Maureen nos habla de sus nietas feministas, y de su posible futuro.
He leído en las redes sociales la siguiente frase: «si estás en esa lucha para ver cambios en tu vida, te has equivocado de lucha».
En efecto, es importante recordar que, hoy en día, cosechamos los frutos de las luchas de nuestras antepasadas, que muchas veces han sido borradas de la historia, y que son nuestras hijas las que cosecharán los frutos de nuestra lucha.
Dicho esto, el ver que las cosas no cambian tan rápido como queríamos y el tener la impresión de gastar tanta energía en vano crea, a veces, un sentimiento de frustración y desesperación.
Entonces ¿Para qué estamos haciendo todo esto si nada cambia?
Para mí como mujer negra, el feminismo y el antirracismo no pueden separarse. Todavía no encontré la manera de vivir mi vida de lunes a miércoles solo como mujer y de jueves a domingo como negra.
Tengo la misma frustración acerca de lo lento que cambian las cosas en el ámbito del antirracismo. En los últimos meses llegué a un punto de casi burn out activista por esas razones.
No os voy a predicar la positividad, porque creo que las luchas por la justicia social y los derechos humanos vienen con una ira, una impaciencia y un desespero legítimo.
Intentar negarnos el derecho de ser pesimistas y y de estar rabiosas representa ya en sí una violencia.
Así que, en lugar de predicar una falsa positividad, voy a hacer un ejercicio de imaginación:
Estamos en 2078, dentro de 50 años, estoy viva y soy abuela. Mis hijas y mis nietas han sido bien criadas y también son feministas.
Aunque, tal vez, la palabra feminismo ya no será pertinente en 2078.
El movimiento está hecho por mujeres reales y enfrenta problemas reales que se transforman con el tiempo, por lo que es probable que muchas otras versiones del feminismo existan, pero con otros nombres.
No soy vidente, pero sé que una cosa que no habrá cambiado es el hecho de que el feminismo será todavía odiado y desacreditado.
A pesar de los progresos, mientras haya odio contra las mujeres, habrá odio contra el feminismo, ya que, al contrario de lo que he oído a algunas feministas famosas decir, el odio al feminismo no viene de la forma en la que las feministas dicen las cosas o de lo «agresiva» y «extremistas» que hemos sido representadas, sino en la profunda creencia de que las mujeres son por esencia inferiores, que deberían quedarse en esta posición y que la persona que desafía esa creencia merece ser castigada.
Estas son algunas de las cosas que mis nietas feministas probablemente oirán:
«El feminismo es algo del pasado, estamos en 2078 y ya tuvimos una mujer presidente, esa cosa de la misoginia no existe más».
De la misma manera que hoy nos dicen que somos unas exageradas, que no hay más problemas y que todo acabó en el momento en que las mujeres consiguieron el derecho de voto.
Mis nietas también escucharán cosas como «Las feministas de hoy en día son unas lloronas que se quejan por nada, no como las antiguas feministas de los años 2010, conocidas como feministas de Twitter, que si eran mujeres cordiales que cambiaban las cosas y no odiaban a los hombres».
De la misma manera que nos dicen hoy en día que las «feministas de Twitter» somos unas chicas que se esconden detrás de sus pantallas, no cambian nada, y, sobre todo, odian a los hombres.
Nos meten como contraposición de las feministas de «la primera ola», mujeres cordiales, calladitas, que consiguieron sus derechos sonriendo y de manera «pacifica».
Haciendo la elección obvia de olvidar que esas feministas se encadenaban a congresos y ponían bombas en casa de sus oponentes.
Es gracioso como la historia suaviza a las mujeres.
No cabe duda de que también seremos suavizadas.
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