La evolución personal es algo constante. Si estamos cambiando a medida que vivimos… ¿podemos seguir siempre con la pareja de la adolescencia? Marta, terapeuta de pareja, nos habla del asunto.
Muchas veces tenemos en la cabeza esa idea poco realista -gracias, Don Amor Romántico- de conocer a alguien siendo muy jóvenes y ser felices de por vida con esa pareja.
De hecho, cuando alguien dice que lleva con su pareja desde, por ejemplo, los 16 años, se oyen suspiros, a muchas personas les cambia la cara al emoticono con ojos corazón y hay a quien se le escapa un “¡Oooh! Qué bonito”.
Yo en estas cosas soy atea.
Creo en el amor. Creo en que una pareja puede funcionar muy bien. Creo en la felicidad compartida. Pero me cuesta mucho creer que una pareja que lleva junta desde la adolescencia pueda llegar a ser una pareja adulta sana.
Porque todes cambiamos y en la adolescencia mucho más… sino sólo hay que pararse a analizarlo: ¿Cómo eras cuando tenías 15 años? ¿Qué querías? ¿Qué le pedías a la vida? ¿Y a una pareja? ¿Y a ti misme?
Piénsalo un rato y luego plantéate si tu “yo” de 20 años le pide lo mismo…
¿Y con 25?
Ahí está el quid de la cuestión.
Es muy bonito enamorarte e imaginarte recorriendo el camino con esa persona. Que todo funcione, que los dos sigamos queriendo lo mismo, que mantengamos los mismos gustos…
Pero también es muy difícil.
Por lo general, en parejas que llevan juntas desde la adolescencia y que continúan así pasando los treinta y pico, suele haber un cierto desequilibrio en la relación. ¿Y a qué se debe? A que uno de los dos ha dejado de cambiar, de evolucionar, por el otro.
Por miedo a distanciarse, por temor a la separación, por el cariño y los sueños que les unen, pero pasa.
Porque pensamos que cambiar es poner distancia con el otro cuando no tiene porqué -y, si así fuese, si cambiar significa tener que decir adiós, se hace- pero sólo por el miedo a que eso pueda pasar evitamos el cambio.
Evidentemente en toda relación hay que negociar, ceder, ponerse de acuerdo, pero en muchas de estas parejas algune de les miembres se obliga a aceptar ciertas cosas que, de otra manera, no aceptaría. Igual son cosas como qué comer o qué hacer en las vacaciones pero también cosas más importantes como puede ser la decisión de cambiar de lugar de residencia o tener descendencia.
Normalmente estas parejas, cuando ya ha pasado tanto tiempo y están juntas desde tan jóvenes, tienen un sustento que a veces es un apoyo y a veces puede transformarse en una jaula. El mismo grupo de amigos, ir a los mismos sitios, en las familias políticas se es uno más ya que te conocen desde peque…
Todo eso que puede ser muy positivo pero a veces es un arma de doble filo ya que muchas personas no toman la decisión de dejar a su pareja porque sienten que, al hacerlo, también se da una ruptura con todo ello.
Por rutina, costumbre, seguridad y cariño mantengo una relación porque parece que la opción de cambiar, de no mantenerla, trae muchas más desventajas. Porque si pasas tanto tiempo en pareja y crecéis juntos, es mucho más fácil dejarse llevar que nadar a contracorriente a pesar de que, si mirases bien en tu interior, eso es lo que quieres hacer.
Pero no sólo está la “absorción” de la pareja por une de les dos, sino que a veces, aunque las cosas evolucionen y pasemos de ser estudiantes a ser trabajadores, de vivir en la casa familiar a irnos a vivir juntos, de quedar en un parque a poder irnos de viaje donde queramos,… nosotres NO lo hacemos.
Y las discusiones son como las que teníamos de adolescentes y nos hemos privado de cambiar emocionalmente, de choques, de rupturas, de corazones rotos, de romperlos. Y la visión de la vida es algo más infantil, porque somos 2 “niñes” que jugamos a ser adultes juntes.
Muchas de estas cositas de las que nos “libramos” podéis pensar que no son muy positivas, podéis arquear una ceja, mirarme raro y preguntar ¿en serio Marta nos está diciendo que es bueno que nos rompan el corazón o que nosotros lo rompamos? Pues, en cierta medida, sí.
Cambiar es natural pero los cambios no nos suelen gustar. Cambiar es difícil. Suele ser algo contra lo que luchamos, contra lo que nos resistimos pero son inevitables para crecer, por eso terminamos dando el paso. Evidentemente van acompañados de dolor, de una sensación de pérdida, pero no juzguemos a la tristeza y a la ira como emociones negativas sino como gasolina para mover el coche del cambio. Para avanzar, para no estancarnos, para conocernos.
Por eso este tipo de relaciones me parecen un poco sacadas de la ciencia ficción, porque normalmente, si rascas un poco en su interior empiezas a ver toda esa ausencia de estructura que hay por debajo. Porque cuando comenzaron a construir esa relación lo hicieron como quien juega con legos, porque no sabían cuál iba a ser su objetivo ni tenían las herramientas para hacerlo.
Si estás en una de ellas y crees que está todo bien mi más sincera enhorabuena. Me alegro muchísimo. Pero antes de que salga el “todo bien” en piloto automático, te animo a que te plantees todo esto, a que veas si has crecido, si tu pareja lo ha hecho, si tienes la relación que quieres tener y si juntos podéis crecer, evolucionar y cambiar.
Espero que sí.
3 Comentarios
Éste articulo me ha caído como anillo al dedo.
He terminado con mi novio de 4 años, comenzamos cuando tenia 16 y ahora tenemos 20.
Son las palabras correctas para describir lo que fue tomar la decisión, aunque creo que el miedo de romper el corazón también es un factor que te paraliza, no te deja moverte porque de alguna manera sientes amor, buscas protegerlo y llega un punto en donde lo proteges de tus propias decisiones; pero puedo decir que hacerlo es una de las cosas más liberadoras que he atravesado.
Estoy totalmente de acuerdo, yo lo experimente en carne propia, me casé con mi novio de 8 años, empezamos a andar a los 18. Crecimos juntos y pasamos muchas cosas juntos. Nos terminamos divorciando a los 2 años de casados porque crecimos y nos dimos cuenta de q como adultos queriamos algo diferente a nuestra relacion de chavos. Cuando eres joven quieres imaginar tu vida perfectamente como junto a el, pero al madurar y darte cuenta lo que realmente deseas ser, a veces esos planes de adolescentes no caben igual. Y pues bueno, ahora estoy en ese proceso de aprender a tener relaciones adultas y que te rompan el corazon un par de veces para fijar bien lo que quieres y lo que no.
Pingback: La dificultad de cambiar juntos - destino:placer