El caminar como un estilo de vida donde se prioriza la quietud, el observar y el respirar. Caminar es mucho más que desplazarse de un lugar a otro, para nosotros es un fin en sí mismo.
Ya lo sabemos, este mes Proyecto Kahlo habla sobre deportes, pero nosotros vamos a hablar de un deporte no convencional, o, por lo menos, de una forma de hacer ejercicio que no se relaciona normalmente con el deporte: caminar.
Como un medio de movilidad olvidado actualmente, caminar es considerado como uno de los deportes más antiguos. Es una de esas actividades físicas completa y holística donde se ejercitan cuerpo, mente y alma; donde incluso podemos bajar revoluciones practicándolo, o hacer que el tiempo transcurra más lento. Otro factor a su favor: es una actividad gratuita. No hace falta un profesor, ni ropa, ni mes en el gimnasio, ni equipos especiales para desplazarse a pie. Tampoco estamos tan expuestos a lesiones como en otros deportes más intensos y riesgosos.
Pero vamos por partes, por un lado, nos hace bien a la salud porque nos ayuda a mantener el estado físico, a mantenernos activos, a mover el cuerpo. Los expertos aseguran que ayuda a prevenir enfermedades cardiacas y mejora la circulación. Por eso, hoy en día, donde muchos trabajos se desarrollan en un estado sedentario sin necesidad de un esfuerzo físico, caminar no es poca cosa.
También, caminar estimula el pensamiento. ¿Nunca les ha pasado que para pensar en algo instintivamente se ponen a caminar? Como un acto casi reflejo. Tenemos tiempo para observar, estar en los detalles y nos hace darnos cuenta de lo grande que es el mundo. Puede ser una experiencia meditativa, fomentada por la lentitud y el ritmo que nosotros y nosotras mismas nos imponemos. Para nosotros, una gran forma de buscar inspiración a la hora de escribir, es salir a caminar sin rumbo. Es darle rienda suelta a las ideas. Como si el simple hecho de caminar, de mover un pie detrás de otro, de desplazarnos lentamente, nos ayudara a entrar en sintonía con nosotros mismos.
Caminar nos permite trasladarnos. Al igual que en auto, en bicicleta o en colectivo, cuando caminamos nos movemos; pero es cierto que lo hacemos con determinado destiempo. Aquí no hay velocidad, no hay autopistas, no hay semáforos, ni embotellamiento. Y es verdad que muchos detalles se nos pasan desapercibidos con la velocidad de los transportes mecánicos. Porque cuando caminamos, observamos. Es imposible que no miremos a nuestro alrededor, y es ahí cuando comenzamos a entrar en detalles: “Mirá que linda esa flor”, “Nunca había visto la ventana azul de la casa de la esquina”, “Allá se ve una montaña con nieve”. Caminar es también un modo de conocer. Nos pasa en el viaje, cuando llegamos a un nuevo pueblito o lugar, para nosotros, no hay mejor manera de conocerlo que saliendo a caminar. Nos sirve para entender el ritmo y el fluir de la gente del lugar, para conocer personas y ver cómo se relacionan. Nos permite salir de la ventana del automóvil y entrar en contacto con la realidad y los detalles.
Pero vamos a serles sinceros, no fuimos las primeras dos personas que se pusieron a reflexionar sobre los beneficios corporales y espirituales del caminar. Existe una corriente internacional conocida como “Movimiento Slow» (Movimiento lento) que propone replantearnos la tiranía del tiempo en este mundo moderno. Comemos rápido, dormimos rápido, hablamos rápido, leemos rápido y si es que optamos por caminar, lo hacemos rápido (casi corriendo). El Movimiento Lento considera al tiempo no como un fin que hay que ahorrar, sino un bien del cual hay que disponer. Todo un cambio de paradigma que parece más utópico que real. Pero aunque suene loco, muchas personas se están adhiriendo a este modo de vida. Quizá no podamos trabajar menos horas, ni ampliar el horario del almuerzo, pero podemos comenzar a disfrutar de los detalles. De la lentitud en las cosas mínimas. Dejar de correr y comenzar a caminar.
En esta línea, Carl Honoré escribió en Elogio de la lentitud: “Caminar puede incluso ser de ayuda para aplacar la comezón de ir más deprisa. En un coche, en el tren o en un avión, donde el motor siempre promete más potencia y más velocidad, nos sentimos tentados a ir más rápido y tratamos cada retraso como una afrenta personal. Dado que el organismo tiene un límite de velocidad innato, caminar puede ayudarnos a olvidar la aceleración. Es un ejercicio lento por su misma naturaleza”
El caminar como un estilo de vida donde se prioriza la quietud, el observar y el respirar. Caminar es mucho más que desplazarse de un lugar a otro, para nosotros es un fin en sí mismo.
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