Una Frida comparte cómo las redes y las colectivas que formamos entre mujeres nos sirve para nuestra propia transformación.
Hay momentos de la vida en que pareciera que ésta te aprieta tanto que sientes que te quiere romper.
En realidad te rompe, pero es justo ahí que comienza la reconstrucción.
He pasado por muchas variantes, he tenido tantas transformaciones en mi vida por situaciones diversas, como por ejemplo la pérdida de mis padres o de uno de mis hermanos, la separación de una pareja, un trabajo con el que no estás plenamente a gusto o sentirte frustrada por estar desperdiciada y desaprovechada porque crees que podrías dar más, entre otros miles de detalles y situaciones que cotidianamente podamos vivir.
Para sobrellevar todo esto se requieren de algunas vacunas y remedios que pueden estar a la mano o bien ser un poco más complejos de encontrar.
El reencuentro conmigo misma después de haber dado mucho amor para alguien y haberme vaciado. Aceptarme vulnerable y hasta tonta por ese hecho, reconocerlo y saber que por más feminista e intelectual que pueda sentirme por supuesto que me podía pasar.
Reaprender a ser feliz buscando y rebuscando en mis recursos internos de aquello que olvidé que tenía, lleva un buen tiempo pero funciona.
Basta buscar actividades y ocuparse (bailar, grupos de tejido, lectura o aprender un idioma), los momentos de soledad que permitan entender que uno puede ser feliz consigo misma y compartirse desde ahí, todo esto podrá hacernos ver con el tiempo que tenemos miles de recursos para lograr la transformación personal y sobre todo que “nadie muere de amor”.
Lo requieres para vivir: el amor hacia una misma y mantener redes de apoyo (pase lo que pase no debes perder).
Une puede ir y venir de sitios y de personas, une puede transformarse, llegar derrotada o renovada, pero esas redes siempre están ahí, las mujeres de tu vida.
A veces depositamos en las personas tanto, que nos olvidamos de lo que nosotras queremos y necesitamos.
A las mujeres además nos pasa porque aprendemos durante toda nuestra vida a estar y servir a les otres y casi siempre nos dejamos para el final. Y es más, si lo hacemos de manera diferente vamos por ahí sintiendo alguna culpita que no nos deja.
Las redes pueden colaborar en muchas transformaciones y deformaciones que también pueden ser muy buenas porque llevan a muchos cambios.
En mi caso, tener una red tanto presencial como virtual me ha hecho cuestionarme creencias y comportamientos, leer y compartir miles de pensamientos e ideas, desde el maquillaje o lo que le funciona a tu cabello, así como el vómito verbal en los días malos.
Estas palabras me las dijo una de las mujeres de mi vida, en un día difícil, diciendo –acá estamos para eso– y fue súper conmovedor.
Nuestras redes y colectivas feministas nos transforman y el trabajo individual que hagamos con todo eso es la cereza del pastel: ir y venir y transitar por esos espacios femeninos nos recargan y no sólo es lo que nosotras tomamos de esas redes, sino lo que también dejamos en ellas.
Sujey Espinosa 37 años, Monterrey, Nuevo León, México. Instagram: @sujeyespinosa
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