Decir adiós

Decir adiós puede ser muy difícil pero muchas veces es muy sano, positivo y necesario.

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Ilustración Leire Martin

Qué complicado es a veces decir adiós.

Despedirse. Dejar ir aquello que ya no funciona o que ya no se siente bien.

Tan complicado como escribir este texto con los ojos borrosos y un nudo en la garganta.

Cerrar ciclos, despedirte de proyectos, decir adiós a una relación, a un vínculo.

Son momentos que pueden ser muy tramposos.

Por que parece que a la cabeza nos viene todo el rato lo bueno que existe, lo que nos ha dado, lo que nos ha hecho sentir e incluso, en ocasiones, lo que dice de cómo somos como personas.

La trampa está también en que nos centramos en el vacío, el hueco, la huella que dejará.

Ponemos nuestra atención en lo que ya no va a estar.

Y, si recordamos lo bueno y nos enfocamos en la ausencia, duele. Duele mucho.

Se hace difícil, árido y complicado.

Llegan los momentos de duda, de negación, de intentar agarrarte a asideros que ya son fantasmas, que no están ahí. Como intentar escalar una montaña hecha de humo, como pretender atrapar un sueño con las manos según despertamos.

Un imposible que no somos capaces de ver porque no queremos verlo.

Dejar ir algo que ha sido importante es despedirte de una parte de ti, de un capítulo de la novela que es tu vida y, a veces, de un trocito de tu corazón, tus ilusiones y tus sueños.

Aparece la queja al mundo, interpelando como Mafalda ese magnífico y cruel “¡¡¡paren el mundo que me quiero bajar!!!”. Los mensajes intentando que la vida mágicamente cambie “si las cosas fueses diferentes…”, “si esa persona hiciese…”, “si yo pudiese hacer…”. Esos “síes” paradójicos que realmente señalan todos los “noes”. Y, como decía, la canción, en tu cabeza solo suena: “quizás, quizás, quizás”

Pero la realidad es que no somos brujas ni el Doctor Extraño, no podemos cambiar el mundo y las realidades y, por más que nos duela, sabemos ya en este punto que aquello de “si quieres, puedes” no es realmente cierto.

Pero como jode decir adiós a algo que ha sido precioso. A algo que te ha dado tanto.

Por eso a veces es mejor detectar las trampas. Recordar lo bueno sí, pero enfocarnos en eso y no en la ausencia.

Mirar lo bueno no como algo que perdamos sino como algo que ya hemos ganado.

Nadie nos puede quitar lo vivido, sentido y aprendido.

Eso es nuestro. Para siempre.

Toda esa experiencias y sus vivencias.

Los momentos dulces con los menos amables.

Que algo termine no hace que eso desaparezca.

Y ese hueco, ese vacío que a veces vemos como un abismo y que da vértigo… eso puede ser un nuevo comienzo.

Un espacio para crear otros momentos o relaciones.

Un nuevo capítulo en nuestra historia personal.

Aparecerán las lágrimas a las que llama la tristeza, la rabia, la impotencia y también lo pueden hacer la alegría y el alivio. Una mezcla que puede parecernos absurda e incluso ilógica pero que tiene cabida en esos momentos.

Cerrar ciclos.

Ciclo viene del griego κύκλος -kyklos- que significa rueda, círculo.

Pensar en ello puede aliviar porque sabemos que una rueda está pensada para moverse y sabemos que un círculo no tiene realmente un inicio y un fin.

Estamos en constante movimiento, fluimos, cambiamos y evolucionamos. Y al hacerlo no podemos caer en la ingenuidad de que todo lo demás permanece inamovible e inalterado.

Ciclos como evolución, como avance, como movimiento.

Y que es la vida sino cambios y movimiento.

El agua que no se mueve se estanca y muere. Las personas, las relaciones y el mundo también lo hacen.

Sigamos rodando.

Creando círculos.

Estableciendo nuevas relaciones, conociéndonos en diferentes circunstancias.

Agradezcamos lo bueno que hemos vivido, sentido y aprendido.

Y digamos adiós cuando hay que decirlo.

O ese suave “hasta la vista” para que no se nos atragante en la garganta para poder hacerlo.

Si el momento es tramposo, es legal que también hagamos trampas.

Un “engaño” que no sea negación y retroceso sino trampolín y mecha.

Ha sido un verdadero placer.

Una de las experiencias más maravillosas de mi vida.

No digo ese adiós rotundo que no soy capaz de dejarme sentir en estos momentos, me aferro a esa mentirijilla y os digo:

Hasta la vista.

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