Traspasar el umbral hacia nuestro mundo interior

Crear un hogar y disfrutar en él. Algo que suena fenomenal pero que a veces se nos olvida con nuestro ritmo de vida. Ceci nos lo recuerda así de bien.

Traspasar el umbral entre el mundo exterior y el espacio de tu hogar abre a los sentidos un sinfín de placeres que pocas veces nos detenemos a reconocer. Poder cambiarte la ropa que llevaste todo el día por ropas más cómodas, quitarte el calzado y acomodarte en el sillón a distraerte un rato luego de una extensa jornada laboral son sin duda alguna pequeños placeres que nos ayudan a recargar energías pero que no siempre disfrutamos conscientemente. 

En su libro En Casa, Mona Chollet hace un extenso y muy interesante análisis sobre ese espacio doméstico que es el hogar, un mundo privado que sólo una misma conoce junto con las personas que convive o con quienes accedan a él a través de alguna invitación. Desde el análisis del tiempo que las mujeres dedicamos a las tareas domésticas, pasando por los tipos de construcciones que se han puesto de moda y que buscan darle nuevos significados a eso que conocemos como “hogar”, hasta un interesante planteo sobre la hiperproductividad y la popularidad de conceptos tales como “salir de fiesta” o tener vida social que chocan con las ganas de quedarse en casa a disfrutar de su propio espacio, la autora nos lleva de viaje a lo largo del libro por diferentes emociones con las cuales no podemos quedarnos indiferentes. 

En épocas en las que el espacio público está cada vez más en análisis, nos olvidamos que el espacio privado también debe ser pensado y repensado. Las condiciones de ese espacio privado, de esos mundos secretos, también son temas importantes para debatir dentro del feminismo: en ellos ocurren algunos de los vínculos que más marcan nuestra vida -tanto positiva como negativamente-, en ellos se hacen notorias las diferentes calidades de vida, en ellos podemos disfrutar de la soledad y el silencio o estar rodeadxs de aquellas personas a las que más queremos. Sea cual sea el caso, el espacio privado del hogar está muy vinculado al concepto de placer ya que, además de pensarlo y armarlo según nuestros gustos y posibilidades -algo que de cualquier modo habla sobre nuestra propia identidad-, es ese espacio al que siempre volvemos para recuperar energías y terminar la jornada. 

Mientras que en la mayor parte de la historia humana el hogar fue un espacio mucho más integrado con el entorno e incluso en numerosas épocas entendido desde lo comunitario, las grandes ciudades y los ritmos laborales hacen que el espacio doméstico se haya vuelto mucho más aislado, la propiedad privada marca mucho más fuertemente hasta dónde pertenece el espacio de cada une y las avenidas y calles se han convertido en corredores de enormes torres y edificios interminables de cientos de departamentos donde nadie conoce a nadie. 

Sin embargo, la enorme cantidad y variedad de opciones que hoy brindan las grandes urbes a sus habitantes hacen que pocas veces se valorice el tiempo que se dedica a estar en casa, a disfrutar estar en casa. La extensa jornada laboral nos obliga a resolver en las pocas horas restantes del día todo aquello que quedó pendiente. Las tareas domésticas parecen nunca terminar y otras responsabilidades que se desarrollan en el hogar (como por ejemplo, las relacionadas a la maternidad) son también actividades que no nos toman tiempo y energía. 

El ocio, el tiempo libre, los diferentes rincones y aromas del hogar, el silencio o la música que puedan acompañar, un cómodo sillón o una ventana inspiradora, un cuadro o una taza de café preferida. Crear el propio espacio, encontrar conexión con todo lo que allí ocurre, conocer sus secretos y seguir siempre develando otros nuevos nos acerca a diferentes formas de placer y bienestar siempre muy valiosas de recrear.