«Siempre fuimos capaces de hacer nuestra propia fiesta»

Victoria entrevista a Camila Sosa, autora del libro «Las Malas»

Camila sosa villada
Ilustración de Leire Martin

Camila Sosa Villada cree que las travestis nacen donde las llaman, que son parte de un plan familiar que recorre generaciones de mujeres. Ella también nació a las protagonistas de su libro emblema: la Tía Encarna y sus amigas, que cuidan de un bebé que encuentran en la calle y se cuidan entre ellas, en las buenas y en Las Malas.  

Pero las travestis latinoamericanas no nacieron para habitar volúmenes de ficción, ser amadas en secreto o disponer sus cuerpos como campos de batalla. Vienen a desplazarse por y a ocupar los espacios públicos, a darle hondura y perspectiva a los movimientos sociales, a revolucionar el deseo y a ser amadas a viva voz. En una sociedad que todavía está dispuesta a perseguirlas hasta la muerte ellas nacieron para vivir vidas dignas de ser vividas. Y siguen naciendo. 

Esta entrevista empieza y termina con una receta.  Porque con Camila se aprende a festejar, a retirarse, a nacer, a sanar, pero también a cocinar, a beber y a leer. 

Principio: una receta de domingo que dure para siempre 

“Un whisky: el Old Parr en relación precio calidad, y me lo recomendó entre tantos otros, un escocés muy dotado llamado Rob, en Paraguay. Los domingos, fetuccinis con albóndigas: con 300 gramos de carne molida especial, un diente de ajo y unas hojitas de perejil, a eso se le suma un huevo y un poco de pan rallado. Se salpimenta y se hacen las bolitas que van directamente a un tuco sencillo: cebolla y tomate, laurel y ajo. Para que tenga más verduritas le pongo pimiento, una puntita de chile, una zanahoria rallada, un puerrito… ¡También pueden hacerse con soja texturizada!
¿Un cuento? Cualquiera de Lucia Berlin.”

Nudo: un puñado de verdades

1. Dijiste una vez «no hay nadie que ame más la vida que una travesti».

¿El mayor miedo que tiene una travesti es a morir o matar su propio deseo? 

Es una pregunta un poco ambiciosa que exige una respuesta irresponsable. Los miedos son de cada quién. Yo puedo hablar de mí en una entrevista y de algunas de mis amigas si es que tengo algo de conocimiento al respecto. En los libros resulta un poco más sencillo escribir porque una no está atada a nada. Aquí encuentro una responsabilidad que recae sobre mí. En todo caso, cada travesti tendrá miedos diferentes. El mío siempre fue ser fea. Es decir que tenía miedo de mi fealdad porque ser fea implicaba trabajar menos y ser burlada una y otra vez por las personas. También tengo miedo a la miseria. A terminar mis días a orillas de un canal en un ranchito hecho con cartones y chapas. No sé por qué serían esas dos opciones, las únicas a temer para la población trans. En todo caso el deseo tampoco se mata. Se ignora, se transforma, se sublima, pero no creo que pueda matarse.

2.  Matar es una palabra drástica pero también transformadora.
¿Qué cosas mataste para ser Camila? 

Creo no haber matado nada. En todo caso fui multiplicando los peces y los panes, trayendo a la vida nuevas formas de existencias que necesitaba para ciertas circunstancias. Al contrario de matar, lo que yo he hecho, torpemente, sin herramientas y con muy poca orientación, ha sido aprender. He aprendido a ser yo misma.

3. ¿Por qué creés que hay un costado tan radical del «feminismo» que no admite a las travestis como parte del movimiento? ¿Qué es lo que más incomoda de las travestis, incluso a algunas mujeres? ¿Qué le falta aprender al feminismo?

Es como intentar deshacer el entuerto de por qué los violadores violan y por qué los maridos golpean a sus esposas. Lo hacen porque pueden. Yo creo que esas mujeres no se actualizaron, no cayeron en la época que nos toca vivir. Y así como los violadores y los golpeadores, lo que quieren en verdad es vernos muertas, pero sin ir presas por ello. Han encontrado que todavía pueden ejecutarse crímenes como ese: la discriminación y la falta de derechos conduce siempre a la muerte. Yo no sé qué le falte aprender al feminismo ni me interesa. Sí creo, que a muchas mujeres, maricas, lesbianas y travestis, lo que nos falta, es saber retirarnos a tiempo de un movimiento tan rancio, elitista, blanco y biologicista. Siempre hemos sido capaces de hacer nuestra propia fiesta, nombrarnos de otros modos, hacer familia bajo otros órdenes que son más bien, los órdenes de la naturaleza, donde todo es diversidad y color. 

4. Muchas veces te referís a que las travestis viven y hacen la revolución con el cuerpo. ¿Qué dolor resuena todavía en vos? 

El de la pobreza. De haber sido empobrecida y ver cómo se empobreció a mi familia, a las mujeres de mi familia dejando márgenes muy angostos de fuga. Mujeres que no podían irse de sus casas donde un marido las golpeaba porque no sabían cómo seguir adelante siendo pobres, sin estudios, con hijos, amando a sus hijos. Es el mismo dolor que sentíamos en el cuerpo mi papá, mi mamá y yo al terminar el día, que es el dolor de quien ha trabajado muchísimo escasamente para comprar la comida del día. Finalmente, siempre es el dolor de clase.

5. ¿Por qué pensás que Las Malas genera tanta agitación? ¿Existe literatura similar que recomiendes? 

