Una lectora nos comparte un texto muy personal sobre una relación, la infidelidad, el dolor y un amor frustrado que tal vez pueda dar pie a cerrar un ciclo y crecer.
Ella estaba echada, llorando sin parar. No, no podía ser, él la había cortado hacía nada. ¿Tanto
esfuerzo para qué? El silencio, la deshonra, la infidelidad. ¿Podría ser?
Durante todo este tiempo, habían sido la pareja perfecta a ojos de todo el mundo. Ella le dijo que lo
amaría hasta el final. A ella le costaba entenderlo. Entenderlo, porque esa relación había empezado
desde la más profunda admiración y amor que se le tiene a alguien. De alguna manera, él había
despertado todos los sentires que permanecían durmiendo. Había sufrido violencia a manos de sus
parejas antes de ser feminista, y ahí estaba, sufriendo otra vez por amor.
A pesar de todo, tosquedad y su frialdad de él eran espinas que habían estado anidando
últimamente en su corazón. Este trataba de latir, pero cuando lo hacía más se lastimaba. Ya no podía
más con esta situación. Durante todos estos años juntos, solo había recibido chantajes de él, que
“mira cuánto te quiero, te controlo porque me pongo malo si estás con otro”. Pura violencia de
alguien que decía amarla, pero luego la exponía a la más infame de las situaciones que puede vivir
una mujer con su pareja. Hasta que la peor de sus pesadillas se materializó: no pudo evitar salir con
alguien más a sus espaldas.
Sí, probablemente, lo correcto hubiera sido dejarle. Lo correcto hubiera sido haberle dicho la
verdad. Lo correcto hubiera sido haberse marchado desde el primer minuto que ella sintió que esa
relación no daba para más.
Pero no estaba fuerte. Motivos que muchos dirían que no justifica nada, que debes cumplir las
promesas que haces. Pero nadie sabe, ni puede entender cómo es el corazón de una mujer
necesitado de amor. Puedes decir y responsabilizar todo lo que quieras, lo cierto es, que cuando una
no es dueña de sí, ni todas las opiniones de los demás podrán entender por cómo y porqué
decidimos las cosas. Esto es, porque nosotras habitamos ideales, pero aún no habitamos bien
nuestro cuerpo.
¿Quería seguir con él? Pues ahora no lo sabía, estaba rota. La había lastimado y no la había tratado
con cariño, por eso, ella, había hecho lo que había hecho. Le fue infiel. A pesar de todo, le seguía
queriendo. ¿Debía ella aprender a confiar más en sí misma? A fin de cuentas, dicen que estos
problemas vienen porque tienes problemas de autoestima, ¿no? ¿O quizás debía cerrar la puerta
para que todo dejara de funcionar y empezar de nuevo en otro sitio, otro lugar? “Que todo lo que un
día lloraste se te multiplique en sonrisas” le respondieron sus amigas. “Un día sabrás que no has
perdido nada, que las cosas tuvieron que pasar así para que entendieras la vida. Que nada se
retiene, todo fluye a su modo. Así como llegan las cosas, otras se van”.
Es verdad que él estaba dolido, pues lo más importante para él era esa exclusividad que se había
instalado entre ellos y la confianza en los pactos que habían hecho. Y le recriminaba que todo se
había acabado por su culpa. Ella ya le había pedido perdón de mil maneras, pero quizás, ya esta era
la definitiva y tendría que recoger los pedazos que se habían esparcido.
No, ya esta vez era demasiado tarde. No necesitaba más mensajes de esperanzas de amor con él.
Habría que aceptar lo que hubiera pasado y que cada uno siguiera su camino. De hecho, quería
poder lanzarse a seguir su vida y sus proyectos, perderle de vista. Que no la buscara más y que la
dejara tranquila con todas sus cosas.
Probablemente, el motivo de su relación sea aprender a amar en la distancia, respetando el silencio
y ausencia del otro. Quizás, en otra vida, en otro momento, en otro ciclo, puedan reencontrarse y
rearmar lo que no pudieron en este instante.
Así.
Separadxs hasta la muerte.
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Lauren Domínguez (31), Madrid
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