Cuando hablamos de desnudez, creo que lo primero que nos viene a la mente es el concepto piel.
Sin embargo, a mí me interesa hablar de otro tipo de desnudez; una más íntima: la desnudez del alma.
Siendo más concreta, quiero hablar de cómo la creación artística te expone a este tipo de desnudez.
Y, afinando más aún, me gustaría hablar de cómo es este proceso cuando,
además de artista, eres mujer.
Yo soy escritora, y por lo tanto, yo me desnudo a través de las palabras. Por
mucho que invente, siempre hay algo mío en ese maremágnum de frases e ideas. Una experiencia, algo que me conmueve, algo que me indigna. Algo profundo que agita mi ser y me impulsa a darle forma a través de la palabra escrita.
Y compartir eso implica riesgos, fortaleza y seguridad en una misma.
Por eso, si yo, que de alguna manera me escondo detrás del papel, me siento así de desnuda cuando comparto un texto, me pregunto cómo se sienten otras mujeres artistas cuando, por ejemplo, están dispuestas a mostrarnos la desnudez de su alma a través de la voz y les dicen que lo que deben hacer es subir al escenario, olvidarse de sus canciones, cantar sobre lo mucho que necesitan el amor de alguien y ponerse ropa sexy.
Me pregunto cómo se sienten cuando se ponen tras una cámara, dispuestas a conectar con vivencias propias que logren que su personaje sea creíble, dispuestas a revolver cosas muy íntimas y les dicen que lo que tiene que hacer es una escena de cama.
Me pregunto cómo es ser bailarina, ser capaz de transmitir a través del
movimiento esa fusión de alma y música y que la inviten a que vaya ligerita de ropa y a que se contonee con mirada felina (muchas veces, bailando una música cuya letra nos denigra a todas).
Me pregunto cómo es que te digan que les da igual que con cada acto creativo y artístico tengas el valor de enseñar al mundo un pedacito de quién eres, que lo importante es que seas guapa y con el cuerpo adecuado.
Que no importa que tu arte tenga la capacidad de conmover a personas de otros países y culturas, que lo que quieren es un primer plano con photoshop.
Que da igual qué les motivó o quiénes fueron sus ejemplos, pero que quieren saber qué dieta hacen y su rutina fitness.
Que su pintura es maravillosa y rompedora y marea las ideas, pero que, si no están dispuestas a dar sexo a cambio de exponer, mejor que usen los pinceles para maquillarse.
Que si son un ejemplo para las niñas del futuro, que no se lo cuenten, pero que, si tienen un rato, les gustaría saber con quién salen (hombre, por supuesto) y si está bueno.
Y también me pregunto cómo es haber nacido para el arte y vivir en un mundo donde, si eres “fea”, disidente sexual, o, incluso peor, si eres “vieja”, no quieren saber absolutamente nada de ti ni de lo que haces.
Que lo primordial es el beneficio, la utilidad, la función…para que las cosas no cambien que, por definición, es algo que hace el arte.
Nos desnudamos, compartimos y nos arriesgamos a dar un paso al frente para generar debate y que las cosas se agiten.
Pero lo que quieren es que agitemos el culo y las tetas. No los pensamientos.
Quieren que hablemos de “cosas de chicas” o de nada en absoluto. Mejor solo sonríe. Y que no volvamos a mencionar la palabra desnudez si no va acompañada de una jugosa porción de sexualización de nuestros cuerpos.
Y sin embargo, aquí seguimos. Escritoras, cantantes, actrices, bailarinas,
pintoras, dj´s, grafiteras, guionistas y muchísimas más, dispuestas a crear arte.
Dispuestas a protestar, a no callar y a reivindicar un espacio en el que somos creadoras y no musas, modelos o adornos.
Porque la calle, la noche y el arte también son nuestros.
Texto: Teresa Lozano Martínez (37), Madrid. / Instagram: @desamorycolera
Imagen: Sonia Campo Sotelo / Instagram: @sdraswi
1 Comentario
Que bien escrito y expresado.
Texto muy reivindicativo y verdadero