Una Frida lectora ‘escandalosa’ reflexiona sobre reírse a carcajadas, libre de complejos, para no silenciar la naturaleza de una misma.
Siempre me he sentido una mujer divertida, disfruto mucho de reír, de hacer reír, soy como una máquina de hacer ruido. Canto todo el tiempo, bailo, digo groserías o cuento cosas graciosas, pero hace unos días me puse a pensar en la razón del escándalo que siempre me acompaña, y he llegado a la conclusión de que es porque no quiero escucharme, porque me da miedo escuchar a la mujer que hay en mí y que me susurra todo el tiempo que está cansada, harta, triste, desolada, como decimos en mi país…¡Hasta la madre!
Y entonces me di a la tarea de escucharme y descubrí que había una niña en mí muy lastimada y que necesitaba amor, una adolescente con el autoestima baja y una mujer cansada, pues bueno, combiné los conocimientos sobre los ciclos de las mujeres y mi interior, me di cuenta que hay un periodo para irse hacia adentro, y es la fase premenstrual, así que decidí que esos serían mis días silenciosos. En lugar de sufrir del molesto y estigmatizado “síndrome premenstrual”, guardo silencio para escucharme y sanarme, para entablar un diálogo conmigo y crecer como ser humano y como mujer.
Pero fuera de esa semana, los demás días soy “naturalmente escandalosa”, siempre gozo de aventuras divertidas, me gusta mucho observar a la gente en la calle y eso me ha llevado a ser testigo de cosas muy graciosas; como el día que presencié una conversación entre una chica y su novio, ambos maullaban, sí, dije bien, maullaban, ese era su lenguaje gatuno para comunicarse, y yo no aguantaba la risa. En otra ocasión se subió una anciana al transporte público y antes de bajarse gritó: ¡TODOS CHINGUEN A SU MADRE! Y yo solté una carcajada monumental mientras algunos movían la cabeza.
Soy mamá de 3 niñas, y si algo quiero dejar en sus corazones es el recuerdo de una mamá que sabía carcajearse, que sabía burlarse de sí misma, divertirse, pero no a costa de los demás; quiero ser una vieja risueña y mal hablada, que no cuadre con la imagen que nos han vendido sobre las mujeres que se ríen con recato o que siempre parecen molestas por algo. Pero también quiero que sepan que su madre sabía llorar cuando le daba la gana, enojarse y gritar furiosa. Quiero que olviden esa frase horrible que una vez leímos juntas sobre lo que era una mujercita: “ríe, pero no a carcajadas”, ¡cómo chingados, no! Claro que me río a carcajadas, eso no me hace menos mujer, eso me hace más escandalosa, eso sí, y al que le pique, ¡qué se rasque!
Gisel Celaya Correa (México).
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