Ébola y extranjería

Mónica reflexiona sobre la saturación de información sobre el ébola que estamos sufriendo las últimas semanas y sobre las posibles razones que puede haber detrás de esta actitud.


Ilustración: Javitxuela


Estos días estamos recibiendo mucha (des)información acerca del ébola, tanto de los casos que hemos traído voluntariamente, como del (de momento) caso de contagio, como de los miles y miles de casos en África. A parte de toda la cháchara pseudocientífica que se está parloteando en las tertulias televisivas y en las (escasas) ruedas de prensa, ha habido ciertos temas que me han llamado muchísimo la atención sobre personas migrantes, leyes de extranjería, tratamiento diferente de unos casos y otros, etc. Estas son algunas de esas reflexiones hechas en caliente, como las expulsiones en las vallas de Melilla y Ceuta.

Para comenzar, me resulta bastante chocante el principio de toda esta historia en territorio estatal: la repatriación de Miguel Pajares y de Juliana Bohi desde Liberia. Pajares y Bohi eran miembros con pasaporte español de la religiosa Orden Hospitalaria de San Juan de Dios que estaba en Liberia trabajando para combatir el Ébola. El resto de los miembros infectados de esa Orden no fueron ayudados por el Estado español pues, como opina Ana Mato, la sanidad española es sólo para los españoles.

Y yo me pregunto (cosas sin respuesta): ¿si estas dos personas hubieran sido de una organización no religiosa hubieran sido traídos aquí y se hubiera movilizado igualmente un Airbus del ejército? Y me lo pregunto por una razón bien clara: según el gobierno indicó en el BOE del 26 de diciembre de 2013, cualquier persona española que resida en el extranjero más de 90 días al año pasa a ser residente de ese otro país y tiene que pedir cobertura sanitaria allí.

Por otra parte, la presencia de este virus en Europa aparece como representación de un miedo aún mayor: el miedo a la inmigración, en este caso africana. El tratamiento estigmatizante que se está haciendo públicamente de esta enfermedad afecta principalmente a personas de procedencia africana. Los medios de comunicación han hecho una cobertura impresionante de este asunto cuando las personas contagiadas han sido tres personas con pasaporte español. Es verdad que es un tema grave, gravísimo, el que se haya extendido el virus a otros territorios, a cualquier otro territorio; pero esto no parecía interesar mucho mientras era población africana la que estaba muriendo.

Ahora, se centra la atención en esa población africana como agente de transmisión del virus. No puedo evitar pensar en cómo Reagan utilizó en los años 80 la llamada “pandemia del SIDA” para estigmatizar a las personas homosexuales, hasta el punto de que ser homosexual y tener SIDA casi pasó a ser un sinónimo. Ahora, en los medios de comunicación no cesan de conectar ébola y SIDA. ¿Repetirán también esa lógica de exclusión de partes de la población mundial?

Este pánico, de momento desmesurado, ya está teniendo sus consecuencias políticas en lo que respecta a los derechos a la ciudadanía (y en lo que respecta a otros muchos temas, que darían para otros muchos posts): el Sindicato Médico de Melilla pedía a Ana Mato la semana pasada, el 8 de octubre, que se reforzara el control sobre la frontera con Marruecos ante la alarma social; tanto en la población como en la comunidad de profesionales médicos, tras el contagio de la enfermera en Alcorcón, Teresa Romero. Alarma SOCIAL, no médica. Se pide un control de la frontera con Marruecos tras un contagio en Alcorcón, debido a la repatriación de un sacerdote que venía de Liberia. Yo quizás estoy muy perdida en geografía, pero no tiene mucho sentido para mí, excepto el incrementar la tensión fronteriza y el mezquino malestar de la población española ante inmigrantes de África.

Estos días hemos visto imágenes potentes en televisión: el Airbus; la ambulancia (reutilizada posteriormente sin desinfectar) que transportaba a Teresa; el desalojo por la fuerza de Excalibur, el perro de Teresa; el llamamiento de su marido para impedirlo; las chapuceras y tardanas labores de desinfección en el edificio donde vive… Pero ninguna de las imágenes es tan potente para mí como una ilustración de André Carrilho que fue publicada en el New York Times. En esta ilustración pueden verse multitud de cuerpos negros y un cuerpo blanco, haciendo referencia a un ciudadano estadounidense igualmente repatriado, absorbiendo toda la atención de los medios de comunicación.

El diario The Independent preguntó al artista si no le parecía contradictorio hacer ese dibujo cuando la persona repatriada es negra, y su respuesta no dejaba lugar a dudas: da igual que se trate de un cuerpo negro, lo que importa hoy en día en la guerra de fronteras es la procedencia, es Occidente vs. el-restro-del-mundo. Y no puedo estar más de acuerdo con lo que afirma Carrilho: una muerte en África, o en Asia, debería ser tan trágica como una muerte en Europa o en Estados Unidos, pero no parece serlo. Está claro, que hay vidas que no importan.

 

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