Kry nos invita a conocer a Gillian Flynn en un paseo por sus novelas, las dificultades a las que se enfrenta una escritora, la ira femenina y su traspaso a la pequeña y gran pantalla
Durante las últimas décadas, hemos asistido (afortunadamente) a una inclusión de la mujer en el mundo laboral en general y el artístico en particular. Pero desde hace unos diez o quince años, las escritoras han ido conquistando un género concreto que, a pesar de contar con una mujer entre sus representantes más clásicos, ha sido considerado tradicionalmente un terreno masculino: el thriller. Novelas como «El guardián invisible» (Dolores Redondo, 2012) y «La chica del tren» (Paula Hawkins, 2015) les sonarán incluso a aquellas no muy aficionadas al género (si no por las propias novelas, por sus adaptaciones cinematográficas) y en ambos casos se observa un cambio de tendencia en los personajes femeninos, que abandonan el papel de víctima pasiva cada vez más.
Perdida
Gillian Flynn es la mente detrás de «Perdida» (tanto de la novela como del guión cinematográfico de la película de David Fincher) y se ha convertido en una auténtica maestra en este cambio de paradigma.
No seré yo quien os destripe una buena historia como «Perdida», pero basta decir que la protagonista, Amy Dunne, comienza siendo un esbozo de persona, poco más que una fantasía masculina, para ir descubriéndose como una mujer complicada y muy real. Esta crudeza de la complejísima psicología femenina (también de la masculina pero de manera más anecdótica) es la característica principal de la ficción de Flynn, que para mi gusto es especialmente palpable en «Heridas abiertas».
Heridas abiertas
A medio camino entre la novela policíaca y la gótica, «Heridas abiertas» cuenta la historia de Camille, una periodista con tendencias autodestructivas, que se ve obligada a regresar a su pueblo natal a cubrir los asesinatos de un par de niñas. Una madre controladora, una medio hermana a la que no conoce, el fantasma de una tragedia familiar y todos los pequeños traumas que Camille decidió reprimir le esperan en Wind Gap, Missouri, una pequeña comunidad en la que el calor y la presión social son igual de sofocantes.
La ira femenina
La historia, que alcanza nuevos niveles de horror en cada capítulo, es en palabras de su autora una representación de la violencia que ejercemos sobre nosotres y sobre lo demás y, en especial, de la ira femenina.
Flynn sostiene que las mujeres, en su papel tradicional de criaturas fundamentalmente empáticas y maternales, han visto su ira censurada y que cada generación expresa esos sentimientos reprimidos de una manera distinta: la madre (Adora) a través de su necesidad de control patológica y la pequeña Amma llevando una doble vida. Es la ira de Camille, que expone en las cicatrices de sus autolesiones, la que repugna e incomoda a los demás personajes, porque las ha convertido en algo evidente, físico y visible. Camille de alguna manera se ha rebelado y vive «como un hombre», interpretando el papel arquetípico del antihéroe detective de los thrillers más anticuados; sin embargo, las consecuencias de este tipo de vida son muy distintas para ella siendo una mujer.
Las protagonistas
En prácticamente todas sus entrevistas, suele haber una pregunta dedicada a la fijación de la autora por estos personajes femeninos tan turbulentos, a lo que Gillian Flynn suele responder recordando las dificultades que tuvo para publicar el libro. En numerosas ocasiones los editores le señalaban lo poco atractivas y amables que resultaban esas protagonistas, mientras que nadie se cuestionaba estas mismas condiciones para que personajes como Don Draper, Walter White o Tony Soprano fueran un éxito. Es muy positivo que cada vez contemos con más personajes femeninos, pero una ficción que a veces se contenta con cambiar de género al protagonista sin explorar mucho más allá le hace un flaco favor a las mujeres. El empoderamiento, dice Flynn, también se encuentra en la exploración del lado oscuro.
A esta posición no le han faltado detractores. Gillian Flynn ha sido acusada en numerosas ocasiones (y merece la pena señalar que esas acusaciones proceden en su mayoría de hombres) de una visión machista de su propio género, algo a lo que ella contesta diciendo que no hay nada más machista que pensar que no existen mujeres asesinas o perturbadas.
«Heridas abiertas» se publicó en 2006 y fue llevada a la pequeña pantalla en 2018 con la participación de la autora como guionista al igual que en «Perdida». Dirige Jean-Marc Vallée (el mismo director de «Big Little Lies», que explora algunos temas similares) y la puedes encontrar en HBO.
Los Comentarios están cerrados.