Lo piensa pero no lo hace.
ELLA estudia.
ELLA revisa su correo. Comprueba las ofertas. Los ojos le pican y está igual que antes.
ELLA cena junto a sus padres. El teléfono fijo suena. Es publicidad. Otra vez.
ELLA ve una película sobre gente feliz y realizada a los veintipocos años.
ELLA se va a la cama rutinariamente, sin pensar. Si piensa, piensa en las rutinas de
mañana.
ELLA sueña. Sueña que a los dieciocho años un vampiro la mordió.
ELLA es una eterna adolescente.
ELLA no lo escogió.
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