Luz de gas es uno de los diferentes tipos de maltrato psicológico que hay y por lo que es tan necesario enfatizar el “no estás loca”.
El término Luz de gas
En 1944 se estrena la película “Gaslight” del director George Cukor que lleva a la gran pantalla la obra de teatro de Patrick Hamilton que tiene el mismo nombre. Se tradujo en Hispanoamérica como “Luz de gas” -traducción literal del original- y en España como “Luz que agoniza”*. En ella vemos a una pareja que se va a vivir a una casa y él empieza a atormentarla. Juega con los ruidos, con las luces de gas para que suban o bajen su intensidad, le esconde cartas y joyas,etc. Para luego, cuando ella señala alguna de esas situaciones, decirle que no es así, que es producto de su imaginación. Que está loca.
Hay un momento de la película que, después de amenazarla con encerrarla en un psiquiátrico -algo habitual en esa época en la que me juego algo a que la palabra del marido era suficiente motivo-, explicarle lo bien que está encerrada en casa -porque claro, si estás loca, mejor quedarte a resguardo-, y decirle que no llore porque se le corre el maquillaje y él quiere «verla siempre muy guapa«, le “premia” el hecho de que se tranquilice con ir a ver una actuación -paternalismo modo ON- . Además de afearle ciertos detalles de la ropa y peinado -por supuesto, no podía faltar la crítica machuna que siempre existe y nunca nadie pide-, vemos como mete su reloj de bolsillo en el bolso de ella.
¿Todo para qué? Para, en mitad de la actuación de piano que están viendo, hacer notar que no encuentra el reloj. Comentarlo con la mujer. Pedirle el bolso y “sorprendido” sacarlo de él con esa cara de “ya me temía yo esto” mientras ella, abducida y shockeada, exhala una exclamación y promete que no ha sido consciente de haberlo cogido. Comentarios entre los asistentes, rumores, miradas, gestos y preguntas ¿qué sucede?, ¿todo bien?. Un logro más para él: una “demostración” pública de que su mujer no está bien de la cabeza. Ya tiene testigos.
Una representación tan gráfica y buena de ese tipo de maltrato psicológico que unos 40 años despues, en 1980, se acuña el término “gaslighting” o “luz de gas” desde la Psicología para hablar de ello.
¿Qué es hacer Luz de Gas?
Luz de gas es conseguir hacer dudar a alguien de la realidad, de su propia percepción y, por supuesto, de su criterio de manera sistemática.
Para que resulte más fácil detectarlo no hay nada como analizar los comentarios que se suelen usar para ello y que, desafortunadamente, seguro que más de una habéis escuchado o sufrido:
“Lo que pasa es que eres demasiado sensible”
“Estaba de broma, no te lo tomes así”
“Yo nunca he dicho eso”
“Te imaginas cosas”
“Antes no eras así”
“Eres muy dramática”
“Estás exagerando”
“No sé de qué me hablas”
“¿En serio te vas a enfadar por algo así?”
“Eres tú quien intenta confundirme”
“Tu familia/amigos te quieren poner en mi contra”
“Te están lavando el cerebro”
“Estás emparanoiada”
“Ya no eres la misma”
“ESTÁS LOCA”
Si tanto lo que veo, escucho, siento, como lo que me dices siempre es “producto de mi imaginación”, si “siempre exagero” y si, además, tú eres mi pareja, una persona a la que quiero que “busca lo mejor para mí”, al final el mensaje va calando.
Consecuencias de sufrir Luz de Gas
Evidentemente, el maltrato psicológico tiene consecuencias y no es algo que se vaya a limitar al ámbito de la pareja. Sufrir Luz de gas o Gaslighting puede hacer que te encuentres así:
– Te cuestionas constantemente lo que sientes o piensas.
Si el mensaje que recibo constantemente es que lo que pienso no es así y lo que siento no está bien, eso va creando la duda de ¿soy capaz de sentir y pensar de manera correcta en algún momento?
– Te preguntas si eres demasiado sensible.
