Una de nuestras Fridas decide compartir estas palabras con nosotres. Palabras para ella, para todes.
A veces, tenemos que despedirnos de nosotres mismes.
Te escribo desde un lugar nuevo. Tenía que escribirte para despedirme adecuadamente ya que nunca tuve el gusto de hacerlo. Quiero decirte que el dolor ha pasado y que en su lugar quedó un entumecimiento que, a veces, se exacerba con los recuerdos. Molesta justo donde alguna vez sangró.
Sangró y ardió. Sudaste, lloraste y gritabas en silencio. Ahora sólo escucho susurros. Escucho susurros cuando eso me ataca con la guardia baja, cuando me siento sola.
No estabas sola, debiste haberlo sabido pero lo descubriste años después. Hay días en los que me siento muy culpable, no tienes idea de lo mal que me sabe pensar que hemos querido darnos por vencidas tantas veces. Seguiremos pensando en darnos por vencidas una y otra vez, de eso tengo certeza. Pero justo cuando hemos estado por tirar la toalla algo pasa, ¿no?
Somos fuertes, encontramos fortaleza cuando parece no haberla. Me habría gustado que supieras que vales más de lo que crees, que podemos con eso y mucho más.
¿Recuerdas que tenías cien sueños por cumplir? La mitad de ellos fueron sustituidos, quizás por la fuerza, la fuerza de las casualidades o del destino. Ha habido cosas que no han estado en nuestras manos y precisamente por eso no debiste frustrarte, aunque pensaras lo contrario. Debiste saber que pedir ayuda es un acto de valentía en momentos de crisis.
Hace unos meses me di cuenta de que nuestro problema es que no sabemos confiar, pero te juro que trabajo en ello todos los días. Aún te recuerdo llorando sentada en el piso del baño. Qué crudeza. Lágrimas. Agua corriendo por nuestro cuerpo desnudo. Gritos ahogados. Sueños frustrados. Soledad. Ansiedad. Depresión. Fingida indiferencia ante otros. No sé bien en qué momento te dejé, en qué momento te cerré la puerta en la cara. No fue un acto de cobardía, sabes que fue necesario.
Tenía que dejarte porque te estabas hundiendo y un día de esos me di cuenta de que no eras lo que quería ni lo que necesitaba. Eras tan dura que al caer te rompías con facilidad, pero sin hacer ruido alguno, eso lo reservabas para las noches en las que te quedabas dormida mientras llorabas. Te vi la cara mientras cerraba la puerta. Estabas inexpresiva pero tus ojos estaban rojos, inyectados en sangre, hinchados y cansados.
Te quiero y te admiro, no sabes cuánto. Me inspiras la más inmensa ternura. Te debo todo, querida, fuiste un mal necesario. Lo único que quiero es seguir adelante, por ti y también por mí, quizás incluso por la persona que algún día se despedirá de mí y me escribirá una carta tras luchar. Con sangre, sudor y lágrimas cubriendo nuestro cuerpo. Quizás ella esté tan cansada como nosotras, pero confío que sea mejor que yo, así como yo ahora soy mejor que tú. Espero, sin embargo, que siga usando pijama por días enteros, que siga escuchando esa música que tanto nos gusta, que nos toca el alma, que siga ruborizándose así, que tenga esa sensibilidad profunda y oculta tan nuestra, que sea una incansable soñadora y que siempre encuentre ganas de superarse como nosotras.
Sí, nos dieron rotas las alas, ¿pero sabes algo? Estamos aprendiendo a volar.
Siempre tuya,
Laura.
Por Laura.
2 Comentarios
Bello
Palabras de una belleza sobrecogedora.