¿Y si dejáramos de valorar quienes somos por nuestros cuerpos? Esta Frida comparte las consecuencias de su vivencia con su desorden alimenticio.
Cada vez que se me quiebra un diente paso descompuesta todo el día. Me siento culpable, idiota, triste, preocupada (porque además de todo cuesta mucho dinero arreglarlos de nuevo…es más, tengo dos espacios vacíos en mi boca en este momento). Se me quiebran porque no tienen esmalte, porque no tienen protección, porque vomitar me los dañó para siempre… Posiblemente sea lo menos dañino que me dejó mi desorden, pero me recuerda la permanencia del daño (de uno…de todos).
Mi corazón también se dañó (física y metafóricamente). Mis espacios para compartir, mis prioridades, mi placer… todo nublado por culpas y ansiedad. Era más importante poder “controlar” todas las situaciones que arriesgar el arruinar el régimen que me daba el cuerpo que la sociedad aprobaba. ¿En serio tan mal me veían antes?
Tenía 12 años cuando el mundo empezó a decirme que tenía que cambiar como me veía… lástima tan inteligente…le gustaba pintar, bailar, andar en bici… Ya nada valía, porque “se engordó» Mi culpa. Me engordé. FALLO ÉPICO
“Nothing tastes as good as skinny feels” puede entenderse como “nada sabe tan rico como sentirse flaca» Este mensaje que no sólo nos impone un canon de belleza terrible, también ofrece una actitud moralizante frente a quien no se somete a este mandato. Claro, porque hay que ser flaca pero no tanto para que no se te encojan las tetas… Además tenés que ser blanca, hetero, sexy (pero no tanto), sonriente pero no reírse a carcajadas (porque calladita más bonita), alta, bien vestida (según quién) etc. La lista sigue.
Entonces no importa que no comás, que no disfrutés, que no sintás… ¿estás guapa no? ¿eso no es el fin ultra plus máximo de la vida? ¿Pero Cóooomo? ¡¡¡¿No querés estar más flaca?!!! ¿No es eso a lo que se debe aspirar en la vida? Nada más importa. No te van a querer, no te van a contratar, no te van a tomar en serio si no lo sos…
No quiero tener que reducir el espacio que ocupo en el mundo, ni la voz que lo acompaña. Mi valor no lo determina mi tamaño de pantalón, ni de mi brassiere, ni de quién se ponga de moda en ese momento. Tengo que cerrar los ojos, respirar, agradecer que mi cuerpo es tan increíble que sigue
aquí a pesar de los excesos, los dolores, los abusos (míos y de otres)… aquí sigue, aquí sigo. Tengo que respirar, soltar y agradecer, aunque hoy camine por el mundo con un
pedazo de diente menos.
María del Mar Chavarría Soto, Costa Rica. Facebook e Instagram: @mariadelmcr
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