Ingrid le escribe una carta a Frida y a partir de ahí reflexiona sobre la importancia de admirar a les niñes por lo que son.
Me gustaría decirte, antes de que crezcas mucho más, que entiendo que estés un poco enfadada con el mundo. Vas a sentirte rara, diferente, por el resto de tu vida…pero eso no es un problema. Es así como eres, y aprenderás a celebrarlo.
A mí también me causó impresión tomar conciencia del Universo, darme cuenta de lo inapreciable que somos comparadas con la magnitud del infinito. Me hubiera encantado poder viajar al centro de la Tierra de la mano de mi amiga imaginaria, atravesando la «Ó» de PINZÓN tras pasar por la puerta dibujada en el cristal de la ventana…y una vez en las profundidades bailar y contarle a mi amiga todos los problemas secretos que tenía cuando niña.
Creo que fuiste bien valiente ayudando a escapar a tu hermana Matilde de casa, tomas decisiones en favor de aquello que consideras justo, y eso es de admirar. Estoy segura de que te regañaron cada vez que escapaste con tu hermana Cristina de la preparación para la Primera Comunión para ir a comer frutas de un huerto cercano, así como cuando te enfadas y lloras de rabia cuando otres niñes intentan hacerte sentir mal porque tu pierna derecha se ve diferente…
Vas a seguir viendo que el mundo puede ser un lugar cruel e injusto, pero estoy segura que con tu forma de ser vas a superar todos los obstáculos y accidentes que se te presenten. No me cabe duda de que, como hasta ahora, romperás las normas que no consideres justas; y tomarás las decisiones necesarias para estar en el mundo de la forma que tú quieres: Libre.
Nadie va a poder cambiarte nunca, mi niña Frida, porque tu esencia es tan radiante que atraerá a unes y deslumbrará a otres, pero no se puede apagar.
Ingrid.»
Tendemos a pensar que les niñes que fuimos un día son el reflejo incompleto de lo que somos hoy, proyectado en el pasado. Una versión inacabada (o apenas comenzada) de nuestro auto-concepto. Admiramos a les adultes como el producto final y maravilloso que surge con el paso de los años, la experiencia y la vida. Alabamos sus hazañas, su personalidad y sus acciones, y celebramos que se «han convertido» en personas extraordinarias, o valerosas… como el resultado de una laboriosa evolución. Estoy convencida de que estamos interpretando la vida al revés, y quisiera darle la vuelta.
Creo que debemos admirar a les niñes por quienes son, desde mucho antes de que se conviertan en adultos. Quienes fuimos durante nuestra infancia no es un reflejo incompleto de quien somos hoy, por el contrario, nuestro «yo» del presente es una proyección en el tiempo de esa personita. Esa persona que en sí guardaba ya la esencia que nos define, y que será sometida a los cambios y aprendizajes que la vida naturalmente nos pondrá por delante.
Llegué a esta conclusión pensando en Frida Kahlo. La convertimos en un símbolo que nos representa, admiramos quien fue, lo que hizo durante su vida, las decisiones que tomó y cómo decidió mostrarse al mundo. Al fin y al cabo la vida que vivimos es el conjunto de las decisiones que tomamos unido a todo lo que nos sucede fuera de nuestro control. Alabamos el camino que recorrió, y la persona en que «se convirtió» a lo largo de su vida.
Pero a pesar de las barreras que el tiempo nos pone para conocer los detalles de su niñez, basta con prestar atención a lo poco que sabemos de esta etapa de su vida para darnos cuenta de que la «esencia» que define a la Frida que reconocemos no es el resultado de su proceso de madurez, no es el producto final, no es la Frida mujer y adulta exclusivamente: desde su niñez demostró rebeldía contra las normas establecidas, inteligencia, amor por el conocimiento, independencia, soledad, rechazo por lo que se le imponía, así como la capacidad de analizar e interpretar el entorno que la rodeaba y tomar decisiones libres.
La forma más pura de una persona es su niñez. El tiempo y las experiencias de vida no alteran ésta esencia, pero sí la proyectan con una luz diferente, a la que le damos color con nuestras acciones, decisiones y forma de estar en el mundo.
Les niñes que forman parte de nuestra vida y les niñes que un día fuimos merecen ser admirades, respetades, reconocides y comprendides. Creo que la educación que les damos no debería pretender modificar su esencia, quiénes son, sino prepararlos para defenderla y celebrarla a lo largo de sus vidas… ayudarles a reconocer cuáles de las decisiones que tomarán a lo largo del tiempo les acercarán más a la libertad.
1 Comentario
Hermosa carta.
He de confesar que pensé mucho en mí sobrina de 9 años, ella admira a Frida como yo en algún momento; también pensé en mí y en mi pequeña yo. ¿Qué somos? ¿Qué fuimos? ¿Somos felices? ¿Por qué antes era extrovertida y ahora soy tan tímida?
Me encanta sin duda. <3