Sobre el equilibrio entre amarnos, la cirugía estética y las críticas machistas.
Ayer, mientras me rendía a la desesperanza del zapping envuelta en mi manta favorita, encontré algo fascinante: una mujer. Una mujer que presentaba un programa sobre viajes. Eso no es nada del otro mundo -pensarás-, yo conozco a varias que lo hacen. Puede, pero esta no era una mujer como las que estamos acostumbradas a ver. No era joven, no era delgada y la piel de su cara se arrugaba al moverse. Todo parecía indicar que me encontraba frente a una mujer de más 50 años que además aparentaba tener más de 50 años. ¿No es maravilloso? Aquello era todo un descubrimiento, un hallazgo sin precedentes. Ante mis ojos aparecía una de las pocas señales de que las mujeres como ella existen en la televisión y, no sólo eso, sino que también tienen derecho a tener un programa en el que son las protagonistas. Impactante.
Entonces pensé en la otra cara de la moneda: ¿qué ocurre con las mujeres que sí encontramos cada día en la televisión y que han decidido parecer más jóvenes? Nada positivo. Aunque han conseguido un espacio que de otra forma les habría sido negado, son criticadas cada día. Esfuérzate por parecer más atractiva, pero que no se note demasiado es lo que parecemos exigirles. Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que nos han enseñado que hagamos? Si no lo ves claro, pensemos por un momento en cómo hablamos de las famosas.
Pueden inyectarse unos toques de botox para una fiesta y diremos que son ejemplos de elegancia y discreción; pero ojo, si vemos que se han pasado demasiado alisando arrugas, haremos que sufran crueles críticas que las compararán con toda clase de ridículos personajes. Pueden afirmar que para estar delgadas comen hierbas y beben agua y lo aceptaremos; pero si confirman que se han sometido a una liposucción, hablaremos de mujeres pobres en autoestima que sólo buscan la aprobación de los hombres. Durante su jubilación pueden anunciar cremas carísimas que imitan a un lifting y que aplican sin descanso para frenar el paso del tiempo y nos parecerá estupendo; pero si deciden hacerse un lifting real les recriminaremos que no saben envejecer con dignidad y las tacharemos de viejas amargadas.
La mayoría de las mujeres hemos cargado y seguiremos cargando sobre nuestros hombros con una presión descomunal por encajar en los patrones de belleza. Sabemos que es real y sabemos que no lo hemos elegido. Vivimos bajo el yugo de un modelo de mujer único que apisona a todas las demás y no tenemos suficientes referentes que nos ayuden a respirar bajo su peso. Las mujeres que aparentan más de 50 años apenas existen en la televisión. No existe el vello corporal, la talla 42, las arrugas o las manchas en la piel. No existe la diversidad y, aunque sabemos que en la calle las mujeres somos un universo de miles de millones de formas y colores, eso no hace más fácil desligarnos de las imágenes o, mejor dicho, de la falta de ellas.
Pero volvamos a lo que nos atañe ahora; ¿qué pasa cuando una mujer no oculta su deseo de acercarse a lo que conocemos como el ideal de belleza actual? Pues lo mismo que ocurriría si se alejase. Críticas, críticas y más críticas. La misma famosa que unos meses atrás salía en las revistas señalada por flechas fluorescentes que se reían de su cuerpo, ahora aparece con flechas fluorescentes que cuestionan la autenticidad de su pecho, como si unos implantes hiciesen menos auténtica a su persona, como si además de exigirle la perfección absoluta, le exigiéramos hacerlo mágicamente y sin que pareciera que se ha esforzado demasiado. Como esos anuncios en los que una mujer se somete a la tortura de arrancarse los pelos de su propia piel mientras sonríe y una pluma cae sobre sus piernas. Basta ya de faltas de respeto a nuestro entendimiento.
