Maite propuso una ilustración e inspiró a Julia para escribir un texto. Juntas nos hablan del significado de hermandad y de sentirse hermana.
Existen muchos, muchísimos tipos de hermanas. Las hay de madre, de padre, de leche, de luchas.
La fraternidad es una cosa muy masculina. La fraternidad en el ejército, la fraternidad en la nación. Todo muy bravo. La hermandad de hermanas nace, más que de la fuerza, de la conexión.
Hacen falta hazañas compartidas para que dos puedan denominarse hermanas. Es por esto mismo que dos hermanas no nacen, se hacen. Por eso mismo no existe obligatoriedad ni rigidez en una fusión de hermanas. Si cuaja, cuaja, y si no, no pasa nada. No hay que forzar nada, que la cosa fluya.
Os pongo un ejemplo. Mi hermana y yo (que somos hermanas de padre y de madre), después de una infancia y una adolescencia difíciles, decidimos volver a presentarnos.
Hola, encantada de conocerte. Hemos pasado la vida juntas, pero quizás nunca nos dedicamos a conocernos realmente. Desde el día en que nos introdujimos de nuevo, decidimos construir una relación al margen de lo genético que nos unía. Fue de ese modo que realmente aprendimos a amarnos.
Hay que construir épica para las historias de mujeres, comentó un día en clase una profesora. A mi ese comentario se me quedó grabado a fuego.
Mi hermana y yo hicimos un viaje juntas a Barcelona, en esos momentos en que comenzábamos a conocernos de nuevo. Las aventuras que conformaron aquel viaje escribieron unas líneas épicas que de pronto dieron sentido a todo lo demás que habíamos vivido juntas.
El cortijo, los tirones de pelos, los videoclubes y tiendas de ropa de mentirijilla, los vídeos caseros haciendo entrevistas o el tonto simplemente. Los viajes con nuestro padre y nuestra madre, algunos miedos compartidos. Ir a Barcelona juntas, de concierto, durmiendo en un albergue con habitaciones compartidas habitadas por criaturas humanas de lo más surrealista… todo esto puso bajo otra luz nuestra historia.
Las hermanas no nacen, se hacen. Por eso algunas amigas pueden convertirse en hermanas. También algunas primas. Incluso algunas desconocidas, en escasos segundos, pueden darnos esa sensación de “ser hermanas”.
Quizás ser hermanas es sencillamente respaldarse, apoyarse, amarse. No importa tanto el qué como el cómo – la calidad de ese amor, la admiración mutua, el constante cuestionamiento, no para derribar el afecto, sino para volverlo más sólido e instalado en la realidad y no en la fantasía quimérica de la mera biología.
En un kit de la hermana primeriza yo incluiría: ojos y oídos abiertos, manos suaves pero firmes para sostener y acariciar, risa generosa, honestidad brutal, piernas ligeras para acompañar, consejos fluidos y brazos para empujar juntas y en la misma dirección, aunque los caminos no tengan que ser los mismos para todas.
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