La premisa de este libro es clara y contundente. Una distopía en la que las mujeres solo podemos utilizar 100 palabras al día porque en la 101 sufrimos una descarga eléctrica.
Evidentemente tampoco podemos trabajar ni estudiar, ni tener acceso a cualquier material de lectura y escritura. Nuestro papel es el clásico de ‘buena esposa’ quedarnos en casa ocupándonos del marido y de les hijes.
Como no puede ser de otra forma, siempre tenemos que estar bajo el mando de un hombre y, por supuesto, es una sociedad en la que las personas LGTBIQ+ no tienen cabida y son castigadas.
Y no os puedo contar más porque ahí iban 100 palabras ya. ¿Os imagináis?
El sueño de algunos.
Desde que ‘El cuento de la criada’ de Margaret Atwood se llevó al mundo de las series de televisión, parece que están apareciendo muchas más novelizaciones de este tipo. Por eso me preguntaba, ¿son necesarias o se nos está yendo de las manos?
Personalmente creo que nos vienen muy bien porque nos encienden a las que ya llevamos gafas violetas y nos animan a seguir ahí en pie de guerra y no rendirnos.
Por otro lado, ese planteamiento a lo ‘Black Mirror’ de mostrar una ficción que tiene tanto de realidad que se palpa, da mal rollo, puede hacer abrir los ojos a muches.
Porque lo sientes, porque entiendes que aunque suene loco hay personas que luchan por un mundo así. Que nos tienen miedo y quieren empequeñecernos quitándonos nuestros derechos. Quitándonos la voz.
Un recordatorio cruel y necesario de hasta donde se puede llegar.
Donde no queremos llegar.
Donde no tenemos que permitir que se llegue en ningún momento.
Juntes.
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