La realidad es que muchas de nosotras hacemos esfuerzos que a veces duelen, impliquen o no postoperatorio, y no tenemos por qué esconderlos, ni tenemos que pedir perdón por hacerlos. Bastante tenemos ya con los juicios hirientes que hacen los demás sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad durante toda nuestra vida, como para encima sentirnos culpables de lo que hagamos con nuestra piel. Bastante tenemos ya con invertir nuestro tiempo en intentar acabar con esos juicios criminales a base de educación, paciencia, sentido común, perseverancia, y tolerancia (o lo que es lo mismo: feminismo) y lo cierto es que aún no lo hemos conseguido.
Así que no, gracias pero no; no necesitamos sentirnos mal por hacer lo que nos haga sentir mejor a cada una. Todas tenemos derecho a vivir nuestros cuerpos tal y como queramos. No necesitamos presiones añadidas, no necesitamos dedos acusatorios sobre nuestra persona exigiéndonos parecer más atractivas al tiempo que se nos exige esconder el esfuerzo si lo hacemos.
Nos asfixiamos. Necesitamos espacio. Necesitamos respirar tranquilas. Necesitamos referentes de mujeres que hacen lo que quieren hacer, alejándose o acercándose al ideal de belleza y siendo respetadas por ello. Definitivamente no necesitamos que nadie, nadie, se ría de nuestros cuerpos. No necesitamos anuncios de ceras depilatorias que nos digan que tener pelos es cosa de hombres. No necesitamos que nos pregunten si nos hemos operado en entrevistas sobre nuestra última película. No necesitamos productoras de cine que dejen de contratarnos porque no nos hemos operado. No necesitamos revistas que señalen con flechas fluorescentes lo mal que nos hemos operado. Necesitamos libertad. Necesitamos respeto. Necesitamos dejar de sentirnos culpables por nuestros cuerpos y dejar de pedir perdón por nuestras decisiones sobre ellos.
No sé qué piensas tú, pero yo espero ansiosamente que llegue el día en que podamos conseguir ese reconfortante equilibrio que da la libertad de ser una misma. Ese día en el que podamos hacer lo que nos de la santa gana con nuestra piel sin dar explicaciones ni pedir perdón. Ese día en que podamos presentarnos al mundo como nos apetezca sin que ninguna persona sin escrúpulos ni sentido común nos coloque flechas fluorescentes sobre el cuerpo. Ese día que parece alejarse tanto y por el que sin embargo no vamos a parar de luchar. Ese día que tanto nos han negado y que sin embargo, es nuestro derecho.
Ese día en el que por fin toquemos con los dedos la libertad de existir en nuestros cuerpos tal y como queremos. Ni más ni menos.
1 Comentario
Yo creo que por unas decadas mas supongo y la verdad quien sabe hasta cuando, toda mujer por el echo de ser Mujer…. tendra que cargar con esa cruz cuesta arriba. Nos juzgamos severamente en cuanto a la apariencia entre las mismas mujeres y lo mismo ocurre con los hombres. A veces siento como si cada parte de tu cuerpo cotizara como en una carnicería .. Lo inevitable es que envejeceremos, que el cuerpo cambiara, que se encojen algunas partes, la piel no luce igual, el cabello tampoco, el borde o contorno de los ojos, las mejillas, incluso la piel con el tiempo sufre cambios evidentes sobre todo.. Pero mas allá de ello, hay mujeres diversas, y diferentes, desde alguna que incluso sufren extraños síndromes o enfermedades, a otras que incluso tienes aspectos que no encajan con el ideal o »standar» promedio. Incluso habemos de las menos femeninas, en cierto modo este ultimo es mi caso. En muchos aspecto los hombres salen a veces bastantes librados de mas cosas que una mujer y aun me sige pareciendo injusto que aun vean diferencias en algunos casos absurdos como esta. Ni hablar de la tv, ahi todo es plastico, tiene que lucir perfecto, la exigencia frente a las camaras son mas altas, todo tiene que lucir radiante y flamante ..