Si juntamos el machismo y la homofobia nos encontramos con la lesbofobia. Ingrid reflexiona sobre ello en este artículo.
Lesbofobia es el nombre que comprende las diferentes formas en que las lesbianas somos «atacadas» por el mero hecho de serlo.
Es un amplio abanico de hostilidad que va desde la invisibilidad social y el cuestionamiento sexual de este grupo, hasta la violencia más brutal que incluye violaciones correctivas, violencia física y asesinatos. Cada una de las varillas de este abanico es un escalón de sufrimiento más que se añade a un grupo social frecuentemente silenciado, a una discriminación que suele etiquetarse bajo el genérico nombre de homofobia… sin tener en cuenta la carga misógina que la lesbofobia arrastra.
Hay crímenes contra lesbianas que resultan innegables hasta para el macho más hegemónico. No hay más que indagar un poco sobre el tema como para poder empapelar la superficie terrestre con noticias de ataques a mujeres lesbianas. Empezando por palizas, violaciones, detenciones policiales injustificadas, acoso en lugares públicos o de trabajo, despidos improcedentes… hasta los más brutales casos de violencia y asesinatos. No hay donde esconder acciones tan injustas como estas, pero ¿qué ocurre cuando bajamos unos escalones en el abanico de la lesbofobia?
Cuando hablamos de invisibilidad social, por ejemplo, los machitos de turno se echan las manos a la cabeza. Cuando cuestionan tu sexualidad abiertamente no ven la discriminación: «¿Lesbiana tú? Pero si eres muy femenina…» «Eso es que no has probado un hombre en condiciones» «¿Y quién de las dos es el hombre?» «¿Y las mujeres como lo hacen?» «Si el sexo entre mujeres no es sexo…» Esa es mi frase favorita. Me la he encontrado de varias formas y viniendo de personas muy diferentes, incluyendo mujeres heterosexuales: «Yo no podría ser lesbiana en la vida porque a mí me gusta mucho el sexo de verdad«.
Por supuesto el sexo lésbico es de mentira, puesto que no gira en torno a un hombre con un falo y se centra en el placer femenino.
La primera vez que me encontré con este comentario fue por parte de un hombre heterosexual. La rabia me invadió por dentro, sobre todo cuando una gran parte de hombres heterosexuales consume porno lésbico -fabricado para ellos-, o presume de o fantasea con tener sexo con mujeres que tienen sexo entre ellas. En ese caso sí es sexo, por supuesto… pero cuando no integra a un macho como protagonista principal, la doble moral habla por sus bocas: el sexo entre dos mujeres no es sexo.
Frecuentemente estas preguntas se acompañan de otras del estilo: «¿Y has estado alguna vez con un hombre?» «¿Cómo te diste cuenta de que eras diferente?» «¿Y es esta tu primera novia?» Si consigues sobrevivir a esta ametralladora de dudas y prejuicios sin explotar, a menudo no te irás sin que se añada a todo esto un comentario derogatorio despreciando de alguna manera quien eres y/o lo que elegiste hacer con tu vida.
Pero el cuestionamiento sexual no es el único tipo de lesbofobia que forma parte de «nuestro pan de cada día». Ya me acostumbré a que cada vez que vamos a un restaurante el camarero nos pregunte si somos hermanas… la última vez que me lo preguntaron fue el hombre de la compañía de mudanzas, mientras desmontaba el sofá para montarlo en el camión. Cuando esto te ocurre el 99.9% de veces que sales a comer, te registras en la recepción de un hotel con tu pareja, contratas a una empresa de mudanzas o llamas al fontanero de guardia empiezas a preguntarte: ¿le hace la misma pregunta a parejas heterosexuales y a parejas gays? Probablemente no.
Lesbofobia desmerecida: No es la primera vez que explico este tipo de discriminación a otras personas. La repuesta siempre se parece a: «Bah, no es para tanto«, «Yo creo que eso son tonterías«. Pues será que me quejo por gusto.
¿Para qué te quejas? Si el matrimonio homosexual es legal y hay leyes contra la discriminación en base a la orientación sexual. ¿De qué te quejas? Si no te han asaltado en la calle, ni despedido del trabajo, ni violado, ni matado… ¿Por qué te quejas? Si ya tienes el día del orgullo LGTBIQ+ y la libertad de salir a la calle de la mano con tu novia (aunque nadie te garantiza un paseo libre de miradas o de abuso verbal en algunos lugares).
Me quejo de lo que no se ve porque no se quiere ver. De no tener suficientes referentes lésbicos en el cine, la televisión, la publicidad, la educación pública, la política y un infinito etc.
Me quejo de ser cuestionada sutil e «inocentemente» por quienes me rodean.
Me quejo del abuso verbal y las faltas de respeto que sufrimos por ser mujeres que aman a otras mujeres.
Me quejo de que el machismo no puede soportar que una mujer no quiera tener nada que ver con un hombre.
Me quejo de los prejuicios que asumen e imponen una heterosexualidad obligatoria y desprecian todo lo que no encaja en ella, y aún más si son mujeres las disidentes.
Me quejo de este abanico completo de lesbofobia, desmerecida para muches, pues mientras siga abanicando al patriarcado rancio enraizado en nuestra sociedad, nosotras, las lesbianas, no tendremos paz.
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