Porque claro, «no es normal» que todo te afecte tanto, incluso esas cosas pequeñas que vives. Ahí está la trampa: en el momento en el que el foco se pone en que tú eres quien se pasa de sensible, ya da pie a anular cualquier tipo de emoción por tu parte porque se entiende que ésta va a ser exagerada y desproporcionada.
– Enseguida te sientes confusa.
Es habitual que al principio rebatas, argumentes, luches contra la idea de que estás imaginando todo pero, con el tiempo, un simple gesto o cuestionamiento va a hacer que dudes. Es lógico, es el resultado de un aprendizaje.
– Tienes dificultad a la hora de tomar decisiones.
Tenemos que recordar que cuando hablamos de una relación de maltrato, no hay un equilibrio sino que existe una relación de poder y, cuando una persona está en la parte de abajo de esa balanza no suele tomar decisiones -porque se las impone quien está al otro lado- y no hay nada que desmovilice más que el dejar de hacer algo. Si dejo de tomar la iniciativa me olvido de cómo se tomaba, en cierta forma. Sumándolo a los puntos anteriores… imagina.
– Siempre tienes la sensación de que tomas decisiones equivocadas.
Las veces que tomes decisiones es muy probable que, como no van a gustar al maltratador, sean castigadas y condenadas. Tan solo con que suceda eso o sepas que puede suceder, te va a llevar a dudar de ellas.
– Piensas que todo lo haces mal y que no eres lo suficientemente buena en nada.
Si todo lo que haces se pone en duda, se castiga o se juzga, no hace falta más para llegar a ese tipo de conclusión. Si, además, contamos con que el Síndrome de la Impostora es mucho más habitual en las mujeres por cuestiones únicamente de género, una situación así no va a hacer más que agudizarlo.
– Crees que te mereces estar sola.
Al final, como todo maltrato, asfixia y aísla. Eso hace que él haya conseguido su objetivo: si piensas que no tienes amigas porque no lo mereces -“nunca he sido buena amiga”,“todas buscan su propio bien, no piensan en mí”-, si la familia con la que antes te llevabas bien ahora no te entiende o sientes que te deja de lado -“no sé por qué me dicen esas cosas”, “si me quieren a mí tienen que quererle a él”- y él está ahí para cuidarte y te quiere “a pesar de tu locura” el resultado es claro: o con él o sola. Pero sola de verdad.
– Te sientes infeliz sin motivo aparente.
El motivo está. Hay un estímulo y se produce una respuesta. Lo que pasa es que te han convencido de que ese motivo no existe, que es cosa tuya y por eso es tan difícil identificarlo. ¿Cómo ver algo supuestamente invisible?
– Le intentas excusar.
Volviendo al ejemplo que os ponía del reloj en la película. Cuando algo tan evidente sucede: has perdido el reloj, temes que lo haya cogido, yo sé que no lo he hecho pero abrimos el bolso y las pruebas son irrefutables. Está ahí. Lo he cogido. He sido yo. Ante situaciones así y teniendo en cuenta que ahora vas a dudar siempre de ti y no de él, es sencillamente lógico intentar excusarle. Porque desde ese prisma, con esas gafas que él te ha puesto, es lo que ves.
Si te sientes identificada con todo esto, te animo a que reflexiones porque mereces una relación sana, con respeto y cuidados. Una relación que disfrutes y te haga subir, no que te llene de inseguridades y te hunda.
Una relación que te haga sentir bien y en calma. Tanto con tu entorno como contigo misma.
Amiga, date cuenta.
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*Las traducciones de los títulos originales al castellano, han sido muchas veces asombrosas ya que o no tenían nada que ver o contaban demasiado. Recordemos que “Rosemary’s baby” se llamó en España “La semilla del diablo” -spoiler alert!- y que la maravilla de “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” pasó a un “¡Olvidate de mí!”.
Por si no lo leíste o quieres recordarlo te dejo aquí el enlace a un artículo sobre maltrato psicológico que escribió Irene.
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