Bueno, Las Malas aparece en un contexto histórico en que las travestis despacito y con saliva, comenzamos a meternos en el terreno de la cultura. Un proceso bien largo en el que muchas quedaron en el camino, pienso que décadas, desde la aparición de Cris Miró y la consagración de Flor de la V, en adelante. Muy despacio, muy de a poco, despertamos de un letargo en el que nos habían sumido con gran eficacia, que era el de creer que no había lugar para nuestro saber, nuestro lenguaje, nuestra comida, nuestras historias y nuestras próceres. Yo he sido más bien una afortunada y escribí justo en un momento en el que tengo a la par escritoras como Susy Shock, Claudia Rodríguez, Carolina Unrein, Alexa Pettone, Sayak Valencia, Marlene Wayar y estoy segura que tantas otras que estamos haciendo cultura ahorita mismo. También es cierto que escribí una ficción y eso es una forma maravillosa de llegar a las personas. La ficción prende directamente en la imaginación y de repente es posible vislumbrar cosas inesperadas. Tal vez ese sea el mérito del libro. También está el hecho de que fue de la mano de un gran escritor como Juan Forn, que fue mi editor, que me preparó para esto. Que me llevó a Tusquets y eso me abrió las puertas del mundo editorial, la puerta grande, digamos. 

6. Mencionaste que el lenguaje que tenemos hoy deja afuera a las travestis. ¿Cómo imaginás el lenguaje del futuro? 

Un lenguaje hablado, cantado, modificado por todos. Una corriente de palabras que no son exclusivas de nadie. 

7. Te preocupa el medio ambiente y lo sentís como parte de la lucha feminista. ¿Por qué? 

Porque ninguna lucha puede pensarse desagregada de otra. Lohana Berkins decía: cuando una travesti entra a una universidad, le cambia la vida a esa travesti. Muchas travestis en una universidad le cambian la vida a la sociedad. Es un gran error pensar que la lucha por la ley de interrupción voluntaria del embarazo no es una lucha de clase, que los derechos robados a las travestis no son derechos que continuarán quitándole a las cis, a los pobres, o a los inmigrantes. Es un error pensar que el tipo que insulta a una travesti en la calle puede ser una excelente persona en su casa, con su mujer e hijos. Son siempre la misma mierda como es la misma mierda el que le pega a un perro o educa a sus hijos en la ley de los machos. En definitiva, y como es tanto lo que hay que curar, vamos de a poco, tocando heridas, de a una por vez pero lo que se intenta es curar el mundo.

8. Si vivir es ocupar espacios y la lucha travesti es con el cuerpo, ¿qué espacios culturales y políticos sentís que más les faltan hoy? 

Espacios de poder. Espacios donde tomar decisiones. Espacios donde hacer mucho dinero y poder decidir sobre la cultura. Travestis productoras de cine, directoras de cine, dueñas de canales de televisión, travestis presidentas, diputadas, travestis psicoanalistas.
Todo ese espectro de trabajos que siguen siendo esquilmados bajo la idea de que es el estudio universitario el que habilita a ocuparlos  cuando sabemos – y en esto es preciso dejar las convicciones enmohecidas de las que se agarran para sostener sus privilegios -que, salvo contadas excepciones, la vida profesional de este país está ocupada por estúpidos y estúpidas. Nos bastó el debate por la IVE para saber que le pagábamos el sueldo (la fortuna que le pagamos, perdón) a seres como Elías de Pérez o Mayans. Abogados que no pueden escribir con todavía más errores de ortografía, médicos que mal diagnostican, psicoanalistas que son capaces de hablar de goce femenino, de mascarada travesti. Por favor, la vida profesional del mundo está en manos de imbéciles. Salen imbéciles de las universidades. La gran gala de ignorancias que se hace constantemente en redes de personas por las que mis abuelos dejaron la vida, porque en definitiva, todo sigue siendo, tristemente, una cuestión de clases.

Fin: una receta para espacios de transformación feminista

«Sabiendo que es un espacio – si se quiere – feminista, por qué se sigue teniendo la actitud tan machista de dejarle a las travestis solo la tarea de hablar de las travestis y a las mujeres, de hablar de feminismo.
Yo siempre preferiría hablar de recetas de tragos, de comidas, de los libros que leo y que reafirman mi buen gusto por la lectura. Yo preferiría hablar de las pasiones, de la ausencia de color en las personas por la calle, todo ese vestir casi monocromático. Hablar de cine, oye! Quiero feministas hablando de cine: Y NO DE CINE DIZQUE FEMINISTA. HABLAR DE CINE, de producción, de dinero, de política.
Y aquí estoy, como travesti, desde hace once años, respondiendo entrevistas para hablar sobre el colectivo, imponiéndome una tarea que no quiero, porque no estoy formada para eso, porque soy muy bruta, pero en cambio hice contacto con el mundo a través de las ficciones, de las novelas en la tele, de las películas, de los chismes que contaban mis tías mientras hacían el clericó para Navidad. 
Por qué seguimos las mujeres y las travestis obligadas a producir teorías, verdades, grandes verdades cuando podríamos hablar desde otros lugares, acompañarnos de otras maneras. Decirnos: amiga, travesti loca, ve al doctor y hazte un análisis de ETS así estás tranquila, en caso de que algo no salga bien, empiezas tú un tratamiento y aprendes a cuidarte mejor. Y al volver te haces un arroz con leche, con cascaritas de limón y ramas de canela, o un pancito en el horno. Amiga, hablemos de alimentación, hablemos de veganismo, de las posibilidades reales que tenemos de hacer estos cambios en nuestra vida. Amiga, hablemos de cómo calefaccionas tu casa y cuidas tu lindo pelo. Hablemos de Lorrie Moore. ¿Te sentiste alguna vez tan divertida en una lectura?

Me preguntaste arriba por un lenguaje futuro. Me lo imagino así, como abrazos que daba mi mamá o mis tías y que a mí me enseñaron a estar de pie.»

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